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María naturaleza romántica por Enrique Anderson Imbert

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Quienes parten de los conceptos europeos —clasicismo, romanticismo, parnasismo,<br />

realismo, etc.—, al querer recoger el proceso de la literatura colombiana en esos<br />

anzuelos se sienten defraudados, como el pescador con los peces que no pican. Julio<br />

Arboleda, José Eusebio Caro, Gutiérrez González, Rafael Pombo, Diego Fallon y otros<br />

del mismo período no son ni clásicos ni románticos: pertenecen más bien a una ―escuela<br />

discreta o conciliadora‖, para emplear las palabras de otro colombiano ilustre, Miguel<br />

Antonio Caro.<br />

En <strong>María</strong> son patentes los rasgos románticos: el yo de llaga viva que se crispa de dolor<br />

al menor roce con el mundo huye en busca de soledad, desespera de la vida y paso a<br />

paso se acerca al suicidio; la melancolía como blasón heráldico de una nueva<br />

aristocracia y su ejercicio caballeresco <strong>por</strong> las casas abandonadas y los sepulcros<br />

crepusculares; lo exótico, que desde la lejanía manda su luz misteriosa, y el paisaje<br />

vernáculo, tan sensitivo como el alma del poeta; la creencia de que la verdadera<br />

<strong>naturaleza</strong> humana es espontánea, sentimental y tal vez andrógina; la simpatía para lo<br />

popular y lo lugareño y la nostalgia de cuanto había sido olvidado o desdeñado <strong>por</strong> los<br />

racionalistas; una prosa de violines; los tópicos de la mujer-ángel, el amor-conocimiento<br />

de la realidad y la fatalidad-signo de lo absoluto...<br />

Pero en Isaacs esta corriente <strong>romántica</strong> no se está labrando un cauce propio, con el<br />

ímpetu desordenado de una fuerza nueva, sino que más bien parece un río al revés, un<br />

río que volviera aguas arriba, hacia su fuente. No pudo evitarlo; y fue mejor así. En el<br />

florecimiento humanista de la Colombia de entonces los prerrománticos revivían y se<br />

alzaban como maestros... Isaacs nació justamente cien años después de Bernardin de<br />

Saint.Pierre; pero su <strong>María</strong> pertenece a esa familia literaria que la novela Paul et<br />

Virginie fundó a fines del siglo XVIII 2<br />

2 La madre de Efraín le dice, refiriéndose a <strong>María</strong>: ―Sé que te ama desde que os dormía a ambos sobre<br />

mis rodillas‖ (XVII). ¿Se reconoce la misma situación novelesca de Saint-Pierre?. No digo que haya una<br />

filiación directa; aunque generalmente admitida, nunca se ha podido probar la influencia de Saint-Pierre<br />

sobre Isaacs. J. Warshaw (―Jorge Isaacs Library: liaht on two Maria problems‖, The Romanic Review,<br />

XXXII, Nueva York, 1941, 389 –98) se inclina a negarla. En el escrutinio de los libros de Efraín no<br />

aparece Paul et Virginie. ¿Acaso —como insinúa B. Sanín Cano, prólogo a Poesías de J.I., Barcelona,<br />

1920— hubo en Isaacs el propósito de omitir una fuente demasiado reveladora? No creo. Una<br />

explicación más verosímil podría ser ésta si la escena en que Carlos revisa la biblioteca de Efraín es<br />

autobiográfica (y a mi juicio lo es), Isaacs no se habría propuesto darnos allí una lista de sus autores<br />

predilectos, ni siquiera de los más famosos en los años de su adolescencia, sino de los que de veras tenía<br />

en esa ocasión que Carlos lo visitó; no mencionó a Paul et Virginie, sea <strong>por</strong>que no había poseído un<br />

ejemplar propio del libro, sea <strong>por</strong>que no lo hubiera leído en esa época, aunque lo leyera años después,<br />

antes de escribir <strong>María</strong>. No hay pruebas de que Isaacs leyera a Saint–Pierre; tampoco lo hay de que no lo<br />

leyera. Ni siquiera podemos conjeturar que se trata de un olvido (como en el caso de Lamartine, que

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