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ESPECIAL
Contrastan, por ejemplo,
la regulada disposición de
Bruno Sáenz —que los clasifica
«por temas (letras, estudios
literarios, historia, filosofía
y religión, sociología,
psicología, música, etc.) y por
orden alfabético de autores,
dentro de cada tema»—, y la
caótica armonía de Raúl Pérez:
«Los dejo allí tirados y
ellos vienen a mí en el momento
preciso. Estoy rodeado
de libros mágicos».
El escritor chileno Rafael
Gumucio dice casi no clasificar
sus libros; «y cuando
lo hago, lo hago por el peor
criterio de todos, el color y
la forma de sus lomos para
que se vea más o menos estético».
Mientras que el peruano
Santiago Roncagliolo,
Premio Alfaguara de novela
2006, afirma: «La única parte
organizada de mi biblioteca
es la “egoteca”. Contiene
mis libros, antologías de
cuento con mis cuentos, traducciones
de mis libros, copias
pirata».
Claro que ningún orden
escapa a la silenciosa
Francisco Proaño
Arandi, autor de la
novela Tratado del
amor clandestino
R 8 ROCINANTE
BIBLIOTECAS Y MANÍAS
intervención de la cotidianidad.
Como le pasa a Proaño
Arandi (que tiene un orden
temático con una veintena
de categorías): «Un hijo mío,
diseñador gráfico, me hizo
unos señaladores magníficos,
pero mi nieta de 5 años,
cada vez que puede, los quita
y me los esconde».
Los más queridos
¿Qué implica la idea de «biblioteca
personal»? Para Leonardo
Valencia, se trata «más
que la totalidad de los libros
que se tienen, la preferencia
que se les da a algunos au-
Febrero 2011