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LA EDUCACIÓN ELENA G. DE WHITE "El temor ... - Iasdsanjudas.com

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concepto fortalecía el poder del pecado. Resueltos a <strong>com</strong>placerse a sí mismos, los<br />

hombres llegaron a considerar a Dios <strong>com</strong>o semejante a ellos, es decir, <strong>com</strong>o un<br />

Ser cuya meta era la glorificación del yo, cuyas exigencias respondían a su propio<br />

placer; un Ser que elevaba o 76 abatía a los hombres según éstos contribuyeran a<br />

la realización de su propósito egoísta, o lo obstruyesen. Las clases más bajas<br />

consideraban que el Ser supremo difería poco de sus opresores, a excepción de<br />

que los sobrepujaba en poder. Estas ideas le daban su molde a toda<br />

manifestación religiosa. Cada una de ellas era un sistema de extorsión. Los<br />

adoradores trataban de congraciarse con la Deidad por medio de ofrendas y<br />

ceremonias, con el fin de asegurarse su favor para el logro de sus propios fines.<br />

Una religión que no ejercía poder sobre el corazón ni la conciencia, se reducía a<br />

una serie de ceremonias, de las cuales el hombre se cansaba y deseaba liberarse,<br />

a no ser por las ventajas que podía ofrecer. De ese modo el mal, al no ser<br />

refrenado, aumentaba, mientras disminuían el aprecio del bien y el deseo de<br />

practicarlo. Los hombres perdieron la imagen de Dios y recibieron el sello del<br />

poder demoníaco que los dominaba. Todo el mundo se iba convirtiendo en un<br />

sumidero de corrupción.<br />

Sólo había una esperanza para la especie humana, y ésta era que se pusiera<br />

nueva levadura en esa masa de elementos discordantes y corruptos; que se<br />

introdujese en la humanidad el poder de una vida nueva; que se restaurase en el<br />

mundo el conocimiento de Dios.<br />

Cristo vino para restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la<br />

enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían<br />

desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su ley, a revelar en su carácter la<br />

belleza de la santidad.<br />

Cristo vino al mundo con el amor acumulado de toda la eternidad. Al eliminar las<br />

exigencias que hacían gravosa la ley de Dios, demostró que es una ley de amor,<br />

una expresión de la bondad divina. Demostró que la obediencia a sus principios<br />

entraña la felicidad de la humanidad, y con ella la estabilidad, el mismo cimiento y<br />

la estructura de la sociedad. 77<br />

Lejos de contener requisitos arbitrarios, la ley de Dios se da a los hombres <strong>com</strong>o<br />

cerco o escudo. <strong>El</strong> que acepta sus principios es preservado del mal. La fidelidad a<br />

Dios entraña fidelidad al hombre. De ese modo la ley protege los derechos y la<br />

individualidad de cada ser humano. Prohíbe al superior oprimir, y al subalterno<br />

desobedecer. Asegura el bienestar del hombre, tanto para este mundo <strong>com</strong>o para<br />

el venidero. Para el obediente es la garantía de la vida eterna, porque expresa los<br />

principios que permanecen para siempre.<br />

Cristo vino a demostrar el valor de los principios divinos por medio de la revelación<br />

de su poder para regenerar a la especie humana. Vino a enseñar cómo se deben<br />

desarrollar y aplicar esos principios.<br />

Para el pueblo de esa época, el valor de todas las cosas lo determinaba la<br />

apariencia exterior. Al perder su poder, la religión había aumentado su pompa. Los<br />

educadores de la época trataban de imponer respeto por medio de la ostentación<br />

y el fausto. Comparada con todo esto, la vida de Cristo establecía un marcado<br />

contraste. Ponía en evidencia la falta de valor de las cosas que los hombres<br />

consideraban <strong>com</strong>o esenciales para la vida. Al nacer en el ambiente más tosco, al<br />

<strong>com</strong>partir un hogar y una vida humildes y la ocupación de un artesano, al vivir una

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