Descargar versión digital - Nelio Espina

viviendo en sus orillas, ellos sintieron que ese lugar
estaba bendecido por la gracia de Dios.
Los que hemos vivido alrededor de sus aguas y nos
hemos bañado en esa cuenca sagrada, nos podemos
dar el lujo de haber vivido dentro de la más sublime
caricia y de la más grande de las ternuras. Cuando
estamos en su interior, pareciera como si nos abrazara,
nos acariciara con el más bello de los amores, como
el amor de una madre y cuando sumergimos nuestra
cabeza en sus aguas, pareciera como si el Dios Padre
nos revitalizara nuevamente con el bautismo y nos
llenara de bendiciones continuas y eternas.
Tiempo atrás lo veíamos impetuoso, más no peligroso,
alegre, radiante, las pequeñas olas o marullos,
llegaban a la orilla delicadamente, saludándola en
su paso y acariciando la arena con mucha suavidad,
con dulzura, para limpiarla de cualquier exceso que
había llegado a su hermosa cara y mantenerla de
esa manera fresca, preciosa y llena de vida. Eso era
a diario, constantemente renovaba sus orillas con
arena nueva, blanca, brillante, que depositaba en sus
bordes para darle nuevos encantos, nuevos matices y
un mejor colorido al paisaje, que se presentaba ante
los ojos de sus visitantes.
Ese era mi Lago Azul, el que jugaba con la orilla,
el que la mantenía encantadora, maravillosa y
atractiva y le daba con sus caricias, una sensación
de optimismo. Su fauna espectacular encontraba allí
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