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Viaje a la Alcarria - Portal Académico del CCH

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un adiós, que tenga usted suerte, en el que se ponen el alma y los cinco<br />

sentidos.<br />

Media legua escasa más arriba, de donde sale el camino que va a<br />

Tórto<strong>la</strong> y a Fontanar, el viajero da alcance a un carro. El viajero supo más<br />

tarde —en Cifuentes, pueblo donde aprendió muchas cosas— que a los de<br />

Torto<strong>la</strong> les l<strong>la</strong>man moros en <strong>la</strong> <strong>Alcarria</strong>, y a los de Fontanar, troncheros,<br />

porque una vez pusieron un troncho de berza por ojo a <strong>la</strong> imagen de San<br />

Matías, que es el patrón <strong>del</strong> pueblo. El carrero va dormido, y <strong>la</strong>s mu<strong>la</strong>s, de<br />

vez en cuando, meten una rueda sobre los montones de grava de <strong>la</strong> cuneta.<br />

Entonces el carrero se despierta, b<strong>la</strong>sfema, endereza el carro y se echa otra<br />

vez a dormir.<br />

—Buenas tardes.<br />

—Y calurosas, digo yo.<br />

—Usted ahí va bien.<br />

—Sí, no se va mal. ¿Quiere usted montar, si le hace avío?<br />

—Bueno, ¡si usted se empeña!<br />

El carrero detiene <strong>la</strong>s mu<strong>la</strong>s y el viajero salta al carro. El carro lleva un<br />

toldo bajo, de lona, que da un calor sofocante. El viajero invita al carrero a<br />

un trago de su cantimplora.<br />

—Buen vino.<br />

—No es malo; lo compré ahí abajo, en Taracena.<br />

Después encienden un pitillo. La l<strong>la</strong>ma <strong>del</strong> mechero, ni se mueve.<br />

En el carro van unas puertas de madera y una cama de hierro. El viajero<br />

no puede ni cambiar de postura; lleva <strong>la</strong>s piernas dob<strong>la</strong>das y <strong>la</strong> cabeza<br />

echada hacia atrás, con el morral por almohada.<br />

—¿Hasta dónde va usted?<br />

—Voy a Trijueque. Por <strong>la</strong>s mañanas bajo con leña a Guada<strong>la</strong>jara. ¿Usted<br />

va muy <strong>la</strong>rgo?<br />

—No; yo me quedo en Torija; yo quisiera dormir esta noche en Torija.<br />

—¿Y mañana?<br />

—Mañana, Dios dirá.<br />

El carrero se queda un momento pensativo.<br />

—¡Pues anda, que si se tira usted todo este chorizo andando!<br />

—Ya, ya...<br />

El carrero es un hombre joven, pequeño, curtido por el sol. Se l<strong>la</strong>ma<br />

Martín Díaz y es natural de Trijueque. Cuando toma confianza invita al<br />

viajero a cebol<strong>la</strong> y pan b<strong>la</strong>nco.<br />

—Esto es bueno para <strong>la</strong> sangre.<br />

Por <strong>la</strong> carretera pasa, en sentido contrario, un hombre viejo cabalgando<br />

una mu<strong>la</strong> torda, de patas finas y grupa recogida. El hombre lleva <strong>la</strong> cabeza y<br />

<strong>la</strong>s espaldas tapadas con una manta.<br />

—¡Buena mu<strong>la</strong>!<br />

—Eso parece.<br />

Martín Díaz es un carrero estoico y optimista, un carrero que todo lo<br />

encuentra bien. Desde Trijueque a Guada<strong>la</strong>jara y vuelta, Martín Díaz ha<br />

aprendido a ver el <strong>la</strong>do bueno de <strong>la</strong>s cosas.<br />

—Estas dos mu<strong>la</strong>s que llevo, ya van algo trabajadas, pero aún dan su<br />

juego.<br />

Martín mira para sus mu<strong>la</strong>s.<br />

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