Género y democracia
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<strong>Género</strong> y <strong>democracia</strong><br />
Es mejor gobernar lo gobernable, dirían muchas madres de familia. Y lo<br />
gobernable –aunque cada vez con mayor difcultad– es la vida cotidiana.<br />
Por ello, tantas mujeres se hacen a un lado, no le entran a un proyecto<br />
cancelador de una parte de sus días. Se automarginan con conciencia y<br />
claridad de lo que ello implica. Hay quien a esto le llama discriminación.<br />
En este caso preciso no lo es. No quiero decir que la discriminación de la<br />
mujer no exista. Por supuesto que la hay, está muy documentada y está<br />
presente, pero aquí el acento está colocado en otro ángulo del asunto: en<br />
la jerarquía interna de muchas mujeres preparadas y aptas para cargos<br />
relevantes. En su escala, es preferible una vida más modesta antes que<br />
entregar sus días a labores que se traducirían principalmente en salario<br />
alto, exposición mediática y, si tienen suerte, en uno que otro cambio en<br />
el área de su especialidad.<br />
Una cineasta alemana, Doris Dörrie, explicó convincentemente lo<br />
que en el fondo mueve a las mujeres. En su tercer cortometraje, Hombres<br />
(Männer, 1985), que se exhibió en México en una muestra de cine a fnales<br />
de los años ochenta, coloca una frase clave en el momento climático de<br />
la película:<br />
—Ya sé —dice el marido exitoso, abandonado y deseoso de entender<br />
a las mujeres—, comienzo a darme cuenta de que el hombre es lo que<br />
hace, y la mujer es lo que es, por eso antes de hacer, a ellas les interesa ser.<br />
En efecto, si una percibe que un trabajo o una relación de pareja<br />
pone en jaque la posibilidad de ser, de construir los días con satisfacción,<br />
de darles sentido, pues eso, lo que sea, lo que se oponga, pasa a segundo<br />
plano y la energía central se enfoca a continuar sintiéndonos vivas.<br />
Renunciar a un ascenso, a un trabajo, a una responsabilidad grande, le<br />
es más fácil a una mujer que a un hombre. El techo de cristal a veces lo<br />
construimos nosotras mismas. Hay casos pues, en que nadie nos discrimina,<br />
nos salimos del juego, a veces, antes de que comience.