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Al llegar a una zona desértica subtropical descubrieron los andrónidos. Y tras muchos estudios decidieron que
el andrónido seria su instrumento transformador del planeta. Era el ser vivo más potente de los que encontraron.
Mientras comenzaban el estudio detallado de la biología del planeta, construyeron una serie de laboratorios,
pistas de aterrizaje y centros de telecomunicaciones en forma de pirámides cónicas o gigantescos patrones
geográficos que los primitivos atribuyeron a los dioses. Así empezó irónicamente el culto al escarabajo gigante
que duró más de dos mil años. Se fueron a una de las muchas islas que salpicaban aquel planeta líquido y
mediante ingeniería genética crearon al “expoliador”, al que ellos llamaban la Herramienta. No fue muy difícil
puesto que la transformación a realizar era pequeña, y lo único que había que hacer era condicionar el
comportamiento y crear un ser (como antes no había en el planeta) que se sintiese obligado de progresar, que
su curiosidad no pudiese ser satisfecha sólo para el conocimiento y la adaptación, sino que siempre insatisfecho,
utilizaría todas sus cualidades para aumentar su patrimonio.
En alguno de los 46 pares de cromosomas depositaron un gen dominante y que iba expandirse con 100% de
éxito, simple y estable, bastante libre de posibles mutaciones, o al menos eso creían, pero afortunadamente,
para los habitantes del Planeta Naranja, su robustez, la de ese gen, no era tanta, lo que dio, muchos años más
tarde, espacio para la esperanza.