Descargar revista en formato PDF - Hefame
Descargar revista en formato PDF - Hefame
Descargar revista en formato PDF - Hefame
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
HEFAME<br />
HEFAME 21<br />
al día<br />
al día<br />
Los pocos vecinos que caminaban por la calle, abrigados<br />
hasta el cuello, y sin dinero <strong>en</strong> los bolsillos, t<strong>en</strong>ían el<br />
semblante triste y la voz débil, tanto que ap<strong>en</strong>as se<br />
podían oír las tímidas felicitaciones de Navidad... “Feliz<br />
Navidad”, dijo una señora vestida de negro con la mano<br />
tapándose la boca y dirigiéndose a un v<strong>en</strong>dedor de leña<br />
que se apostaba junto a la puerta de San Agatángelo.<br />
“Será para usted”, contestó el bu<strong>en</strong> señor... “Ni para<br />
comprar leña ti<strong>en</strong>e la g<strong>en</strong>te. Ya veremos que llevo a casa<br />
estas fiestas...”.<br />
Llegó la noche de Navidad, quizás la más fría del año,<br />
y mucha g<strong>en</strong>te vino a la misa del Gallo. Los feligreses se<br />
juntaban s<strong>en</strong>tados sobre los bancos para darse calor. Qué<br />
bi<strong>en</strong> que me s<strong>en</strong>tía... Qué gusto t<strong>en</strong>er tanta g<strong>en</strong>te d<strong>en</strong>tro<br />
para cal<strong>en</strong>tarme yo también.<br />
han dicho que este año no v<strong>en</strong>drán los Reyes... que están<br />
pobres porque no ha habido cosecha y que, además, como<br />
hace tanto frío y hay tanta niebla no podrán llegar...”.<br />
“Sí –contesto otro chico más mayor y de pelo rubio, con<br />
voz resignada-. Mi madre ha dicho lo mismo. Los Reyes<br />
no v<strong>en</strong>drán”.<br />
“ Se perderían <strong>en</strong>tre tanta niebla...”, acabó recalcando<br />
un tercer niño que se frotaba las manos para darse calor.<br />
Y continuó:<br />
“¡ Che, qué fiestas!, sin reyes y sin regalos... ¡Eso no<br />
es justo!”, y <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to dejó de hablar porque estaba<br />
a punto de estornudar...<br />
Yo me s<strong>en</strong>tí tan triste. De verdad que no era justo.<br />
Los niños del pueblo se merecían su fiesta...<br />
El cura, Don Nicolás, al que yo apreciaba mucho porque<br />
era un hombre sabio y justo, hizo una oratoria muy<br />
emotiva. Pidió que todos los que pudieran donaran ayuda<br />
a los vecinos más necesitados, que pasaban frío y hambre.<br />
Una anciana de pelo blanco se levantó delante de todos<br />
y ofreció su casa a una familia: “ allí no les faltará ni un<br />
brasero ni una sopa cali<strong>en</strong>te...”. Fue una noche muy<br />
solidaria: la misa del Gallo más bonita que recuerdo...<br />
Incluso yo, que quería contribuir <strong>en</strong> algo, aunque fuera<br />
poca cosa, toqué las campanas con más fuerza que nunca...<br />
Al m<strong>en</strong>os <strong>en</strong>tré <strong>en</strong> calor...<br />
El Año Nuevo llegó. Pero no salió el sol. Continuaba<br />
haci<strong>en</strong>do tanto frío como el año que acababa. La niebla<br />
y la escarcha cubrían las calles, los árboles y los tejados...<br />
Qué frío más triste, p<strong>en</strong>saba yo.<br />
Una tarde, mi<strong>en</strong>tras dormía después de la misa de cinco,<br />
unos niños vinieron a jugar a la pelota al lado del<br />
campanario. Con un pelotazo seco <strong>en</strong> la fachada me<br />
despertaron. Qué bi<strong>en</strong>, p<strong>en</strong>sé: los primeros niños que se<br />
acercan a la plaza <strong>en</strong> esta Navidad...<br />
Cuando se cansaron de jugar, estuvieron hablando <strong>en</strong>tre<br />
ellos. Uno de los niños, que no t<strong>en</strong>dría más de ocho años,<br />
de cabellos muy cortos y mejillas y nariz colorados por<br />
el frío, se quejó a sus amigos: “Que rabia. Mis padres me<br />
Aquella noche no pude dormir. Fue una noche oscura,<br />
sin luna y sin estrellas.<br />
Al día sigui<strong>en</strong>te no me s<strong>en</strong>tía con fuerzas para tocar<br />
las campanadas. El cura, Don Nicolás, me miraba desde<br />
abajo y p<strong>en</strong>saba: “pobre Santa María. Ella también se<br />
está resfriando con tanto frío...”. Pero era p<strong>en</strong>a y no frío<br />
lo que t<strong>en</strong>ía. De rep<strong>en</strong>te, tuve una gran idea. Me armé<br />
de valor y me atreví a hacer algo que no acostumbro a<br />
hacer: hablar con las personas...<br />
Don Nicolás se quedó parado. Al principio p<strong>en</strong>só que<br />
era una de las figuras del altar qui<strong>en</strong> se dirigía a él y<br />
empezó a correr por detrás del oratorio. Yo lo tranquilicé.<br />
“ Soy yo. Santa María. La iglesia. No soy ni un ángel ni<br />
un santo...”. Todavía más desconcertado y con cara de<br />
incredulidad, se s<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> un banco y escuchó mi<strong>en</strong>tras<br />
se restregaba los ojos con las manos, dirigi<strong>en</strong>do la cabeza<br />
hacia mi bóveda: “Veras, amigo –dije-. Ya sabes que esta<br />
Navidad está si<strong>en</strong>do muy dura para todo el pueblo, que<br />
la g<strong>en</strong>te no ti<strong>en</strong>e dinero ni para regalos... y yo he p<strong>en</strong>sado<br />
que querría ayudar <strong>en</strong> algo, si tú también colaboras,<br />
claro...”.<br />
Don Nicolás dirigió la mirada hacia el suelo y con un<br />
gesto de impot<strong>en</strong>cia e incredulidad respondió: “ Claro<br />
C OLABORACION