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del puerto de Montevideo, en parte traída por marineros negros provenientes de Cuba.<br />
El guitarrista Numa Moraes dice: “Con la gran cantidad de inmigración que vino a esta<br />
zona de Europa, ahí llegó el acordeón de doble hilera, y con el acordeón una cantidad de ritmos<br />
y formas musicales que se hicieron y que son lo que nosotros llamamos nuestro folklore. . . . La<br />
guitarra fue el otro instrumento fundamental que se arraigó en el país. . . . Es un país en [el] cual el<br />
acordeón y la guitarra son fundamentales, y después la música traída por los negros esclavos. . . .<br />
Esa música es fundamental y se ha mezclado con las otras formas nuestras, y . . . da una particularidad<br />
a la música de nuestro país muy grande. Es un país muy chiquito pero tiene una gran<br />
variedad en cuanto a ritmos, en cuanto a colores en su música”.<br />
A finales del siglo XIX, los bailes “acriollados” de pareja como polca, vals, mazurca, habanera,<br />
y chotis iban desplazando a las formas coloniales más antiguas como pericón, y media caña<br />
en las zonas rurales de Uruguay. Este cambio fue una expresión de la dinámica social cambiante<br />
de la época, alimentada por el avance del ferrocarril al interior de Uruguay, la progresiva modernización<br />
de la economía rural, el gran flujo de inmigrantes de Europa (principalmente de España<br />
e Italia), y la fabricación industrial y comercialización internacional de los acordones de botón,<br />
especialmente por compañías alemanas como Hohner.<br />
Ayestarán afirma que 1852 fue la fecha en que el acordeón de botón fue introducido al<br />
Uruguay. Estaba compuesto de una hilera de botones. Más tarde llegó la versión de dos hileras<br />
de botones y ocho bajos, que se convirtió en el modelo preferido por los músicos rurales de<br />
Uruguay. A principios del siglo XX el bandoneón—de mayor complejidad—empezó a difundirse por<br />
medio de tiendas y casas de música en Montevideo y en las ciudades limítrofes con la Argentina.<br />
El bandoneón brindaba más posibilidades armónicas y melódicas, con setenta y un botones<br />
bisonoros, que como con el acordeón de botón, cada botón individual produce dos tonos distintos<br />
según si el músico esté cerrando o abriendo el fuelle. En las zonas rurales del Uruguay, el<br />
acordeón de botón y el bandoneón los tocaban hombres y mujeres de todas las razas y etnias.<br />
Walter Roldán, nacido en 1943, se crió en el departamento norteño de Tacuarembó, y es<br />
heredero de una rica tradición familiar multi-generacional de acordeonistas y músicos. Su padre,<br />
Otilio Roldán, nació en Puntas de Arerunguá y se crió en Colonia Lavalleja, ambas pequeñas<br />
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