Olfato, envejecimiento fisiológico y enfermedades neurodegenerativas
Olfato, envejecimiento fisiológico y enfermedades neurodegenerativas
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OLFATO, ENVEJECIMIENTO FISIOLÓGICO Y ENFERMEDADES NEURODEGENERATIVAS:<br />
II. ENVEJECIMIENTO Y ENFERMEDADES NEURODEGENERATIVAS<br />
Resumen. Introducción. El sentido del olfato, antaño estudiado por su significado biológico y evolutivo, es hoy uno de los focos<br />
de interés en las investigaciones sobre <strong>envejecimiento</strong> normal y patológico. Los últimos desarrollos científicos apuntan a una relación<br />
inversamente proporcional entre edad y sensibilidad olfatoria. En ciertas <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>, este declive<br />
sensorial es uno de los primeros síntomas del trastorno y correlaciona con la progresión de la enfermedad. Desarrollo. Se revisan<br />
los conocimientos científicos sobre las pérdidas olfatorias en el <strong>envejecimiento</strong> y en las <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>,<br />
incidiendo especialmente en las <strong>enfermedades</strong> de Alzheimer y de Parkinson. Conclusiones. La revisión de estudios que han investigado<br />
los déficit olfatorios en el <strong>envejecimiento</strong> y en algunas <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong> ofrece resultados concluyentes<br />
sobre la presencia de estos deterioros en las fases incipientes de estos trastornos e incluso en población anciana sana. Aunque<br />
diversas causas contribuyen a estas pérdidas sensoriales en el <strong>envejecimiento</strong> <strong>fisiológico</strong>, se ha propuesto una base neurológica<br />
común para las <strong>enfermedades</strong> de Alzheimer y de Parkinson. Sin embargo, a pesar de ciertas similitudes iniciales, los déficit<br />
olfatorios mostrados en estos trastornos parecen ser cualitativamente diferentes. [REV NEUROL 2009; 49: 363-9]<br />
Palabras clave. Enfermedad de Alzheimer. Enfermedad de Parkinson. Enfermedades <strong>neurodegenerativas</strong>. Envejecimiento. <strong>Olfato</strong>.<br />
Pruebas olfatorias.<br />
INTRODUCCIÓN<br />
El objetivo de esta segunda parte es revisar los estudios que han<br />
detectado la presencia de las pérdidas sensoriales olfatorias y de<br />
neurodegeneración, así como las variables que influyen en los<br />
resultados de las diferentes pruebas, incidiendo de manera especial<br />
en las <strong>enfermedades</strong> de Alzheimer y de Parkinson.<br />
En general, se ha mostrado cómo el <strong>envejecimiento</strong> <strong>fisiológico</strong><br />
y patológico está relacionado con un declive en la identificación<br />
de olores, así como en discriminación y agudeza olfatoria.<br />
Aunque las bases de estos déficit son sensoriales, en algunas<br />
pruebas se ven implicados factores cognitivos. En algunas <strong>enfermedades</strong><br />
<strong>neurodegenerativas</strong>, como las de Alzheimer y de<br />
Parkinson, el declive olfatorio se manifiesta muy tempranamente<br />
en el transcurso de la enfermedad y revela la vulnerabilidad<br />
del sistema nervioso central a la neurodegeneración.<br />
La evaluación clínica sistemática de la función olfatoria, a la<br />
vez que aporta información válida para detectar y clasificar precozmente<br />
ciertas <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>, de forma<br />
indirecta puede también señalar la presencia de anormalidades<br />
en la integridad funcional o estructural de regiones cerebrales<br />
específicas.<br />
CAMBIOS EN LA FUNCIÓN<br />
OLFATORIA EN EL ENVEJECIMIENTO<br />
Los déficit olfatorios constituyen una constante en el <strong>envejecimiento</strong><br />
[1-3]. En un estudio con individuos entre 53-97 años, el<br />
