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BIBLIOTECA DiMCO - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...

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La literatura se asemeja a un periódico y a<br />

veces a un periodicucho <strong>de</strong> la vida, <strong>de</strong> su<br />

cotidianeidad baja y estrujante; Dostoievs­<br />

ky o Dickens -pero también Dante y la Bi­<br />

blia- son cronistas <strong>de</strong> lo efímero, sobre el<br />

que ellos proyectan la luz <strong>de</strong> lo eterno, vio­<br />

lenta como un reflector que ra sga la no­<br />

che o como la lamparita <strong>de</strong> bolsillo <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>tective en un lugar tenebroso. En este<br />

<strong>de</strong>scenso al quinto infiemo pue<strong>de</strong> haber sal­<br />

vación, la caridad <strong>de</strong> quien participa en el<br />

fango <strong>de</strong> la existencia para asumirlo sobre sí<br />

mismo como un Mesías doliente, pero tam­<br />

bién complicidad, la complacencia en la mi­<br />

seria antes que la esperanza <strong>de</strong> lenificarla.<br />

En su fi<strong>de</strong>lidad al fluir limoso <strong>de</strong> los<br />

acontecimientos, la literatura también es<br />

un sismógrafo <strong>de</strong> los acontecimientos po­<br />

líticos, que en el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> su inmedia­<br />

tez, a menudo, no <strong>de</strong>jan entrever su lógica<br />

y su significado. Ca rla Bo, volviendo a evo­<br />

ca r los momentos confusos y dramáticos<br />

en el país y en el parlamento que llevaron<br />

a la elección <strong>de</strong> Scalfaro como Presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> la República, <strong>de</strong>cía que esos turbios y<br />

convulsos acontecimientos parecían estar<br />

esperando a que un narrador les diese for­<br />

ma. En su ensayo sobre las relaciones en­<br />

tre narrativa, periodismo y secciones cultu­<br />

rales, Letterotura bastardo, Claudia Marabini,<br />

recordando que literatura, antes que nada,<br />

significa «ponerse, lo más posible, en los<br />

zapatos <strong>de</strong> los otros», observa cómo el sa n­<br />

gri ento embrollo <strong>de</strong> los últimos años o lus­<br />

tros <strong>de</strong> nuestra vida colectiva -el asesinato<br />

<strong>de</strong> Moro, la muerte <strong>de</strong> Calvi, «Manos Lim­<br />

pias» y tantos otros acontecimientos ora luc­<br />

tuosos ora tragicómicos- es el material <strong>de</strong><br />

un gigantesco, laberíntico feuilleton que<br />

espera a su narrador. Quizá cuando tenga­<br />

mos - si es que llegamos a tener- esta gran<br />

novela, podremos saber qué es lo que ha<br />

sido esta Italia, <strong>de</strong> la que nadie -ni siquiera<br />

quienes vivieron esos años muy cerca <strong>de</strong><br />

los acontecimientos, en el ojo <strong>de</strong>l huracán­<br />

ha logrado verl e el rostro.<br />

Quizá nunca como en nuestra época la<br />

literatura ha reclamado y <strong>de</strong>sarrollado una<br />

función cognoscitiva: en el periodo com­<br />

prendido entre el fin <strong>de</strong> siglo y los años<br />

treinta -la gran estación cultural <strong>de</strong>l siglo<br />

XIX, la frontera más avanzada que haya al­<br />

canzado la literatura- escritores como Mu­<br />

sil , Joyce, Proust, Svevo, Mann, Broch, Faulk­<br />

ner y. otros le exigieron a la narrativa ese<br />

conocimiento <strong>de</strong>l mundo que precisamen­<br />

te el enorme <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> las ciencias no<br />

permitía confiar a estas ultimas, porque ellas,<br />

con su extrema especialización que hacía a<br />

cada una inaccesible para los cultores <strong>de</strong><br />

todas las <strong>de</strong>más y aún más para el hombre<br />

Claudio MagFÍs<br />

medio, habían hecho pedazos todo sentido<br />

<strong>de</strong> la unidad <strong>de</strong>l mundo. Sólo una novela<br />

que asumiese esas problemáticas científicas,<br />

mostrando cóm o vivían los hombres ese<br />

mundo disgregado, podía y pue<strong>de</strong> atrapar<br />

el sentido <strong>de</strong> la rea lidad y <strong>de</strong> su disolución,<br />

imitada pero también atrapada a fondo y<br />

dominada en las mismas formas experimen­<br />

tales <strong>de</strong> la narración, en la disgregación y<br />

recreación <strong>de</strong> las estructuras narrativas.<br />

La li teratura <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> lo individ ua l, lo<br />

