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Género y democracia

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Efrosina Cruz Mendoza<br />

Decidí soñar con los ojos abiertos y luchar por el derecho de las<br />

mujeres y de los jóvenes a regir su propio destino, a tomar decisiones a<br />

favor de su comunidad, así como a ejercer el voto activo y pasivo en sus<br />

municipios, aunque los hombres hechos caciques les digan lo contrario y<br />

haya leyes que los amparen.<br />

Lo he hecho porque desde niña aprendí que la palabra justicia no<br />

existía en el diccionario de los usos y costumbres para las mujeres; por<br />

eso, escapé de mi pueblo a los doce años para forjarme un destino mejor y<br />

diferente al que hubiera conocido. ¿Alguien alguna vez ha tratado de frenar<br />

el cauce de un río con las manos? En estos años, he aprendido que si<br />

muchas manos se unen a esta causa, será posible transformar ese cauce y<br />

llevarlo por veredas de respeto a la igualdad y a las libertades que consagra<br />

la Constitución Política de nuestro país a toda la población mexicana.<br />

Por eso, después de egresar como contadora pública decidí regresar<br />

a mi pueblo, para trabajar al lado de mis paisanos, en contra de la pobreza,<br />

la carencia de servicios y la ausencia de garantías individuales. El 4<br />

de noviembre de 2007, con 27 años de edad, competí para ser presidenta<br />

municipal de Santa María Quiegolani, Oaxaca. Mi sueño estaba por<br />

convertirse en realidad; sin embargo, cuando la mayoría de los hombres<br />

de mi pueblo me estaban eligiendo en una asamblea comunitaria, los<br />

caciques me arrebataron ese derecho con el argumento de “ser mujer y<br />

profesionista”. Con la injusticia en los labios, “anularon” esa elección para<br />

evitar que una mujer se convirtiera en la primera presidenta municipal<br />

de Santa María Quiegolani.<br />

Por diversos medios, traté de impedir que se consumara ese atropello.<br />

Recurrí al Instituto Estatal Electoral de Oaxaca, al Congreso del estado<br />

y alcé la voz ante la sociedad oaxaqueña para denunciar ese hecho.<br />

Pero la respuesta de las autoridades fue una sola: “En tu catálogo de usos<br />

y costumbres no existe la palabra mujer; por lo tanto, no tienes ningún<br />

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