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ciudad espejo

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escalinatas; el hombre rodeado por gentes de toda condición;<br />

el hombre obsedido por la belleza del mundo y agobiado por<br />

la infinita tristeza de la condición humana; el hombre que echa<br />

sobre sus hombros el censo de la miseria; este pobre hombre<br />

sobresaltado por su propia audiencia; tiene ¡Oh Río! que bajar<br />

hasta tus aguas para decirte:..”<br />

¡POBRES hombres!<br />

¡POBRES dioses!<br />

¡POBRE Río!<br />

¡ACUSA, acusa la audiencia!” (Ibid: 43, 45)<br />

La deriva, como modo de operar, se puede inferir de los diferentes<br />

manifiestos de la “Internacional Situacionista”. Saco algunas<br />

conclusiones: ante todo, los integrantes de este grupo pretenden definir<br />

la actividad artística como una participación inmediata en la vida, que<br />

consideran variada y apasionante, y ahí me parece que la <strong>ciudad</strong> se<br />

muestra muy generosa en posibilidades. La creatividad, entonces, son<br />

momentos transitorios y es necesario vivirlos, pero a la vez se necesita<br />

una observación consciente de estos momentos, un registro, unos mapas<br />

creativos y “raros”, para que realmente puedan convertirse en una propuesta<br />

contra-cultural o, de alguna manera, en “productivos” para un<br />

cambio de conciencia. La deriva es un recorrido “despierto” por la vida<br />

cotidiana y también por la <strong>ciudad</strong>. Es una táctica para superar, en parte,<br />

la separación que el capitalismo generalizado impuso entre el hombre y<br />

las cosas y así en esos recorridos azarosos pero conscientes, se capturan<br />

de nuevo para la percepción “situaciones”, es decir, vivencias (tiempos<br />

y espacios reales) capaces de afectar de nuevo al caminante.<br />

Los situacionistas incluso proponen un cambio en el rol del artista,<br />

para convertirlo en un investigador de la percepción, para decirlo<br />

de alguna manera. Por eso resultan tan importantes la fotografía y los<br />

mapas en talleres colectivos donde es “un trabajador necesario”, en vez<br />

de dejarlo al margen construyendo esculturas en su taller.<br />

La deriva era para unos, explícitamente, un antídoto contra el aburrimiento<br />

y, para otros, una crítica al capitalismo. A mí me parece que los<br />

recorridos que hace Iregui por Bogotá tienen que ver con la necesidad por<br />

lo menos de ampliar la descripción de una <strong>ciudad</strong> que se considera moderna,<br />

laboralmente activa y de clase alta, y resulta que Bogotá es un tejido de<br />

muchas otras clases y dinámicas. “Las derivas” de Iregui por Bogotá, son<br />

de diferente naturaleza: toma fotografías de maneras de vivir en la <strong>ciudad</strong><br />

con lenguajes superpuestos y en capas de tiempo: vendedoras de origen<br />

campesino y mercancía “made in Taiwán”; diseño rococó artesanal; el lugar<br />

donde mataron a Jorge Eliécer Gaitán, hace más de 60 años, hoy un altar<br />

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