REVISIÓN<br />
<strong>Olfato</strong>, <strong>envejecimiento</strong> <strong>fisiológico</strong> y <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>:<br />
II. Envejecimiento y <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong><br />
Aceptado tras revisión externa: 27.03.09.<br />
a Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Educación a Distancia.<br />
b<br />
Servicio de Neurología. Hospital 12 de Octubre. CIBERNET de Enfermedades<br />
Neurodegenerativas. Madrid, España.<br />
Correspondencia: Dra. Anna Fusari Santillo. Facultad de Psicología. Universidad<br />
Nacional de Educación a Distancia (UNED). Juan del Rosal, 10.<br />
E-28040 Madrid. Fax: +34 913 987 958. E-mail: ninafusari@googlemail.com<br />
© 2009, REVISTA DE NEUROLOGÍA<br />
REV NEUROL 2009; 49 (7): 363-369<br />
A. Fusari a , J.A. Molina b<br />
24% de ellos mostraba una alteración de la función olfativa [2].<br />
Se han indicado tres evidencias psicofísicas de este hecho: un<br />
incremento de los umbrales absolutos para una amplia variedad<br />
de sustancias, un decremento en percibir la intensidad de un<br />
olor y un declive en la capacidad de nombrar olores.<br />
Cain y Stevens [4] mostraron que, en el olfato, los umbrales<br />
sensoriales comienzan a debilitarse progresivamente a partir de la<br />
cuarta década de vida. Su conclusión fue que el deterioro olfativo<br />
es un aspecto normal, gradual e insidioso del <strong>envejecimiento</strong>.<br />
La causa de dicho deterioro es desconocida, e intervienen<br />
factores intrínsecos e extrínsecos. Entre los extrínsecos se pueden<br />
citar las infecciones víricas y la exposición a sustancias tóxicas<br />
a lo largo de la vida [5,6]. Entre los intrínsecos se sabe que<br />
existen cambios anatómicos y <strong>fisiológico</strong>s, tanto en el epitelio<br />
olfatorio como en el bulbo olfatorio [7,8]. Existen, por supuesto,<br />
múltiples causas patológicas capaces de causar disfunción<br />
olfatoria. Algunas de ellas se observan en la tabla.<br />
Resultados de pruebas de umbrales<br />
Las pruebas psicofísicas indican que en el <strong>envejecimiento</strong> se produce<br />
un deterioro acusado en la detección de umbrales [4,9-14],<br />
y que este declive ocurre antes y es más pronunciado en hombres<br />
que en mujeres [15]. Dicho declive se observa en un amplio<br />
rango de olores relacionados con la comida y con las sustancias<br />
volátiles. En síntesis, para la mayoría de los olores, los<br />
umbrales de detección en personas ancianas son de 2 a 15 veces<br />
más elevados que en adultos jóvenes. Otro aspecto que hay que<br />
considerar es que, entre las pruebas psicofísicas de evaluación<br />
del olfato (detección de umbrales, discriminación e identificación<br />
de olores), es la detección de umbrales la menos afectada<br />
por las pérdidas cognitivas relacionadas con la edad.<br />
Resultados de pruebas de discriminación<br />
Los ancianos también ven reducida su capacidad de discriminar<br />
entre olores de distinta cualidad en comparación con los jóvenes<br />
[13,16]. Sin embargo, conviene considerar que una de las prime-<br />
363
A. FUSARI, ET AL<br />
ras consecuencias del <strong>envejecimiento</strong> es la pérdida de volumen<br />
en los lóbulos frontales, lo que sugiere una alteración de las funciones<br />
cognitivas mediadas por esta región, como, por ejemplo,<br />
la memoria de trabajo [17,18]. De modo particular, la corteza orbitofrontal,<br />
relacionada con la tarea de discriminación olfatoria<br />
[19,20], muestra alteraciones, tanto en su estructura como en su<br />
función, y se ve así afectada por el declive cognitivo asociado a<br />
la edad [21]. La prueba de discriminación olfatoria, en la que se<br />
