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tiempo. Relató que así se encontraron<br />
a solas por primera<br />
vez, estuvieron hablando<br />
hasta el amanecer refugiándose<br />
<strong>de</strong> la lluvia bajo una<br />
lona, y se enamoraron.<br />
En la segunda versión -que<br />
saqué en claro muchos años<br />
<strong>de</strong>spués-, él había salido al no<br />
po<strong>de</strong>r conciliar el sueño, pero<br />
también a fumar un porrito<br />
que contribuyese a mitigar el<br />
insomnio o a seguir soñando<br />
<strong>de</strong>spierto con ella y su cuerpo<br />
esbelto y menudo. Entonces,<br />
Yekaterina, que ocupaba una<br />
tumbona a sus espaldas, le<br />
dio un susto <strong>de</strong> muerte saludándole<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la penumbra.<br />
Boris intentó ocultar rápidamente<br />
la evi<strong>de</strong>ncia culpable<br />
tras <strong>de</strong> sí, y disimular su<br />
zozobra habiendo sido <strong>de</strong>scubierto<br />
en una infracción por la<br />
persona <strong>de</strong> la que más<br />
ansiaba obtener aprobación. A<br />
ella le enterneció verle tan<br />
abrumado y cohibido, <strong>de</strong><br />
modo que, aunque suponía<br />
que aquello <strong>de</strong>bía ser algo<br />
prohibido, <strong>de</strong>cidió acabar con<br />
lo embarazoso <strong>de</strong> la situación,<br />
se le acercó sonriente, le quitó<br />
el cigarrito <strong>de</strong> la mano oculta<br />
tras la espalda y dio una larga<br />
calada sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarle a<br />
los ojos.<br />
Realmente pasaron horas<br />
hablando. Lo que Yekaterina<br />
obvió en la primera adaptación<br />
<strong>de</strong> la historia, y averigüé<br />
<strong>de</strong>spués, es que, al poco, ella<br />
supo que se le rendiría pasase<br />
lo que pasase, y que él se estremeció<br />
al adivinarlo en el<br />
calor y la <strong>de</strong>voción puestos en<br />
su mirada.<br />
Cuando por fin se atrevió,<br />
Boris la besó con suma <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za<br />
y ternura. Acabaron<br />
amándose con un frenesí<br />
fuera <strong>de</strong> este mundo bajo la<br />
lona <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los botes salvavidas,<br />
entre la incomodidad<br />
<strong>de</strong> sus bancos y los compartimentos<br />
con el equipo<br />
prescrito, las provisiones y el<br />
agua potable, la caña <strong>de</strong>l<br />
timón y los asi<strong>de</strong>ros.<br />
Durante las semanas que duró<br />
la travesía se encontraron en<br />
el bote todas las noches. En<br />
esos momentos no les<br />
importaba, porque el mundo<br />
se reducía a un espacio <strong>de</strong><br />
ma<strong>de</strong>ras entrecruzadas bajo<br />
una lona, mecido por el mar,<br />
pero sólo evitaron que les<br />
<strong>de</strong>scubrieran la inclemencia<br />
<strong>de</strong>l tiempo, que mantuvo la<br />
cubierta <strong>de</strong>sierta noche tras<br />
noche, y la suerte <strong>de</strong> que no<br />
pasase por allí ningún<br />
marinero <strong>de</strong> ronda. De lo<br />
contrario, y a pesar <strong>de</strong>l<br />
incesante ulular <strong>de</strong>l viento y<br />
un furioso batir <strong>de</strong> olas, cualquiera<br />
habría podido oírles<br />
reír en la plenitud <strong>de</strong>l goce,<br />
aullar, gemir, o sollozar conmovidos<br />
por la magnitud <strong>de</strong><br />
unas emociones que les<br />
henchían el alma.<br />
La <strong>de</strong>spedida fue dura. Lo<br />
<strong>de</strong>sapacible <strong>de</strong>l tiempo hizo<br />
que los hacendados interrum-<br />
relatos cannábicos<br />
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