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José Ignacio Fortea Pérez, Las Cortes de Castilla y León bajo los ...

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<strong>Cortes</strong>, por lo que sobraban las ciuda<strong>de</strong>s; en el segundo caso, la solución es la inversa: el<br />

reino lo formarían las ciuda<strong>de</strong>s, nunca las <strong>Cortes</strong> que no las representaban. Frente a esta<br />

discusión, se situará el rey, quien se apoya indistintamente en una u otra postura en función<br />

<strong>de</strong> sus necesida<strong>de</strong>s, apetencias y posibilida<strong>de</strong>s. El <strong>de</strong>bate sobre el reino lleva a fortalecer la<br />

figura real porque es la que persiste por encima <strong>de</strong> quiebras, concursos, bancarrotas, caídas<br />

y recuperaciones; es la única institución que aporta serenidad y estabilidad al margen <strong>de</strong><br />

<strong>Cortes</strong>, reinos, ciuda<strong>de</strong>s, procuradores y <strong>de</strong>más instancias <strong>de</strong> las que se pue<strong>de</strong> prescindir.<br />

Del rey, nunca y <strong>bajo</strong> ningún concepto. El núcleo conceptual <strong>de</strong> las <strong>Cortes</strong> mo<strong>de</strong>rnas es esta<br />

discusión compleja y multiforme que lleva a preguntarse finalmente qué era la Monarquía<br />

Hispánica, qué piezas la componían y cómo pergeñaban esa composición, cómo se articulaban<br />

las mismas, cuál era su esencia, qué rasgos la diferenciaban <strong>de</strong> otras experiencias<br />

políticas similares y coetáneas.<br />

Siguiendo un estricto guión cronológico y entrando ya en materia propiamente dicha, <strong>los</strong><br />

dos primeros tra<strong>bajo</strong>s con <strong>los</strong> que arranca el libro [I. <strong>Las</strong> <strong>Cortes</strong> <strong>de</strong> <strong>Castilla</strong> en la encrucijada<br />

<strong>de</strong>l Imperio (1518-1536), pp. 51-83; y II. Toledo, 1538: ¿unas <strong>Cortes</strong> <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s?<br />

(1537-1555)] nos sitúan en el primer reinado, el <strong>de</strong> Car<strong>los</strong> I, cuando se comienzan a sentar<br />

las bases <strong>de</strong>l sistema político-financiero en toda su complejidad que será adoptado en esos<br />

dos primeros sig<strong>los</strong> mo<strong>de</strong>rnos. El A. quiere eludir una sensación <strong>de</strong> cesura histórica en este<br />

reinado respecto <strong>de</strong> las <strong>Cortes</strong> anteriores, aunque no llega a conseguirlo. Faltan prece<strong>de</strong>ntes<br />

necesarios que no se invocan. No es tiempo fácil para la Corona en ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> sentidos.<br />

Pensemos en el experimento imperial, en la expansión americana, en la puesta en marcha<br />

<strong>de</strong> un complejo aparato <strong>de</strong> gobierno con nuevos Consejos, en las Comunida<strong>de</strong>s y en la<br />

sucesiva reacción regia. Sin embargo, Car<strong>los</strong> no es el aniquilador, ni mucho menos, <strong>de</strong> las<br />

<strong>Cortes</strong>, ni el instaurador <strong>de</strong> un terrible <strong>de</strong>spotismo autoritario que lamina la capacidad e<br />

iniciativa <strong>de</strong> aquéllas. La cuestión <strong>de</strong> <strong>los</strong> po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> <strong>los</strong> procuradores o el estilo <strong>de</strong> sesiones<br />

<strong>de</strong> las <strong>Cortes</strong> lo prueban <strong>de</strong> modo fehaciente. Su <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, en caso <strong>de</strong> existir, vendría <strong>de</strong><br />

antes y otros serían <strong>los</strong> responsables <strong>de</strong> su ruina. Car<strong>los</strong> I acu<strong>de</strong> a las <strong>Cortes</strong> con relativa<br />

frecuencia en su reinado y las escucha con atención. Buena parte <strong>de</strong> las peticiones y capítu<strong>los</strong><br />

presentados en ellas fueron convertidos por el monarca-emperador en leyes, lo que dice<br />

mucho <strong>de</strong> la continua labor <strong>de</strong> esas <strong>Cortes</strong> y <strong>de</strong> la tolerancia <strong>de</strong>l rey, dispuesto a asumir lo<br />

que se le propone, incluso en el caso extremo <strong>de</strong> las celebradas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las Comunida<strong>de</strong>s,<br />

cuya Ley Perpetua fue aceptada en parte. Acaso un espejismo medieval, alimentado<br />

por la historiografía <strong>de</strong>l siglo XIX, habría llevado a creer que las <strong>Cortes</strong> eran una instancia<br />

política imprescindible en todos <strong>los</strong> campos, cuyo parecer <strong>de</strong>bía ser escuchado siempre, y<br />

no era así en realidad, ni lo había sido en la Baja Edad Media. Los monarcas débiles <strong>de</strong>l<br />

siglo XV habrían provocado un sobredimensionamiento <strong>de</strong> las <strong>Cortes</strong> que no se encontraba<br />

entre <strong>los</strong> cometidos iniciales <strong>de</strong> la institución. Recuperado el pulso <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r real, se vuelve<br />

a la posición mediadora que le habría sido consustancial <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus inicios. Ni <strong>los</strong> Reyes<br />

Católicos, ni Car<strong>los</strong> I <strong>de</strong>smontan o cambian sustancialmente nada, sino que reconducen la<br />

dinámica <strong>de</strong> la institución a sus mo<strong>de</strong>stos perfiles originarios. A Car<strong>los</strong> le <strong>de</strong>bemos, con<br />

ocasión <strong>de</strong> su elección como emperador, unas pautas <strong>de</strong> conducta que marcan ten<strong>de</strong>ncia y<br />

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