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ROLAND BAINTON - LUTERO - Escritura y Verdad

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la mesa de los hijos. Tomó a Cristo con sus propias palabras. Entonces Él no la trató como un<br />

perro sino como a un hijo de Israel.<br />

Todo esto está escrito para nuestro consuelo, para que podamos ver cómo<br />

esconde Dios su faz y que no debemos proceder de acuerdo con nuestros sentimientos,<br />

sino de acuerdo con su Palabra. Todas las respuestas de Cristo parecían un no, pero él<br />

no quería decir no. No había dicho que ella no era de la casa de Israel. No había dicho<br />

que ella era un perro. No había dicho que no. Sin embargo, todas sus respuestas parecían<br />

más negativas que afirmativas. Esto muestra cómo nuestro corazón cae en la<br />

desesperación. No ve nada más que una clara negativa. Por eso es necesario volverse al<br />

sí profundamente escondido bajo el no, y atenerse con fe firme a la palabra de Dios.<br />

El camino indirecto<br />

A veces, sin embargo, Lutero aconsejaba no intentar abrirse camino luchando. "No<br />

discutáis con el diablo —solía decir—. Él tiene cinco mil años de experiencia. Ha probado todas<br />

las artimañas con Adán, Abraham y David y conoce exactamente los puntos débiles." Además, es<br />

persistente. Si no consigue abatiros en el primer asalto, empezará un verdadero sitio de atrición<br />

hasta que os deis por vencidos de puro agotados. Lo mejor es alejar todo el asunto. Buscad<br />

compañía y discutid algún asunto irrelevante, como, por ejemplo, lo que está sucediendo en<br />

Venecia. Huid de la soledad. "Las dificultades empezaron para Eva mientras caminaba sola en el<br />

jardín. Yo he sufrido mis peores tentaciones cuando estaba solo." Buscad algún hermano<br />

cristiano, algún sabio consejero. Resguardaos con la hermandad de la Iglesia. Luego, además,<br />

buscad compañía alegre, compañía femenina, convites, danzas, alegría y canto. Comed y bebed<br />

aunque el alimento sea desagradable. El ayuno es el peor expediente. Una vez Lutero dio tres<br />

reglas para disipar el abatimiento: la primera es la fe en Cristo, la segunda es encolerizarse y la<br />

tercera es el amor de una mujer. Recomienda especialmente la música. El Demonio la odia<br />

porque no puede soportar la alegría. El médico de Lutero relata que en una oportunidad llegó con<br />

unos amigos para una velada musical y encontraron a Lutero desfalleciente; pero cuando los otros<br />

empezaron a cantar, pronto fue él uno de la partida. La vida hogareña era un consuelo y una distracción.<br />

También lo era la presencia de su esposa cuando el Demonio lo asaltaba en las vigilias<br />

nocturnas. "Entonces me vuelvo a mi Katie y le digo: 'Perdóname por tener tales tentaciones, y<br />

hazme volver de tan vanas vejaciones.'" El trabajo manual era un alivio. Una buena forma de<br />

exorcizar al Demonio, aconsejaba Lutero, es ensillar el caballo y desparramar abono por los<br />

campos. Con todos estos consejos de huir de la refriega, Lutero en cierto modo prescribía la fe<br />

como una cura para la falta de fe. Abandonar la discusión es, en sí mismo, un acto de fe<br />

semejante a la Gelassenheit de los místicos, una expresión de confianza en el poder restaurador<br />

de Dios, que actúa en el subconsciente mientras el hombre se ocupa de cosas ajenas a ello.<br />

Esto explica por qué a Lutero le gustaba observar a los que viven gozosamente, como los<br />

pájaros y los niños. Viendo mamar a su pequeño Martín, dijo: "Hijo, tus enemigos son el papa,<br />

los obispos, el duque Jorge, Fernando y el Demonio. Y allí estás, chupando<br />

despreocupadamente." Cuando Anastasia, que tenía entonces cuatro años, parloteaba acerca de<br />

Cristo, ángeles y cielo, Lutero dijo: "Mi querida niña, ¡si sólo pudiéramos asirnos a esa fe!"<br />

—¡Cómo, papá! —le dijo ella—, ¿tú no lo crees? Y Lutero comentaba:<br />

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