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ROLAND BAINTON - LUTERO - Escritura y Verdad

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decirle que era irrazonable cortar una amistad por el mero hecho de que el amigo estrangulara a<br />

su mujer o hijo. Negar a Dios en un punto es atacar a Dios en todos. También la exclusividad que<br />

Lutero asignaba al cristianismo significaba necesariamente el rechazo de otras religiones, tales<br />

como el judaísmo. Podría o no ser caritativo con los adoradores de falsos dioses, pero nunca<br />

podía condonar su error. Tampoco podía sentirse benévolamente dispuesto hacia aquellos que<br />

menospreciaban las <strong>Escritura</strong>s y los Sacramentos o los interpretaban torcidamente en sus juicios.<br />

La amenaza a la moral<br />

En el campo de la moral muchos sentían que su preocupación por la religión era peligrosa.<br />

Se consideraba particularmente que su insistencia en que la buena conducta no constituye ningún<br />

derecho sobre Dios era destructora del motivo más poderoso de la buena conducta. Se le hacía a<br />

Lutero la misma objeción que a Pablo: si somos salvados, no por los méritos, sino por la<br />

misericordia de Dios, "pequemos, para que la gracia abunde". Tanto Pablo como Lutero<br />

respondieron: "Dios no lo permita." Y cualquiera que haya seguido de cerca a Lutero sabrá que<br />

estaba muy lejos de ser indiferente en lo moral. Sin embargo, el cargo no era del todo errado.<br />

Lutero a veces decía cosas que enfáticamente sonaban subversivas en lo moral. El ejemplo<br />

clásico es el notorio pecca fortiter: "Pecad todo lo que podáis. Dios puede perdonar solamente a<br />

un vigoroso pecador." Hacer de esto el resumen de la ética de Lutero es una burda injusticia<br />

porque se trata de un exabrupto, una chanza al anémico Melanchton, que se hallaba en un aprieto<br />

por escrúpulos de conciencia. El consejo de Lutero era esencialmente el mismo que le diera a él<br />

Staupitz, quien le dijo que antes de acudir tan frecuentemente al confesonario debía ir y cometer<br />

un verdadero pecado, por ejemplo un parricidio. Staupitz por cierto que no estaba aconsejando a<br />

Lutero que asesinara a su padre, y Lutero sabía bien que su chanza no induciría al impecable<br />

Melanchton a tirar por la borda los Diez Mandamientos. Lutero decía simplemente que quizá<br />

pudiera hacerle bien echar a perder, por una vez, sus antecedentes.<br />

Este es un punto que a veces exponía Lutero: que se necesitaba un pecado como medicina<br />

para curar otro. Una foja sin mácula engendra el peor de los pecados: el orgullo. Por lo tanto, una<br />

caída de vez en cuando conduce a la humildad. Pero los únicos pecados que Lutero recomendaba<br />

realmente para manchar una foja eran comer, beber y dormir en demasía. Esos excesos<br />

dominados podrían ser utilizados como un antídoto para la arrogancia.<br />

Sin embargo, a veces realmente decía cosas que tenían un tono poco ético, como ser que<br />

las buenas obras sin fe son "pecados ociosos y condenables". Erasmo se horrorizaba de ver así<br />

estigmatizadas la integridad y la decencia. Pero Lutero nunca quiso decir que desde el punto de<br />

vista social la decencia no sea mejor que la indecencia. Lo que quería decir era que la decencia<br />

del hombre que se comporta bien simplemente por temor de dañar su reputación, es a los ojos de<br />

Dios un pecado condenable y ocioso, mucho peor que la indecencia del pecador contrito. La<br />

afirmación de Lutero no es más que una versión característicamente paradójica de la parábola del<br />

publicano penitente.<br />

Pero quizá la amenaza más profunda de Lutero a la moral esté en su rescate de la moral.<br />

No aceptaba ninguna atenuación de las terribles exigencias del Nuevo Testamento. Cristo dijo:<br />

"Dad vuestra capa; no os preocupéis por el mañana; cuando os golpeen presentad la otra mejilla;<br />

vended todo y dad a los pobres; abandona padre y madre, esposa e hijos." La Iglesia Católica de<br />

la Edad Media tenía varios modos de atenuar lo inexorable. Una de ellas era distinguir entre<br />

cristianos y cristianos, y asignar solamente a las almas heroicas los preceptos más arduos del<br />

Evangelio. Los consejos de perfección eran consignados al monasticismo. Lutero cerró esta<br />

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