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tiempo interior - Salesianos

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Esta parábola ha calado fuertemente en nuestra cultura. La palabra «talento» ha llegado a equipararse<br />

con las cualidades personales que tenemos. El educador cristiano repite frecuentemente a los<br />

muchachos y muchachas que «deben hacer fructificar los talentos que han recibido», que no pueden<br />

quedarse en la pereza y en la apatía. (Esta es una buena parábola para el inicio de curso). Pero de nada<br />

servirá esta interesante historia si los chicos y chicas no ven que sus educadores son los primeros en<br />

hacer fructificar los «talentos» recibidos.<br />

El talento<br />

Un talento era la mayor medida económica de la antigüedad. No existía ninguna moneda que tuviera<br />

el nombre de «talento». Un talento era la suma de muchas cantidades. Equivalía a unos 36 kilogramos<br />

de oro o de plata, porque había talentos de oro y de plata.<br />

Para las transacciones económicas diarias y de uso común existían monedas. El denario era una de las<br />

monedas más comunes. Equivalía a la cantidad que necesitaba una familia para vivir durante un día. El<br />

jornal de un obrero por un día de trabajo era un denario.<br />

En <strong>tiempo</strong>s de Jesús ya se utilizaba en Palestina una moneda que tenía el mismo nombre que la unidad<br />

monetaria del actual estado de Israel: el shequel. Su nombre deriva del verbo ‘shaqal’ que significa<br />

«pesar». Era la moneda peso-patrón y equivalía a unos 16 gramos.<br />

IMÁGENES<br />

DE LA BIBLIA<br />

Lingotes de oro

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