presenta al sujeto un pequeño número de olores (generalmente<br />
dos o tres), requiere el uso de la memoria operativa, ya que los<br />
estímulos olfatorios, al contrario de lo que sucede en la modalidad<br />
visual o auditiva, no pueden compararse simultáneamente,<br />
sino en orden secuencial. La memoria operativa es un sistema relacionado<br />
con la corteza prefrontal dorsolateral [22].<br />
A la vista de estos datos, se puede concluir que la capacidad<br />
olfatoria de las personas ancianas en esta prueba se ve afectada,<br />
en mayor o menor medida, por los cambios neuropatológicos<br />
asociados al <strong>envejecimiento</strong>, tanto por el tipo de tarea (es decir,<br />
discriminación secuencial), como por los recursos cognitivos<br />
implicados (memoria operativa).<br />
Resultados en pruebas de identificación<br />
En un intento de relacionar resultados de distintas pruebas, se<br />
ha señalado una correlación positiva entre el deterioro en identificar<br />
o reconocer olores y la elevación de los umbrales de detección<br />
[15], y se ha sugerido la posibilidad de que el déficit de<br />
identificación sea secundario al de detección, excluyendo así la<br />
implicación de una posible pérdida de memoria.<br />
Investigaciones posteriores han confirmado la existencia de<br />
un déficit en tareas de identificación olfativa en ancianos sanos<br />
[13,23,24]. Estos déficit son acusados en el 75% de los mayores<br />
de 80 años [24]. Algunos autores han señalado una amplia<br />
variación individual [25], pero otros han sugerido que dichos<br />
cambios son homogéneos a través de los diferentes olores [26].<br />
Otros estudios han mostrado heterogeneidad en los decrementos<br />
olfatorios, al menos en las fases más precoces [25,27]. Una<br />
integración de estas aportaciones, sugiere que los primeros déficit<br />
en tareas de identificación no son igual para todos los olores<br />
y, a medida que avanza la edad, hay una pérdida más general<br />
y homogénea, causada tanto por alteraciones periféricas como<br />
por las centrales en las estructuras implicadas en la función<br />
olfatoria.<br />
Respecto a la relación entre identificación olfatoria y capacidades<br />
cognitivas, se ha sugerido la implicación del lenguaje,<br />
de la memoria y de las funciones ejecutivas [28-30]. Un estudio<br />
reciente [30] muestra que la capacidad para identificar olores<br />
correlaciona moderadamente con el funcionamiento cognitivo<br />
general, especialmente con la capacidad verbal y la memoria.<br />
Esto sugiere que una correcta identificación olfatoria requiere el<br />
normal funcionamiento de las áreas temporales y límbicas.<br />
Otros estudios han mostrado que la habilidad en identificar olores<br />
está relacionada con la capacidad verbal, y es superior en<br />
mujeres que en hombres [31,32].<br />
Los datos que muestran una implicación de los procesos<br />
verbales y de memoria, junto con otros estudios en los que no se<br />
han encontrado diferencias de género en pruebas de umbrales<br />
de detección [9,33,34], permiten concluir que los déficit en identificación<br />
olfatoria no parecen secundarios al incremento de los<br />
umbrales de detección, sino más bien que ambas pruebas (detección<br />
de umbrales e identificación) parecen ser cualitativamente<br />
diferentes.<br />
364<br />
Existen datos firmes de la implicación en las tareas de identificación<br />
de olores del área de Broca [35] y del giro frontal inferior<br />
izquierdo [36].<br />
En un estudio poblacional realizado en Australia [37], la<br />
muestra se dividió en dos subgrupos de sujetos: sin medicación,<br />
no fumadores y sin problemas olfatorios (n = 485), y medicados,<br />
