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<strong>EL</strong> <strong>RINCÓN</strong> <strong>de</strong><br />
JAVIER<br />
burlar la estricta seguridad<br />
que Beatriz había organizado<br />
para recuperar a Gingo sería<br />
con la ayuda <strong>de</strong> Lyda. La bella<br />
amazona dirigía una agencia<br />
<strong>de</strong> mo<strong>de</strong>los con base en Milán,<br />
y usaba esta tapa<strong>de</strong>ra para introducir<br />
a sus agentes en<br />
algunos <strong>de</strong> los círculos más<br />
selectos <strong>de</strong>l club Dillinger.<br />
Lyda había organizado una<br />
sesión <strong>de</strong> fotografía en el<br />
centro <strong>de</strong> Madrid, exactamente<br />
por don<strong>de</strong>, en algún<br />
momento, tendría que pasar<br />
el Merce<strong>de</strong>s blindado que<br />
traería al joven Gingo a la<br />
mansión <strong>de</strong> Beatriz Jiménez<br />
<strong>de</strong> Andra<strong>de</strong>.<br />
Una vez se produjese el<br />
rescate, si es que se producía,<br />
Gingo tendría que ser<br />
ocultado durante mucho<br />
tiempo para que las fuerzas y<br />
agentes <strong>de</strong> Kara y los Dillinger<br />
no lo encontraran, al menos<br />
hasta que pudiera recibir la<br />
formación e instrucción<br />
necesaria. Había muy pocos<br />
lugares en el mundo seguros<br />
en aquellos momentos, y finalmente<br />
Gea se había<br />
<strong>de</strong>cidido por la Casa Ver<strong>de</strong>.<br />
"Sí, si hay un lugar seguro en<br />
estos momentos, es allí.<br />
Custódialo hasta que se<br />
encuentre seguro entre los<br />
muros <strong>de</strong>l monasterio, Lyda"or<strong>de</strong>nó<br />
Gea.<br />
Cada vez que <strong>de</strong>spertaba, y la<br />
luz empezaba a <strong>de</strong>spejar las<br />
tinieblas <strong>de</strong> su mente, un<br />
hombre viejo y vestido con<br />
blancas ropas se aproximaba<br />
hasta don<strong>de</strong> yacía tumbado y<br />
atado, y le introducía una jeringuilla<br />
en el brazo. Después,<br />
la oscuridad regresaba a su<br />
mente, y Gingo volvía a caer<br />
en un sueño inquieto y repleto<br />
<strong>de</strong> pesadillas. Pero cuando<br />
verda<strong>de</strong>ramente se le rompía<br />
el corazón era cuando<br />
pensaba en Poorna. La<br />
imagen <strong>de</strong> la bella joven bajo<br />
el árbol <strong>de</strong>l neem, con las<br />
manos juntas, saludando a la<br />
vida, lo confortaba, pero<br />
también lo torturaba. Algo en<br />
su interior le <strong>de</strong>cía que nunca<br />
más la volvería a ver. La<br />
profecía <strong>de</strong>l viejo árbol<br />
resonaba en su cabeza incesantemente:<br />
"nunca gozarás<br />
<strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro amor"- había<br />
dicho. Y para Gingo, el<br />
verda<strong>de</strong>ro amor se llamaba<br />
Poorna.<br />
Tres hombres aguardaban en<br />
el puerto <strong>de</strong> Barcelona la<br />
llegada <strong>de</strong> un envío muy<br />
especial. En breves momentos<br />
les traerían a Gingo, y sus<br />
ór<strong>de</strong>nes eran claras. Todo<br />
estaba preparado <strong>de</strong><br />
antemano y con minuciosidad,<br />
la meticulosidad propia <strong>de</strong><br />
Beatriz. Sin embargo, algo<br />
había sucedido que los<br />
mantenía especialmente<br />
inquietos. Habían sido informados<br />
<strong>de</strong> que el joven había<br />
intentado escapar aprovechando<br />
un instante en el que<br />
le ayudaban a evacuar. Con<br />
un brusco empujón había<br />
tirado al viejo por los suelos,<br />
pero al abrir la puerta que lo<br />
conduciría a la libertad se<br />
había topado <strong>de</strong> bruces con<br />
un hombre <strong>de</strong> extrañas<br />
facciones y piel muy oscura<br />
que lo había golpeado brutalmente<br />
en la cara. "Maldito<br />
blanco"- le había gritado<br />
antes <strong>de</strong> romperle el tabique<br />
nasal. Aquellos momentos<br />
quedarían grabados a fuego<br />
en su mente, ya que nunca<br />
antes había conocido el odio<br />
racista, y a<strong>de</strong>más había sido<br />
la primera vez que veía a un<br />
hombre <strong>de</strong> raza negra.<br />
"Trae el coche. Tenemos que<br />
llevárselo a Beatriz ¡y ya<br />
mismo!"- or<strong>de</strong>nó con firmeza<br />
el que parecía ser el jefe <strong>de</strong><br />
los tres hombres. "O.K. jefe"respondió<br />
otro. El merce<strong>de</strong>s<br />
benz <strong>de</strong> Beatriz hizo aparición<br />
en el puerto, y poco tiempo<br />
<strong>de</strong>spués unos hombres traían<br />
al joven Gingo a rastras. Su<br />
rota nariz todavía estaba<br />
manchada por restos <strong>de</strong><br />
sangre y sus pies no podían<br />
mantenerlo erguido. "Las<br />
drogas todavía hacen efecto"dijo<br />
el que parecía llevar la<br />
iniciativa. - "Ten otra dosis<br />
preparada. No quiero más<br />
sorpresas. Y ahora en<br />
marcha"- or<strong>de</strong>nó con firmeza.<br />
Metieron a Gingo en la parte<br />
trasera <strong>de</strong>l coche y sin más<br />
dilación pusieron rumbo a