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Al final los andródinos entendieron suficientemente la situación. Habían pasado unas cuantas décadas en el
proceso de descubrimiento. La hormona supresora de la fertilidad iba pronto a mitigar su efecto y asistidos por
las técnicas médicas las más y los más jóvenes, que no tanto, de la población, estaban a punto de estar en
época reproductiva de nuevo, y eran muchos.
Al principio algunos propusieron, dentro de la rabia esperable, analizar, detectar y ejecutar a los portadores del
gen expoliador. Pero eso era muy complicado. Hay genes que se esconden en el genoma, que están latentes.
Además, podía ser que transportadores del gen resultasen ser una parte significativa de la población, y
evidentemente, no iban a dejarse exterminar pacíficamente. Además no eran asesinos. Siguieron pensando,
la mutación inducida era artificial y en términos evolutivos, reciente. Esa era su debilidad. Las mutaciones
provocan enlaces entre las cadenas de ADN que a veces son frágiles. El azar propone y la naturaleza selecciona.
Hay genes que se borran. Hay que entender que el genoma, a parte de tener la cadena de ADN, esta
empaquetado entre proteínas que estabilizan, controlan y reparan su estructura. Secuencias extrañas pueden
carecer de todos esos asistentes. Llegaron rápido a una conclusión: sólo permitirían la reproducción interracial
para hibridar al máximo el genoma, recuperar la esencia previa a la mutación extra-terrestre y diluir hasta la
inocuidad el gen envenenado. El sexo sería libre pero a la hora de reproducirse, una agencia buscaría como
pareja al individuo más remoto del planeta, para fecundarse. Si el Planeta Naranja seguía siendo naranja,
entonces sería hostil a los insectianos, y no seria difícil rechazarlos.
De todas maneras, los insectianos en masa nunca embarcaron camino de ningún otro planeta, poco antes de
la fecha señalada, colisiones vecinas generaron tal cantidad de cometas, asteroides y meteoritos que mucho
antes de la esperada Gran Colisión su planeta fue destruido, fraccionado, y su civilización desintegrada. Una
avanzadilla que siempre permanecía en alerta por prudencia, logró escapar y llegar al Planeta Naranja, pero
su alta concentración de oxígeno y su baja temperatura no permitió que despertasen del letargo del largo viaje.
Un día los andródinos presenciaron cientos de capullos gigantes con insectos extraterrestres dentro cayendo
muertos del cielo.
Mientras tanto nacían y morían estrellas, nacían y morían planetas por todo el universo. Y otro día cualquiera
en el Planeta Naranja, un meteorito gigante lo partía en dos, enviando los trozos lejos del sol y extinguiéndose
en un instante así toda vida en el planeta. Y al mismo tiempo en otro rincón alejado del universo se desperezaba
el alba y era tan dulce estar vivo en ese momento, que la brutalidad de un universo que existe en su combustión,
que es el eco de la explosión más grande jamás soñada, no importaba. A través del tiempo, el espacio se
genera en una caida sin fondo hacia todas partes.
DIBUJOS: CINZIA PECORARE