Que el dolor no nos sea indiferente - Misioneros de la Consolata

ta, lo que nos hace pensar que ella no
se atrevía a acercarse a Jesús y a los
que lo acompañaban. Sin embargo ella
no tiene miedo de pedir ayuda. Insiste
con más fuerza porque tiene deseo de
lograr curación para su hija enferma.
Jesús no la mira. Pero sus discípulos,
cansados de los gritos de la mujer, le
dicen a Jesús: “Atiéndela, mira como
grita detrás de nosotros”. Y Jesús les
responde: “No he sido enviado sino a
las ovejas perdidas del pueblo de Israel”.
La mujer cananea, a pesar de estas
palabras fuertes, se acerca a Jesús y
se pone de rodillas pidiéndole ayuda.
La respuesta de Jesús - que él no fue
enviado sino a las ovejas perdidas de
Israel (y por tanto no a los paganos) -,
no le impide a la mujer pagana acercarse
más a él. Frente a ella, parece que
nada sucedió. Ella sigue insistiendo y
actuando como quien no escuchó nada
raro en las palabras de Jesús. Su pedido
a Jesús es simple, breve y muy claro:
“¡Señor, ayúdame!” Ese es su deseo.
¿Cuál es la respuesta de Jesús
frente al deseo de la mujer cananea?
Como se ha visto arriba, la primera
respuesta de Jesús se dirige a sus
discípulos que querían evitar los gritos
de la mujer. Pero su segunda respuesta
se dirige directamente a la mujer cananea.
Jesús, tras el pedido de la mujer
cananea, le dice: “No se debe echar a
los perros el pan de los hijos.” No cabe
duda que una respuesta como ésta
desanima fácilmente al que pide. Muchos
en esta situación se desanimarán
y se retirarán del lugar con mucha
bronca. Pero la mujer cananea no se va
a ningún lado, tampoco se enfurece por
Preguntas:
¿Qué nos enseña este relato en
nuestra vida de oración y en nuestra
misión?
¿Somos capaces de continuar insistiendo
que se cumpla nuestro deseo en
el ámbito de la fe, a pesar de obstáculos
y desánimos?
¿Nos desanimamos con facilidad si
encontramos respuestas como las del
relato de la mujer cananea en nuestra
misión o vida cristiana?
la expresión de Jesús. Ella, con mucha
esperanza y fe en Jesús, responde: “Es
verdad, Señor, pero también los perritos
comen las migajas que caen de la
mesa de sus amos.” ¡Qué respuesta!
¡Qué perseverancia tiene esa mujer! La
perseverancia que tiene la mujer cananea
le ayudó mucho a lograr lo que
deseaba tanto. Jesús no sólo cura a su
hija enferma, sino también reconoce su
fe perseverante: “Mujer, ¡qué grande
es tu fe! Que se cumpla tu deseo.” Aunque
la mujer cananea es pagana, su fe
es causa de admiración para Jesús.
¿Qué aprendemos de esta mujer
cananea para nuestra misión y
vida cristiana?
Al mirar nuestra vida y misión podemos
preguntarnos lo siguiente: Cuando
acudimos a Dios con nuestros deseos,
¿pedimos y perseveramos de la misma
manera que la mujer cananea en nuestros
deseos y fe? ¿No es que muchas
veces dejamos de perseverar e insistir
en nuestras peticiones? ¿No nos desanimamos
cuando no logramos a tiempo
lo que pedimos, aunque creemos en
la fuerza de oración?
Somos cristianos, y siendo así todos
tenemos que continuar y cumplir con
la misión que Jesús nos dejó. Tenemos
que seguir sus pasos e imitar su manera
de proceder para lograr plenamente
gozar de los frutos del Reino de Dios.
En este caso, tenemos fe en Jesús y
en su misión, pero ¿tiene perseverancia
nuestra fe? ¿No será que nos desanimamos
y nos quedamos furiosos
cuando no recibimos lo que pedimos a
Dios?
Muchas veces queremos que Dios
responda de la misma manera que la
nuestra. Nos olvidamos de que Él es
Dios y nosotros somos simplemente
seres humanos. El relato de la mujer
cananea que hemos reflexionado nos
ayuda a describir que Dios responde
a su manera. Y su respuesta siempre
necesita perseverancia, insistencia y
mucha fe de parte nuestra. Fe como la
que manifestó la mujer cananea.
Como se ha visto arriba, muchas personas
quieren soluciones y respuestas
rápidas para sus problemas. No son capaces
de perseverar en su esperanza.
Se desaniman rápidamente, aun en las
cosas muy importantes de su fe. Algunos
piensan que Dios no los escucha o
tal vez se olvidó de
ellos. Otros se enojan
con Dios por el hecho de
no lograr rápidamente lo que
desean para su vida y misión. Por
eso muchos dejan de creer en Dios
y abandonan su fe. Pero la mujer cananea
nos enseña que la perseverancia
en la fe es lo que nos lleva a lograr el
obrar del Señor en nosotros. Dios no se
olvida de nadie. Entonces, ¿Por qué demora
tanto en respondernos? ¿Quiere
Dios que nosotros le hagamos recordarse
constantemente de nuestros problemas?
La respuesta es simple. Dios
no necesita que le hagamos recordar
nuestros deseos. Él ya lo sabe todo. Somos
nosotros los que necesitamos un
empujón para recordar muchas cosas.
Necesitamos recordarnos de que sólo
Él puede ayudarnos en todo lo que le
pedimos. Que sólo Él puede cumplir con
nuestros deseos. Y todo eso se obtiene
cuando hacemos esfuerzos en oración
y cuando permanecemos en nuestra fe
y en nuestra misión.
Para nuestra misión aprendemos que
si insistimos con fe, y si permanecemos
fielmente en nuestros compromisos, el
Señor nos concederá lo que deseamos.
Como dijo a la mujer cananea, nos dirá
también a nosotros lo mismo: “¡Qué
grande es su fe! Que se cumpla su deseo.”
Así, a pesar de todo obstáculo, la
perseverancia en la fe es sumamente
importante.
Además de la perseverancia, aprendemos
también a amar y servir a todos
sin discriminación. Aunque al principio
Jesús tenía su misión dirigida a las
ovejas perdidas del pueblo de Israel,
supo escuchar los gritos de esa mujer
pagana.
En nuestra misión debemos actuar
lo mismo. Debemos ser capaces de
reconocer el rostro de Dios en todos y
de modo especial en los marginados,
en los aislados, pobres y pequeños.
La mujer cananea por el hecho de ser
pagana no gozaba de beneficios en el
pueblo judío. Era marginada, y su deseo
no podía cumplirse con facilidad. Pero
Jesús cumple el deseo de la mujer y
por tanto salva a su hija enferma. Que
nuestra misión no discrimine a nadie
por raza, género, estado social, etc., y
que sea esperanza para la salvación
de todos como nos enseña Jesús en su
obrar, en su amor incondicional y en su
servicio generoso.
Marzo Abril
13