fumadores o con problemas olfatorios (n = 457). Los resultados<br />
mostraron un marcado declive olfatorio en el segundo<br />
grupo después de los 65 años de edad respecto al primero. Estos<br />
datos resaltan la influencia de otras variables, difíciles de controlar<br />
en los estudios sobre el olfato.<br />
LA FUNCIÓN OLFATORIA EN LAS<br />
ENFERMEDADES NEURODEGENERATIVAS<br />
Resultados en pruebas de umbrales<br />
Existe mucha evidencia de la existencia de déficit olfatorios en<br />
muchas <strong>enfermedades</strong> neurológicas; sin embargo, esto no ocurre<br />
en todas. Así, en el parkinsonismo inducido por 1-metil-4fenil<br />
1,2,3,6-tetrahidropiridina, en la esclerosis lateral amiotrófica<br />
y en las parálisis supranuclear progresiva no existen alteraciones<br />
en la agudeza olfatoria ni en la identificación de los olores<br />
[38,39].<br />
En la enfermedad de Alzheimer ha existido cierta controversia<br />
en estas pruebas de umbrales. Algunos estudios [40] mostraban<br />
una función alterada, mientras que otros [41] afirmaban que<br />
la agudeza olfatoria era normal.<br />
Trabajos posteriores, como los de Murphy et al [42], que<br />
estudiaron los umbrales olfatorios en detalle, encontraron una<br />
alta correlación entre los resultados de esta prueba y la gravedad<br />
de la demencia. Nordin y Murphy [43] evaluaron los umbrales<br />
de pacientes con deterioro cognitivo leve y también hallaron<br />
una significativa elevación de sus umbrales olfatorios.<br />
Resultados en pruebas de discriminación<br />
Si las mediciones de umbrales sensoriales están alteradas en las<br />
<strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>, todavía más lo está la capacidad<br />
de diferenciar cualitativamente entre olores. En una investigación<br />
realizada con sujetos con deterioro cognitivo ligero y pacientes<br />
con enfermedad de Alzheimer [44], los dos grupos mostraron<br />
una alteración evidente en su capacidad de diferenciar<br />
olores, discriminando menos de un 60% de estímulos presentados,<br />
frente a un 65% de tasa de acierto en la prueba de identificación.<br />
Además de la evaluación psicofísica olfatoria, los mismos<br />
pacientes mostraron déficit en potenciales evocados quimiosensoriales,<br />
con ausencia de respuesta al estímulo del compuesto.<br />
Otros estudios en el caso de la enfermedad de Parkinson han<br />
mostrado resultados semejantes [45], así como en pacientes con<br />
síndrome de Down [46] y en individuos portadores del gen de la<br />
Apo ε4 [47]. En el caso de la enfermedad de Alzheimer, dichas<br />
alteraciones pueden deberse a la afectación de la corteza orbitofrontal<br />
[48], que está implicada en la tarea de discriminación de<br />
olores [49]. Un estudio reciente [50] ha revelado déficit de discriminación<br />
olfatoria también en pacientes con demencia frontotemporal<br />
y degeneración corticobasal. En pacientes con enfermedad<br />
de Parkinson se ha encontrado una correlación entre bajas<br />
puntuaciones en pruebas de discriminación de olores y gravedad<br />
del trastorno [51], aunque se ha sugerido que la alteración en<br />
la agudeza olfatoria limita la interpretación de estos datos [52].<br />
La estimulación profunda del núcleo subtalámico mejora la discriminación<br />
entre olores en pacientes con Parkinson [53].<br />
REV NEUROL 2009; 49 (7): 363-369
Tabla. Esquema de posibles causas de trastornos olfatorios relacionados<br />
con el <strong>envejecimiento</strong>.<br />
Factores intrínsecos<br />
Alteraciones estructurales del epitelio olfatorio<br />
Alteraciones morfológicas del bulbo olfatorio<br />
Calcificación alrededor de los orificios de la placa cribiforme<br />
Factores extrínsecos<br />
Infecciones víricas (daños en el neuroepitelio)<br />
