3el piano del 27. el grupo
3el piano del 27. el grupo
3el piano del 27. el grupo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
colega dieciochesco Blas de Laserna, nacido en la vecina<br />
Cor<strong>el</strong>la, en aqu<strong>el</strong> momento reivindicado con fuerza desde<br />
su propio pueblo natal. Remacha, que había estudiado y<br />
adaptado algunas de sus tonadillas, aborda ahí una sucesión<br />
de propuestas sobreacentuadas en evidente obsesión<br />
rítmica, con su marcado ritmo característico y frecuentes<br />
síncopas unidas a disonancias en «armonías de cruce», tan<br />
familiares al autor. Un cierto italianismo, incluso, aparece<br />
insinuado realzando la gracia de esta página, recortada y<br />
lírica, pese a lo descarnado <strong>d<strong>el</strong></strong> trazo y la prístina dureza.<br />
Sin gran aparato técnico, la Sonatina para <strong>piano</strong> personifica<br />
todo un estilo —y hasta un periodo— en su obra. La<br />
fanfarria descendente que abre <strong>el</strong> primer tiempo muestra<br />
un neoclasicismo que no renuncia a recursos más avanzados<br />
en <strong>el</strong> plano armónico. Está ausente también cualquier<br />
prurito modernista y se aleja de corrientes de su tiempo a<br />
las que <strong>el</strong> autor no era impermeable en otras décadas. Un<br />
eclecticismo evidente y su equilibrada estructura son calidades<br />
aún más ostensibles en <strong>el</strong> expresivo «Andante», donde<br />
algún momento aislado (como la breve y cinc<strong>el</strong>ada<br />
cadencia hacia la reexposición) rompe la reposada ambientación,<br />
casi mozartiana, de este movimiento central y sus<br />
bajos de Alberti sutilmente coloreados, mientras <strong>el</strong> «Allegro»<br />
final vu<strong>el</strong>ve a enlazar con <strong>el</strong> primero en una rítmica<br />
ternaria de acento españolista.<br />
Epitafio, su última página para <strong>piano</strong>, es meditada y<br />
lenta. Con una cierta «iluminación» de fondo («A la memoria<br />
de J. C. Arriaga»), Remacha (a quien le horrorizaba producirse)<br />
se sentó un día al <strong>piano</strong> de repente y la tocó para<br />
mí. Su pulcritud y gran estilo conmovieron en lo más hon-