Boat Diciembre 2009 web - Archidiócesis de Toledo

364 Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo
otros nos dicen que tal apartarse de Dios no existió, es un mito/invención.
Y no hay que contar con ese dato al examinar al hombre y la mujer, la
humanidad: hay que progresar en técnica y bienes materiales; y en
modernidad: lo demás se arreglará.
La Escritura narra que, después de escuchar a los tres culpables (el
hombre, la mujer y la serpiente), Dios pronuncia la sentencia. Se esperaría
una condena a muerte, pues comer del árbol del bien y del mal significa
morir sin remedio, según Gn 2,17. Todo lo contrario: se propone un
castigo que aparece como un camino de purificación con vistas a una
salvación prometida (cfr. Gn 3,15). Claro: es que Dios, que comienza a
revelarse como el Misericordioso, se ha puesto de parte de la humanidad
contra la serpiente que recibe la maldición. La humanidad será
ciertamente herida, pero sólo en el calcañal, es decir, en una parte no
vital y fácil de curar; la serpiente, por el contrario, será herida en la cabeza,
derrotada definitivamente.
Éste es el llamado «protoevangelio», primer anuncio de la victoria del
ser humano sobre el pecado y la muerte. La victoria se atribuye al «linaje
de la mujer». La versión griega de los Setenta comprendió «linaje» en
sentido individual y el primitivo cristianismo leyó el texto en clave
mesiánica, como profecía de la encarnación de Cristo. Veremos cómo.
Hay que hacer notar el nombre nuevo que el hombre da a la mujer: Eva,
madre de los vivientes, no de los mortales.
La carta a los Efesios se abre con un himno, como si fuera el Magníficat
de san Pablo. Él, que está viviendo sus duros años de prisión por la fe, en
cuanto tiene ocasión de escribir a otros cristianos, deja brotar de su
corazón un canto de bendición y alabanza a Dios por cómo Él ha llevado
a cabo la salvación de la humanidad por Cristo. Sí, nuestro Dios es el
«Padre de nuestro Señor Jesucristo». Cristo es el único Mediador: Cristo
es el Mesías, plenitud de la espera de Israel, para ser salvado. En el himno,
en efecto, se exalta el plan de salvación, contemplado no siguiendo una
exposición ordenada y doctrinal, sino cantado y admirado en sus
múltiples facetas por quien experimenta su actuación a partir de la propia
historia personal de san Pablo.
Pero cuanto Pablo refiere de sí mismo, vale para cualquier cristiano y
de modo preeminente para María, aunque sea Inmaculada y Toda santa
(«Panghia»). Es que en Ella se realiza en plenitud el plan divino de hacernos
«santos e irreprochables ante Él por el amor», es decir, consagrados
exclusivamente a su servicio, santos en realidad. Todo esto, no por
capacidad humana, sino por puro don del «linaje de la mujer», por Cristo.
Ningún mérito, esfuerzo o ascesis podrían jamás reparar el mal que
estropeó a la humanidad desde sus raíces. La reparación del daño hecho