Sustancias tóxicas: algunas drogas, medicamentos y compuestos<br />
pueden alterar la sensibilidad olfativa, incluyendo el alcohol, la nicotina,<br />
solubles orgánicos y aplicaciones directas de sulfato de zinc<br />
Nutrición: deficiencia de vitaminas A-B 6-B 12, carencia de cobre y zinc,<br />
malnutrición, fallos renales, <strong>enfermedades</strong> del hígado (incluida cirrosis)<br />
Factores patológicos<br />
Traumatismo craneal (fractura frontal del cráneo,<br />
lesión occipital, fractura nasal)<br />
Los traumatismos pueden producir una acumulación de sangre<br />
y/o líquido cefalorraquídeo en la cavidad nasal, obstaculizando<br />
la entrada de los estímulos olfativos al epitelio<br />
Pueden desviar el septo nasal, alterando la entrada de aire<br />
Los cilios olfatorios pueden resultar dañados<br />
o cortados, produciendo una anosmia<br />
Enfermedades <strong>neurodegenerativas</strong>. Los procesos degenerativos<br />
del sistema nervioso central (p. ej., enfermedad de Parkinson,<br />
enfermedad de Alzheimer y <strong>envejecimiento</strong> <strong>fisiológico</strong>) causan hiposmia<br />
Trastornos neurológicos/psiquiátricos: depresión, epilepsia,<br />
esquizofrenia, síndrome de Down, sarcoidosis, lupus eritematoso<br />
Trastornos endocrinos: insuficiencia adrenocortical, síndrome<br />
de Cushing, diabetes mellitus, hipotiroidismo, amenorrea primaria,<br />
pseudohipoparatiroidismo, síndrome de Kallmann, síndrome de<br />
Turner, embarazo<br />
Neoplasmas cerebrales y meningiomas olfativos<br />
Causas iatrogénicas: rinoplastia, neurocirugía, radiación,<br />
terapia farmacológica<br />
Causas desconocidas<br />
Resultados en pruebas de identificación<br />
La mayoría de las <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong> está asociada<br />
a una peor identificación olfatoria. El complejo parkinsonismo-demencia<br />
de Guam [54] y la esclerosis lateral amiotrófica<br />
[55] se han asociado a déficit en la identificación olfatoria,<br />
aunque, como se ha comentado, los umbrales son normales. Los<br />
pacientes con parkinsonismo-demencia de Guam tienen déficit<br />
de identificación más graves que los observados en enfermos<br />
con Parkinson idiopático [54,56,57]. En la enfermedad de Alzheimer,<br />
la función olfatoria ha sido objeto de una investigación<br />
intensa y constante [39-43,58-61]. En todos los estudios, el rendimiento<br />
en pruebas de identificación olfativa estaba gravemente<br />
dañado, incluso en pacientes con deterioro cognitivo ligero<br />
[43]. También los familiares de primer grado de pacientes con<br />
enfermedad de Alzheimer, con un grupo control pareado en el<br />
University of Pennsylvania Smell Identification Test, registran<br />
puntuaciones inferiores a las del grupo control [62].<br />
OLFATO Y ENVEJECIMIENTO<br />
Estos datos sugieren que los déficit de identificación de olores<br />
se manifiestan precozmente en el transcurso de la enfermedad<br />
de Alzheimer, y pueden preceder a la disminución de la<br />
agudeza olfatoria. La alteración de la función olfatoria puede<br />
ser también un marcador del progreso de la enfermedad.<br />
La función olfatoria también se ha evaluado en otros trastornos<br />
que afectan al sistema nervioso central, como el síndrome<br />
de Kallmann, la epilepsia y la infección por virus de inmunodeficiencia<br />
adquirida, mostrándose notablemente disminuida en<br />
pruebas de identificación en todos los trastornos, especialmente<br />
en el síndrome de Kallmann [63-66].<br />
La presencia de anormalidades olfatorias tempranas en el<br />
curso de las <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong> sugiere que la<br />
evaluación clínica sistemática de esta función puede aportar información<br />
