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EL HOGAR Efesios 6:1-4 - Iglesia Reformada

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crimen". En otras palabras, debemos cuidarnos de no administrar el castigo máximo por todas las<br />

ofensas, grandes o pequeñas. Esto es reiterar simplemente que no debe ser algo mecánico; porque si<br />

el castigo ejecutado es desproporcional a la trasgresión, al crimen, o lo que sea, pierde toda su<br />

posibilidad de hacer bien. En ese caso será inevitable que el castigado aliente un sentimiento de<br />

injusticia, una sensación de que el castigo es demasiado severo, desproporcionado a la trasgresión y<br />

que en consecuencia constituye un acto de violencia y no un sano castigo. Inevitablemente ello<br />

produce la 'ira' que menciona el apóstol. El hijo se irrita, y siente que se trata de algo irrazonable.<br />

Aunque tal vez esté preparado a admitir cierta medida de culpa, también está totalmente seguro de<br />

que el asunto no fue tan grave. Para expresarlo de otra manera, nunca debemos humillar a otra<br />

persona. Si al castigar o administrar disciplina o corrección somos culpables de humillar al hijo,<br />

demostramos evidentemente que somos nosotros mismos quienes necesitamos ser disciplinados.<br />

¡Nunca humille a otros! Ejecute el castigo cuando es castigo lo que se requiere, pero que sea un<br />

castigo razonable basado en la comprensión. Sin embargo, no lo haga nunca de modo que el hijo se<br />

sienta pisoteado y totalmente humillado en su presencia y, lo que sería peor, en presencia de otros,<br />

con la violencia de aquella persona que está ebria; siempre debe existir esta disciplina personal, este<br />

autocontrol que capacita a una persona a mirar objetivamente la situación y reaccionar ante ella en<br />

una forma controlada v equilibrada. ¡Qué importante es esto! Incluso las naciones deben aprender<br />

esta lección. Sus conferencias fracasan porque los hombres se comportan como niños o peor; no<br />

pueden controlarse a sí mismos y reaccionan violentamente. Esta forma 'ebria' de comportarse, estas<br />

reacciones violentas son causa de guerra. Esas reacciones son las causas principales de todas las<br />

crisis en la vida en el matrimonio, en el hogar, en cada una de las esferas de la vida. Pero en ninguna<br />

parte tiene mayor importancia esta lección que en lo referido a la disciplina de nuestros hijos.<br />

En cierto sentido el segundo principio surge del primero. Si un padre va a ejercer esta disciplina en<br />

forma correcta, nunca debe ser caprichoso. No hay nada más irritante para aquel que es sometido a la<br />

disciplina que la sensación de que la otra persona es caprichosa y carente de firmeza. No hay nada<br />

más irritante para un niño que un padre cuya conducta y cuyas acciones nunca pueden ser predichas,<br />

que son volubles, y cuya actitud siempre es incierta. No hay peores padres que aquellos que un día en<br />

tono muy amable, son indulgentes y permiten que el niño haga prácticamente lo que quiera, pero que<br />

al día siguiente estalla en un ataque si el niño hace algo que no tiene mucha importancia. Tal<br />

conducta vuelve imposible la vida del niño. Una actitud caprichosa de parte del padre nuevamente<br />

indica que está como 'ebrio con vino'. Las reacciones de una persona ebria son imposibles de<br />

predecir; no se puede decir si esa persona va a estar de buen talante o de mal carácter; esa persona no<br />

es gobernada por la razón, carece de control, carece de equilibrio. Esa clase de padre, vuelvo a<br />

decirlo, fracasa en el ejercicio de una disciplina positiva y correcta, y la condición del niño se vuelve<br />

imposible. El niño es irritado y provocado a la ira, y consecuentemente carece de respecto por<br />

semejante padre.<br />

No me refiero solamente a reacciones temperamentales, sino también a la conducta. El padre que es<br />

inconsistente en su conducta realmente no puede ejercer la disciplina sobre su hijo. Un padre que un<br />

día hace algo y al día siguiente lo contrario, no es capaz de ejercer sana disciplina. Debe haber una<br />

consistencia no sólo en la reacción, sino también en la conducta y el comportamiento del padre; el<br />

padre debe tener una norma de vida, porque el hijo siempre está observando y mirando. Pero si ve<br />

que el padre es errático y que él mismo hace precisamente aquello que prohíbe al hijo, nuevamente<br />

no se puede esperar que ese hijo se beneficie de la disciplina administrada por su padre. Para que los<br />

padres ejerzan la disciplina, es preciso que no haya nada errático, caprichoso, incierto o cambiadizo<br />

en ellos.<br />

Otro principio de suprema importancia es que los padres nunca deben ser carentes de razonamiento o<br />

indispuestos a escuchar el caso del hijo. No existe nada más irritante para aquel que es sometido a la<br />

disciplina que la sensación de que todo el procedimiento es totalmente irrazonable. En otras palabras,<br />

es un padre totalmente deficiente aquel que no considera ninguna circunstancia o que no escucha<br />

ninguna posible explicación. Algunos padres y algunas madres en su deseo de ejercer la disciplina,<br />

corren el peligro de volverse totalmente irrazonables y de esa manera ellos mismos se hacen<br />

culpables de error. El informe que han recibido acerca del hijo puede estar equivocado o bien pudo<br />

haber circunstancias peculiares que ellos ignoran; pero ni siquiera permiten que el hijo exponga su<br />

posición u ofrezca algún tipo de explicación. Por supuesto, uno comprende que el hijo puede

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