Viaje a la Alcarria - Portal Académico del CCH
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Gargolillos con los que se topa el viajero, y tienen cara de buena gente,<br />
aunque les digan <strong>la</strong>ñas, que significa tanto como <strong>la</strong>drones, los de los otros<br />
pueblos.<br />
El viajero escucha cómo el buhonero perdió <strong>la</strong> pata.<br />
—Ya le digo. El día de San Enrique <strong>del</strong> año de <strong>la</strong> República, me dije:<br />
Estanis<strong>la</strong>o, esto hay que acabarlo. Eres un desdichado, ¿no ves que eres un<br />
desdichado? Hacía un calor que no se podía aguantar. Yo estaba en<br />
Camporreal, me acerqué hasta Arganda y me acosté en <strong>la</strong> vía. Cuando<br />
venga el tren —pensé—, Estanis<strong>la</strong>o se va para el otro mundo. Pero, ¡sí, sí!<br />
Yo estaba muy tranquilo, se lo juro, pero era mientras no venía el tren.<br />
Cuando el tren asomó yo noté como si se me soltara el vientre. Aguanté un<br />
poco, pero, cuando ya estaba encima, me dije: ¡Escapa, Estanis<strong>la</strong>o, que te<br />
trinca! Di un salto, pero <strong>la</strong> pata se quedó atrás. Si no es por unos de <strong>la</strong><br />
fábrica de azúcar que me recogieron, allí me desangro como un gorrino. Me<br />
llevaron a <strong>la</strong> casa <strong>del</strong> médico y allí me curaron y me pusieron el mote al ver<br />
cómo tenía los pantalones. Uno de los que me cogieron llevaba <strong>la</strong> pata en <strong>la</strong><br />
mano, agarrada por <strong>la</strong> bota, no hacía más que preguntar: Oiga, ¿qué hago<br />
con esto? El médico se conoce que no sabía qué hacer, porque lo único que<br />
le contestaba era: Eso se l<strong>la</strong>ma pierna, mastuerzo, eso se l<strong>la</strong>ma pierna.<br />
El viajero cree más prudente interrumpirle. El buhonero, hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong><br />
pierna que se dejó en Arganda, había adquirido un aire triste, un ademán<br />
cabizbajo.<br />
—¿Quiere usted encender otra vez <strong>la</strong> pipa?<br />
—Bueno. Oiga, ¿usted entiende de pipas?<br />
—No mucho.<br />
—Pues entonces no merece <strong>la</strong> pena que le explique nada. Bástele saber<br />
que es una Camelia de Luxe, de París de <strong>la</strong> Francia. ¡Caray con tanto<br />
ignorante! Oiga, ¿sabe usted quién me <strong>la</strong> regaló?<br />
—No.<br />
—Pues apréndalo. El general Weyler, un día en el paseo de Rosales de<br />
Madrid.<br />
El hombre miró al viajero con aire de triunfador y sonrió.<br />
—¡Je' je! ¿Con quién se había creído usted que estaba tratando?<br />
Son ya <strong>la</strong>s once de <strong>la</strong> mañana y el viajero siente hambre.<br />
—¿Me jura usted que no es de Aranzueque?<br />
—Sí, hombre, se lo juro,<br />
—¡Huy!<br />
El gorgotero se sentó en <strong>la</strong> cuneta, se desató <strong>la</strong> pata de palo y encendió<br />
<strong>la</strong> pipa.<br />
—Bien. Comamos entonces un bocado. ¿Qué quiere usted, mezc<strong>la</strong>mos o<br />
cada cual come de su macuto?<br />
—Es mejor que mezclemos, ¿no le parece?<br />
—A mí, sí. Yo creo que usted hace un mal avío, ¡pero bueno! Yo no llevo<br />
más que un pellizco de cecina.<br />
Los dos hombres comieron y bebieron <strong>del</strong> morral y de <strong>la</strong> cantimplora de<br />
quien tenía <strong>la</strong>s dos patas sanas. Parece que no pero, en el campo, sentados<br />
al borde de un camino, se ve más c<strong>la</strong>ro que en <strong>la</strong> ciudad eso de que, en el<br />
mundo. Dios ordena <strong>la</strong>s cosas con bastante sentido.<br />
El buhonero comió como un león, mientras el viajero pensaba si el<br />
hombre no sería de Aranzueque.<br />
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