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— lio —<br />
si, sino del comercio ordinario. Preguntemos'<br />
le á un enamorado si entiende lo que le dic*<br />
su amada con los ojos; preguntémosle á, un*<br />
madre si entiende por la mirada el raalestaf<br />
que aqueja á su hijo; preguntémonos á noso'<br />
tros mismos si no somos capaces de refleja^<br />
con la vista el amor, el odio, el desinterés, el<br />
carño, la astucia ó la avaricia, y si no enteo'<br />
deremos en otros esas mismas manifestaciones.<br />
Luego la conclusión es exacta.<br />
Pero aquí hay que estudiar un problema-<br />
Se comprende que la sugestión repetida io'<br />
culque una idea que acabe por formar estado;<br />
no se comprende de primera intencióii<br />
que la mirada llegue á los mismos efectos.<br />
¿Cuál, pues, puede ser el proceso involutivo<br />
que sigaV<br />
Notemos una cosa: el efecto que en nosotros<br />
produce toda mirada. Al parecer, nada<br />
material nos envía el que nos mira con odio,<br />
con amor, con interés, con imperio, etc., y<br />
sin embarfío, sentimos horripilación; terror,<br />
bienestar, atracción, sumisión, respeto, cólera,<br />
indiferencia y otros mil estados de ánimo,<br />
según la mirada, que se inician en nosotros<br />
por una involuntaria conmoción y que terminan<br />
con otra conmocióü semejante. «Esa mi-