Valores Como has de estar aburrido te voy a leer las Crónicas de Narnia. Yo no podía contestar porque tenía un <strong>tu</strong>bo en la boca. Luego dijo: Como no te está interesando mucho te voy a leer otra cosa… Pensé: “El Señor de los anillos”. Los recados de las personas que te quieren. Fueron dosis de “<strong>vida</strong>”. Comprendí que tenía que luchar y regresar por ellos. Me escribieron primos, abuelos y amigos que tenía años de no ver. Una amiga de mi mamá me escribió en <strong>una</strong> hoja verde fosforescente con letras grandes: “Nada puede pasarme que Dios no permita, y todo lo que Dios quiere, por más malo que me parezca, es lo mejor para mí”, Tomás Moro. Al principio no entendí la frase. Después de releerla pensé que todo esto podría tener un sentido, pero que no me iba a esforzar por desvelarlo, con sólo saber que había un sentido me quedé más tranquilo. Pensé: Hay algo trascendente, algo que tiene que ver con mi alma. En la escuela me habían dicho que somos cuerpo y alma, que aunque mi cuerpo en ese momento no funcionara, mi alma podía volar. Eso fue lo que me permitió salir adelante. Luego me dio neumonía provocada por <strong>una</strong> bacteria, típica de hospital, resistente a muchos antibióticos; la infectóloga que me atendió es excelente y logró sacarme de ella. Después me salieron llagas y me cuestioné “¿quieres vivir, sí o no?” Sí. Respiraba por el cuello. Nunca me había parado a considerar la belleza que es respirar. Me costó un mes recuperar la respiración normal sin horas de descanso. No se movían los músculos del diafragma, pero después de un mes, inexplicablemente, se empezó a mover. Otro reto fue ponerme en posición vertical, lo logré en tres semanas. Luego empezó la rehabilitación ya que al principio sólo movía los hombros. Hice rehabilitación ocho horas diarias, iba al gimnasio del hospital. Recuperé el movimiento del bíceps y del tríceps, pero no el de los dedos. Otro reto era hacer <strong>vida</strong> normal. Tenía que aprender a comer, a bañarme, a cepillarme los dientes. Somos seres necesitados de los demás. Me ayudan y ayudo, no quiero ser terco. Sale la opor<strong>tu</strong>nidad de ir a Phoenix, Estados Unidos, a hacer rehabilitación. El accidente fue en enero, me fui allá en oc<strong>tu</strong>bre. Allí no consienten a los enfermos para que se den cuenta de que pueden hacer más cosas de las que piensan. Allá, a las 9 p.m. las luces y los televisores se apagan porque el enfermo tiene que estar listo temprano para la rehabilitación. Ofrecen baño cada tercer día. Es<strong>tu</strong>ve 48 días allá. Conocí gente igual que yo, que lleva <strong>una</strong> <strong>vida</strong> normal. Me enfrentaron con mi discapacidad. Regresé el 8 de diciembre. Me topo con <strong>una</strong> carta que me enviaba el Prelado del Opus Dei, desde Roma. Llegó en un momento clave. Decía más o menos lo siguiente: <strong>Familia</strong> 34 revistafamilia.com.mx “Queridísimo José. Estoy enterado de los detalles de <strong>tu</strong> accidente y quiero decirte que te acompaño con mucho cariño. Jesús te quiere mucho, y como te quiere con locura, pasa muy cerca de ti con la Cruz y te pide que le acompañes en ese camino”. A lo largo de este camino, La Obra (Opus Dei) jugó un papel importante porque me acompañaron y se preocuparon de que no me faltara la medicina del alma. Regresé a México. Mi abuela me recibió con mi comida favorita: albóndigas, porque es lo que más me gusta, y empecé a trabajar en la universidad como adjunto de Fisiopatología y Propedéutica. Acabé la carrera como médico general a base de mucho empeño y apoyo de familia, maestros y colegas. El siguiente paso es la especialidad. Hice el Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas en septiembre y fui aceptado. Entraré a es<strong>tu</strong>diar al Insti<strong>tu</strong>to Nacional de Psiquiatría. Para terminar quisiera recalcar tres ideas: 1) Todos tenemos problemas de todo tipo, la adversidad es parte de la <strong>vida</strong>. Si no es en el trabajo, son problemas económicos o con el novio(a), o de otro tipo. No debemos huirle a la adversidad, hay que enfrentarla y ver en los problemas <strong>una</strong> opor<strong>tu</strong>nidad de crecimiento personal y espiri<strong>tu</strong>al, para de esta manera dejar de tener problemas; sin importar el tamaño de la contrariedad, no todo está perdido, hay que tener esperanza. Las escul<strong>tu</strong>ras se hacen a base de cincelazos. A todos nos tocan ciertas dosis de dolor. A todos nos cae un camión de basura tarde o temprano, es decir, nos llega la adversidad. Ver lo positivo de nuestra <strong>vida</strong> ordinaria es <strong>una</strong> decisión que está en nuestras manos. 2) Tenemos que ser personas responsables. Una mala acción tiene repercusiones que con frecuencia no se pueden medir. Mi accidente fue fruto de <strong>una</strong> mala decisión tomada en un segundo. El chofer del camión de basura, iba hablando por celular y discutiendo con alguien. Él perdió la <strong>vida</strong> en el accidente y yo la movilidad. 3) A base de oración humilde y trabajo se llega a aceptar la voluntad divina cuando ésta no coincide con la nuestra. Un buen amigo (Fritz Thompson), quien sufrió hace algunos años un accidente similar me dijo: “No cuestiones las decisiones de Dios, dales entrada a <strong>tu</strong> corazón y construye con ellas”. José Villela Médico general, fu<strong>tu</strong>ro psiquiatra.
evistafamilia.com.mx <strong>Familia</strong> 35