CÁDIZ, PLEAMAR DE ESENCIAS - Narciso Climent Buzón

Cádiz, Pleamar de Esencias. Narciso Climent Buzón
y, al abrazarlas, olían al arcano de la primavera.
Sintió Guadalete tentación de quedarse en Bornos;
cálidos eran los requiebros amorosos que le dirigieron:
el lago le prometió verde cuna de lunas eternas,
las ninfas de Carija empezaron a trenzarle
una corona de palomas y suspiros...
pero... él olía un Atlántico inmenso,
galán de jaca ancestral y de noches de antiguas lunas.
Eran tan fuertes los latidos de las algas solitarias
y los repiques de las campanas de agua
de los viejos fortines universalizados,
que el Guadalete, cansado,
siguió caminando
sobre ruedas de tulipanes de umbría negra.
Unas campanas de historia sonaban a lo lejos,
mientras una roca inmensa, luminosa, tajada,
acariciaba un pueblo sacado del olimpo donde moran los duendes.
Arcos, nido de Dios, bello lugar para el descanso.
Un nuevo caminante, un viejo amigo en el encuentro,
pasión perfecta,
canal de soledad y perfecto remanso.
Ya junto a él está Majaceite, el serrano,
cargado de viejos olivos
y ojos de hurones de líricos hastíos blancos.
De su paso por Algar trae una cesta
de penas vestidas de agua, de misterios de soterradas cavernas
y de cantarinas sonatas.
Se juntan los viejos amigos,
se hacen uno en el abrazo,
al sur, al sur de Arcos.
-82-