valiosa en la detección precoz y clasificación de ciertos<br />
trastornos neurodegenerativos.<br />
OLFATO Y ENFERMEDAD DE ALZHEIMER<br />
La enfermedad de Alzheimer es el trastorno neurodegenerativo<br />
más frecuente en seres humanos, y representa aproximadamente<br />
el 50% de los casos de demencia por encima de los 50 años<br />
[67]. En la enfermedad de Alzheimer, la pérdida olfatoria es<br />
prevalente (un 85-90% de los casos) y marcada (aproximadamente<br />
la mitad de la capacidad normal).<br />
Los estudios neuropatológicos sobre la disfunción olfatoria<br />
se han centrado en el epitelio y el bulbo olfatorio. Existen estudios<br />
que encuentran filamentos tau positivos y/o patológicamente<br />
fosforilados en las biopsias del epitelio olfatorio [68-<br />
70], pero otras investigaciones no han mostrado los mismos resultados<br />
[71].<br />
Por contra, en el estudio del bulbo olfatorio, estructura patológicamente<br />
dañada en la enfermedad de Alzheimer, Kovács<br />
et al [72] detectaron la presencia de ovillos neurofibrilares al<br />
comienzo de la etapa entorrinal, según la clasificación de<br />
Braak y Braak [73], y depósitos de amiloide. Las lesiones son<br />
más intensas en el núcleo olfatorio anterior y los ovillos se localizan<br />
en el bulbo olfatorio antes de afectar a la corteza entorrinal<br />
[74].<br />
En un estudio donde se correlacionaban tareas olfativas y<br />
resonancia magnética funcional [75], se demostró que la activación<br />
de la corteza orbitofrontal estaba relacionada con la del lóbulo<br />
temporal medial. Dicha activación no ocurría en pacientes<br />
con enfermedad de Alzheimer. En otro estudio también con resonancia<br />
magnética funcional, se encontró una menor activación<br />
de la amígdala, hipocampo y corteza entorrinal en pacientes<br />
con enfermedad de Alzheimer [76].<br />
En otros estudios con tomografía por emisión de positrones,<br />
se encontró una menor activación en las regiones centrales del<br />
cerebro y en el lóbulo temporal y la región frontal [77,78].<br />
La disfunción olfatoria se correlaciona con la gravedad de la<br />
enfermedad [79-84], y habitualmente el enfermo no es consciente<br />
del déficit olfatorio hasta que se le somete a pruebas regladas<br />
[85].<br />
En conclusión, los pacientes con enfermedad de Alzheimer<br />
muestran una disfunción olfatoria no total, pero sí considerable,<br />
en ambas cavidades nasales, que se halla presente en los estadios<br />
más precoces de la enfermedad [86-88], incluso en pacientes<br />
con deterioro cognitivo leve [43]. Las pruebas olfatorias<br />
también pueden ayudar al diagnóstico diferencial entre pseudodemencia<br />
depresiva y enfermedad de Alzheimer [89,90].<br />
REV NEUROL 2009; 49 (7): 363-369 365
A. FUSARI, ET AL<br />
OLFATO Y ENFERMEDAD DE PARKINSON<br />
La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo<br />
más frecuente y llega a afectar al 12% de mayores de<br />
65 años [91]. Los factores de riesgo más sólidos son la edad, como<br />
factor para padecerla, y el tabaco, como factor protector [92].<br />
La existencia de un déficit olfatorio en la enfermedad de Parkinson<br />
está bien establecida [93]. Dicho déficit es similar en las<br />
distintas formas clínicas, temblorosas y rigidoacinética [94,95],<br />
y se evidencia por puntuaciones bajas en las pruebas de detección<br />
en alrededor del 75% de los pacientes y en un deterioro en<br />
las pruebas de identificación en el 90% de los enfermos [93].<br />
Cuando se compara la disfunción olfatoria de la enfermedad<br />
de Parkinson con otros parkinsonismos, se encuentra que en la<br />
parálisis supranuclear progresiva, aunque existe una disfunción,<br />