particular, la s cosas, los colores, los se n­<br />

tidos y lo sensible contra lo falso univer­<br />

sal que regimienta y nivela a los hom­<br />

bres y se opone a la abstracción que los<br />

esteriliza . A la Historia , que preten<strong>de</strong><br />

encarnar y realizar lo universal, la litera­<br />

tura le contrapone lo que ha quedado a<br />

la s márgenes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>venir histórico, dá n­<br />

dole voz y memoria a lo que ha recha ­<br />

zado, removido, <strong>de</strong>struido y borrado <strong>de</strong><br />

la carrera <strong>de</strong>l progreso. La literatura <strong>de</strong>­<br />

fien<strong>de</strong> la excepción y lo <strong>de</strong>sechado con­<br />

tra la norma y la s reglas ; nos recuerda<br />

que la totalidad <strong>de</strong>l mundo está rota y<br />

que no se pue<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> preten<strong>de</strong>r re­<br />

construir una imagen armoniosa y unita­<br />

ria <strong>de</strong> la rea lidad.<br />

Des<strong>de</strong> hace casi dos siglos la más alta<br />

literatura occi<strong>de</strong>ntal se enfrentó a la historia<br />

como la otra ca ra <strong>de</strong> la luna, como la zona<br />

4<br />

que ha sido <strong>de</strong>jada en la sombra por el <strong>de</strong>­<br />

venir y por el curso <strong>de</strong>l mundo. Esta <strong>de</strong>nun­<br />

cia <strong>de</strong> la insuficiencia <strong>de</strong> lo existente, este<br />

sentimiento <strong>de</strong> una gran carencia en la vida<br />

y en la historia, es la exigencia <strong>de</strong> algo irreductiblemente<br />

diferente, <strong>de</strong> una re<strong>de</strong>nción<br />

mesiánica y revolucionaria, negada, por otra<br />

parte, por toda revolución históricamente llevada<br />

a la práctica. Des<strong>de</strong> su nacimiento -es<br />

<strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Romanticismo y ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fi­<br />

nales <strong>de</strong>l siglo XVIII-la literatura contempo­<br />

ránea está marcada por el sentimiento <strong>de</strong><br />

una profunda herida que la historia parece<br />

haber infligido al individuo, impidiéndole rea­<br />

lizar plenamente su personalidad en con-<br />

cordancia con la evolución social y hacién­<br />

dole sentir la imposibilidad y la ausencia <strong>de</strong><br />

la vida verda<strong>de</strong>ra, el exilio <strong>de</strong> los dioses y la<br />

fragmentariedad <strong>de</strong> su propia existencia. El<br />

progreso social, que no es en absoluto <strong>de</strong>s­<br />

conocido a la gran literatura innovadora,<br />

como suce<strong>de</strong>, en cambio, con las reaccio­<br />

narias nostalgias <strong>de</strong> resonancias románticas,<br />

pone aún más en evi<strong>de</strong>ncia el malestar y la<br />

incertidumbre <strong>de</strong> lo particular.<br />

La poesía <strong>de</strong> los mo<strong>de</strong>rnos -escribe<br />

August Wilhelm Sch legel, fundador <strong>de</strong>l<br />

Romanticismo- es la nostalgia <strong>de</strong> una im­<br />

posible plenitud <strong>de</strong>l vivir y, por lo tanto, ex­<br />

presa el vacío, la ausencia, el incumplimien­<br />

to <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> la representación que<br />

preten<strong>de</strong> se ri e fiel, sin ce<strong>de</strong>r a la tentación<br />

<strong>de</strong> embellecerla retóri ca mente, como si<br />

todo estuviese en su luga r y sin proble­<br />

mas. Gran parte <strong>de</strong> la literatura contempo­<br />

rán ea aún es romántica, en el sentido en<br />

que fue el Romanticismo (observa Giuse­<br />

ppe Bevilacqua) el que soñó la utópica re­<br />

<strong>de</strong>nción global <strong>de</strong> la sociedad y <strong>de</strong> la vida<br />

-<strong>de</strong>silusionado por el fracaso <strong>de</strong> la revo­<br />

lución, que por reacción indujó a muchos<br />

románticos a alinearse políticamente en po­<br />

siciones conservadoras y retrógradas- y el<br />

que confió a la poesía la ta rea, igua lmente<br />

imposible, <strong>de</strong> rea li za r un absoluto poético­<br />

existencial (la vida verda<strong>de</strong>ra, el vivir poéti-

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