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001-344 Goethe y Schiller.qxd:Maquetación 1 - Tusquets Editores

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de Württemberg. Corría entonces por boca de todos la historia<br />

del escritor y antiguo organista Christian Friedrich Daniel<br />

Schubart. Éste, desde la ciudad imperial de Ulm, se había encarado<br />

con el duque Karl Eugen, censurándolo por la venta de los<br />

hijos de los habitantes de Württemberg a Inglaterra para las guerras<br />

coloniales, y se había burlado de Franziska von Hohenheim,<br />

amante del duque, calificándola de «despabiladeras» que arden<br />

y despiden mal olor. 6 Con falsas promesas, atrajeron a Schubart<br />

a Württemberg y allí lo apresaron. Cuando en febrero de 1777<br />

Schubart fue arrojado a un calabozo en el Alto Asperg, el duque<br />

quiso estar presente junto a Franziska; los dos ofendidos no querían<br />

perderse esta satisfacción.<br />

Los sucesos aún estaban frescos en el recuerdo, y Schubart<br />

seguía en el húmedo calabozo como prisionero personal del duque;<br />

no podía leer ni escribir, y tampoco recibir visita alguna;<br />

pero su fama creció en toda Alemania como mártir de la libertad<br />

de palabra. Se cursaron peticiones y se redactaron poemas en<br />

honor del cautivo y amigo de la libertad. En la lejana ciudad de<br />

Weimar, Herder intercedió a favor de Schubart y en las Cartas<br />

sobre el progreso de la humanidad le atribuyó un puesto de honor<br />

en la galería de héroes que habían luchado por la libertad y la<br />

humanidad.<br />

La esposa de Schubart esperaba recibir ayuda de <strong>Goethe</strong>:<br />

«¡Dios!, pensaba yo, quizá sea él un instrumento divino para granjearnos<br />

amigos.» 7 A través de un intermediario, se acercó a <strong>Goethe</strong>,<br />

que se mostró dispuesto a ponerse en contacto con la mujer, pero<br />

el encuentro no llegó a producirse. Karl Eugen levantó una pantalla<br />

de aislamiento en torno a <strong>Goethe</strong>. Helene Schubart estaba<br />

desesperada. «Mi corazón habla en voz alta con él y, sin embargo,<br />

en sus circunstancias no puedo osar visitarlo...» 8 Los estudiantes,<br />

casi todos «enardecidos» a favor de Schubart, esperaban<br />

mucho de la ayuda de <strong>Goethe</strong>. De hecho, poco después, las<br />

condiciones de la prisión de Schubart se aligeraron. Lo cual, sin<br />

duda, nada tenía que ver con <strong>Goethe</strong>, cuyo peso político sobrevaloraron<br />

con toda seguridad sus admiradores.<br />

«<strong>Goethe</strong> era nuestro Dios», 9 recuerda Georg Friedrich Scharffenstein,<br />

compañero de <strong>Schiller</strong>. Con la aparición de la obra tea -<br />

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