ésta es menor [38,96], que es normal en la degeneración corticobasal<br />
[96], y que aún es peor en la enfermedad de los cuerpos<br />
de Lewy difusos [97].<br />
La base patológica de la disfunción olfatoria de la enfermedad<br />
de Parkinson parece ubicarse en la amígdala y en el bulbo<br />
olfatorio. En el caso de la primera, las lesiones son más intensas<br />
en el núcleo cortical [98,99], existe pérdida neuronal y abundantes<br />
cuerpos de Lewy, y parece ser una de las regiones más<br />
precozmente afectadas en la enfermedad de Parkinson [100].<br />
El bulbo olfatorio muestra, por el contrario, una patología<br />
uniforme, con pérdida neuronal y cuerpos de Lewy, que se extienden<br />
al núcleo olfatorio anterior y que incluyen a las células<br />
mitrales [101,102]. Se ha demostrado por parte de Braak et al<br />
que el bulbo olfatorio es el área más precoz en la formación de<br />
cuerpos de Lewy [103] (Figura).<br />
A diferencia de la enfermedad de Alzheimer, la disfunción<br />
olfatoria de la enfermedad de Parkinson no correlaciona con las<br />
etapas y duración del trastorno [93,104,105]. El tratamiento farmacológico<br />
antiparkinsoniano (levodopa y agonistas anticolinérgicos)<br />
no tiene influencia alguna sobre el déficit olfatorio<br />
[105-108]. Al igual que en la enfermedad de Alzheimer, los pacientes<br />
parkinsonianos no son conscientes de sus déficit olfatorios,<br />
que preceden a la aparición de los síntomas motores [109].<br />
Las alteraciones olfativas son más evidentes en hombres que<br />
en mujeres [110].<br />
En resumen, existe una pérdida olfativa en la enfermedad de<br />
Parkinson, el deterioro es bilateral, muy frecuente y marcado,<br />
afecta a la detección, discriminación e identificación, y precede<br />
a la fase motora de la enfermedad.<br />
CONCLUSIONES<br />
Los estudios aquí analizados convergen en indicar cómo nuestro<br />
sentido del olfato se ve afectado en el <strong>envejecimiento</strong> <strong>fisiológico</strong>,<br />
declinando progresivamente la capacidad para detector<br />
olores, diferenciarlos y reconocerlos. Estos deterioros se detectan<br />
antes en pruebas que también requieren una aportación de<br />
las capacidades cognitivas, como en la identificación y discriminación<br />
de olores. En las <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong><br />
como las de Alzheimer y Parkinson, el déficit sensorial olfatorio<br />
es muy marcado, como indica la elevación de los umbrales de<br />
detección. Los resultados de pruebas de discriminación e identificación<br />
de olores indican también que el deterioro correlaciona<br />
con la progresión de la demencia y revela una importante implicación<br />
de los factores cognitivos. Las áreas temporales y límbi-<br />
366<br />
Figura. Patología de Lewy en el bulbo olfatorio. Ampliación (×200) en alta<br />
resolución del núcleo anterior olfatorio en un paciente con enfermedad de<br />
Parkinson. Puede observarse el elevado número de cuerpos y neuritas<br />
de Lewy.<br />
cas, así como la corteza orbitofrontal, son regiones cruciales para<br />
identificar y diferenciar olores, y los resultados obtenidos con<br />
estas pruebas necesitan evaluarse consecuentemente. En ese<br />
contexto, las pruebas olfativas a utilizar deberán dirigirse al estudio<br />
del fenómeno en cuestión.<br />
El aspecto clave que emerge de las dos partes de este artículo<br />
[111] es si las pruebas olfatorias pueden utilizarse como un<br />
instrumento diagnóstico útil en la práctica clínica. ¿Puede una<br />
simple prueba olfatoria detectar un incipiente deterioro cognitivo<br />
o una enfermedad neurodegenerativa? La respuesta a esta<br />
cuestión es afirmativa. Se ha mostrado un amplio cuerpo de investigaciones,<br />
