CARDENAS Y MUÑOZ.Chiloé contado desde la ... - Archivo Chiloé
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El carneo del chancho y su ‘reitimiento’ se hace en el fogón. Allí se<br />
destazan <strong>la</strong>s cebadas bestias y sus trozos se hacen desaparecer,<br />
como el más perfecto crimen porcino, en los hirvientes calderos<br />
con manteca. Al final aparecen chicharrones, carnes cocidas,<br />
sopaipil<strong>la</strong>s, roscas, milcaos y al fondo: el concho, los apetitosos<br />
yides para untar <strong>la</strong>s capas del tropom, <strong>la</strong> chuchoca o para <strong>la</strong> masa<br />
de <strong>la</strong>s tortil<strong>la</strong>s de papas l<strong>la</strong>madas ‘b<strong>la</strong>ndos’ y ‘cemas’.<br />
Todos estos alimentos se comen en nuestras cocinas y en<br />
<strong>la</strong>s de una docena de vecinos que terminan compartiendo el<br />
festín, a través del ‘yoco’.<br />
Hasta <strong>la</strong> cocina de Calen llegábamos con nuestros ‘quimpes’ o<br />
canastos repletos de cangrejos. Los recogíamos en noches de<br />
plenilunio cuando los bajamares son tan grandes como <strong>la</strong> luna:<br />
los ‘pilcanes’ de agosto. Bajábamos con mi padre a cangrejear con<br />
nuestros faroles titi<strong>la</strong>ntes y más tarde con <strong>la</strong>s lámparas petromax<br />
que le quitaban luminosidad a <strong>la</strong> luna.<br />
Sobre <strong>la</strong> estufa esperaban grandes ol<strong>la</strong>s y a nuestras vistas los<br />
crustáceos se volvían anaranjados y <strong>la</strong> estancia adquiría un sabor<br />
que sólo el recuerdo logra sintetizar estéticamente.<br />
Es <strong>la</strong> cocina de los picaflores atrapados que entran a anunciar<br />
una importante visita si es que antes no ha caído una cuchara o<br />
un tenedor ade<strong>la</strong>ntando el augurio.<br />
Desde fuera picotea o se estrel<strong>la</strong> el ‘huilco’, el diucón de ojos<br />
colorados, temido por <strong>la</strong> gente. Alguien, en los tiempos, divulgó<br />
unos versos acusadores:<br />
“Ojos colorados<br />
Mató a su mujer<br />
Creyendo que era carne<br />
Se <strong>la</strong> quiso comer”<br />
Atrapa mitos es <strong>la</strong> cocina. Aquí reposan los cazadores de sueños,<br />
los chilotes.<br />
Dentro de estas paredes escuché <strong>la</strong>s primeras historias deletreadas<br />
de mi infancia. El mundo de afuera aparecía incierto para <strong>la</strong><br />
gente. Estábamos indefensos, a expensas de barcos fantasmas, si<br />
navegábamos. De traucos y adefesios singu<strong>la</strong>res si atravesábamos<br />
el bosque; incluso <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>yas y los alrededores de nuestros hogares<br />
estaban sitiados por estos extraordinarios personajes.<br />
Las noches, <strong>la</strong>s neblinas, <strong>la</strong> soledad, los ambientan.<br />
La misma cocina donde se transan los negocios y se hacen los<br />
trueques. Donde celebran sus santos invernales los Juanes, Luises<br />
y <strong>la</strong>s Cármenes, a mediados de julio. Nombres más que apellidos<br />
resuenan en una vecindad donde <strong>la</strong> endogamia confunde a los<br />
Bahamonde en Dalcahue, a los Andrade en Chonchi, o a los<br />
Peranchiguay en Teuquelín.<br />
La mesa de los naipes para jugar a <strong>la</strong> escoba o al truco, con cartas<br />
españo<strong>la</strong>s. ¡Flor y truco¡ gritan como si todavía llevaran olor a<br />
estancia patagónica. Chicha y verso en <strong>la</strong> cocina.