mcastro - Tecnológico de Costa Rica

país su estatuto legal es idéntico al del hombre, y a menudo la deja en
una situación muy desfavorable. Aunque le sean reconocidos ciertos
derechos abstractamente, una larga costumbre impide que encuentren
una expresión concreta en las costumbres. Económicamente, los
hombres y las mujeres constituyen casi dos castas;” (Beauvoir, 1986:
16)
Leemos la cita de Beauvoir a la luz de la segunda versión, donde queda de
manifiesto que una pobre mujer comercializada por un chulo tiene ciertamente
una dependencia económica denigrante. En su versión el tipo del bar observó
siempre a Camelia de lejos y da ahora testimonio ante un interlocutor ausente
igual que el anterior. Como dependiente del bar conocía a la mujer que a
menudo llegaba a tomarse ahí un trago. El se expresa de Camelia como de
“una cualquiera”, comenta sobre “sus penas oscuras, realmente inconfesables”
y la describe como “un inmenso silencio”. En otras palabras, una mujer sin
identidad, que no tuvo acceso a la palabra aunque los otros sí hablan y
abusan - de ella. Y si Camelia comerciaba con el sexo, una de las formas
primarias del poder, según apuntamos líneas atrás, lo cierto es que nunca
ejerció el poder, porque nunca tuvo acceso a la palabra, paradójicamente
considerada como la forma del poder por excelencia.
También esta segunda versión cabe dentro del paradigma de lo legal, pues las
palabras del tipo del bar están respondiendo a un interrogatorio.
De la tercera versión, la del huésped, apuntamos:
“Como quieren que la defina: una percanta cualquiera, casi podía decir
barata (…) La pura verdad es que estas mujeres de la vida alegre son
muy solas, residen en el desamparo y por lo general comunican cierta
desazón que incomoda.” (Naranjo, 1999: 3)
Y contestando al interrogatorio que continúan formulando esas voces ausentes.
Dice:
“No me pregunten más, no sé nada y pienso que cada huésped de esta
casa es el responsable de sus muchas puñaladas, al fin y al cabo le
teníamos una determinada envidia a su libertad y a esa forma de vivir
como le da la gana.” (Naranjo: 4)
Piden a este informante que defina a Camelia y él responde que es una
“percanta” voz de la jerga del lunfardo. Así se inserta el texto dentro del
paradigma del tango donde en un mundo de los bajos fondos, de “la mala vida
de arrabal” a la que se refiere Ferrer, pululan las percantas cualquiera, es decir,
de uso público, que una vez gastadas, se desechan como si fueran objetos. La
ironía de la frase: “las mujeres de la vida alegre son muy solas, residen en el
desamparo…” sitúa al personaje en la “elite de los desclasados”, siempre
según Ferrer, y remite al ámbito en el que está inscrito el tema. Esta versión
del huésped cumple con la función social específica de poner de nuevo en
evidencia la sordidez y el desamparo en que viven las mujeres de la vida