tanto neuropsicológicas como patológicas, que<br />
sugiere la conveniencia de incorporar los test olfatorios a las<br />
distintas evaluaciones clínicas. Los estudios de imágenes estructurales<br />
y funcionales confirman los resultados de tales investigaciones.<br />
¿Pueden las pruebas olfatorias diferenciar entre<br />
diagnósticos diferenciales en ciertas <strong>enfermedades</strong>? La respuesta<br />
sigue siendo afirmativa. Hay estudios que han señalado<br />
la utilidad de pruebas de identificación olfatoria en los diagnósticos<br />
diferenciales de la enfermedad de Alzheimer con el<br />
trastorno general afectivo, mientras otros han encontrado marcadas<br />
diferencias entre los resultados de distintas pruebas en<br />
pacientes con enfermedad de Parkinson y en pacientes con parálisis<br />
supranuclear progresiva y degeneración corticobasal.<br />
Esto es todavía más importante en el enfoque neurológico, porque<br />
permite estrechar el diagnóstico diferencial de un trastorno<br />
de forma muy importante, lo que conduce a un diagnóstico más<br />
rápido y eficiente de los pacientes con <strong>enfermedades</strong> <strong>neurodegenerativas</strong>.<br />
Por último, hay que matizar que las <strong>enfermedades</strong> que muestran<br />
deterioros olfativos son un grupo heterogéneo con manifestaciones<br />
clínicas solapadas. Aunque se señala la necesidad de<br />
utilizar las pruebas olfatorias para diferenciar entre diagnósticos,<br />
en España todavía carecemos de estudios clínicos normativos<br />
que hayan podido determinar la tasa de acierto diagnóstica<br />
de los distintos test comercializados. Las pruebas que vayan a<br />
utilizarse deberán elegirse cuidadosamente e interpretarse en el<br />
marco de las aportaciones neuropsicológicas más recientes.<br />
REV NEUROL 2009; 49 (7): 363-369
1. Stevens JC, Dadarwala AD. Variability of olfactory threshold and its<br />
role in assessment of aging. Percept Psychophys 1993; 54: 296-302.<br />
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OLFATO Y ENVEJECIMIENTO<br />
SENSE OF SMELL, PHYSIOLOGICAL AGEING AND NEURODEGENERATIVE DISEASES:<br />
II. AGEING AND NEURODEGENERATIVE DISEASES<br />
Summary. Introduction. The sense of smell, which was once studied because of its biological and evolutionary significance, is<br />
today one of the centres of interest in research on normal and pathological ageing. The latest scientific developments point to<br />
an inversely proportional relationship between age and olfactory sensitivity. In certain neurodegenerative diseases this<br />
sensory decline is one of the first symptoms of the disorder and is correlated with the progression of the disease. Development.<br />
In this work we are going to review the scientific knowledge on loss of sense of smell in ageing and in neurodegenerative<br />
diseases, with special attention given to Alzheimer’s and Parkinson’s diseases. Conclusions. A survey of studies that have<br />
examined the olfactory deficits in ageing and in some neurodegenerative diseases offers conclusive results about the presence<br />
of these impairments in the early stages of these disorders and even among healthy elderly persons. Although a number of<br />
causes contribute to these sensory losses in physiological ageing, a common neurological foundation has been proposed for<br />
Alzheimer's and Parkinson’s diseases. Nevertheless, despite certain initial similarities, the olfactory deficits shown in these<br />
disorders seem to be qualitatively different. [REV NEUROL 2009; 49: 363-9]<br />
Key words. Ageing. Alzheimer’s disease. Neurodegenerative disease. Olfactory tests. Parkinson’s disease. Sense of smell.<br />
REV NEUROL 2009; 49 (7): 363-369 369