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Revista Taxi nº124 PDF - 2,73 MB - Institut Metropolità del Taxi

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VIAJE VIRTUAL A NEPTUNO<br />

Habían solicitado mis servicios en el Hotel Milenium. El especialista<br />

en viaje intercity de aquel hotel era amigo mío y me<br />

avisaba cada vez que uno de los clientes necesitaba desplazarse.<br />

El Milenium, como todos los hoteles de su categoría,<br />

disponía de galeobuses para trasladar a sus clientes, pero<br />

estaban sujetos a horarios y recorridos ya establecidos.<br />

El tráfico era ese día bastante denso; volaba lentamente, no<br />

me gusta acelerar sin necesidad y sabía por experiencia que<br />

las compañías de seguros ponían muchas pegas a la hora de<br />

indemnizarte cuando el posible accidente era por exceso de<br />

velocidad.<br />

Cuando llegué al hotel, el pasajero estaba esperándome. Se<br />

trataba de un nativo de Uranonte, un asteroide desprendido de<br />

Urano hacía muchos millones de años luz. Su aspecto físico<br />

así lo certificaba: piel dura y grabada, de un color rojizo,<br />

ausencia total de vello, y aberturas branquiales a ambos lados<br />

de la cara, destinadas a poder respirar en aquel entorno.<br />

Al entrar me dio las gracias. Su timbre de voz, metálico y seco,<br />

me sobresaltó un poco, pero traté de que no se me notara,<br />

eran muy suspicaces, los uranontinos. Arranqué mi taxión y<br />

me dispuse a sobrevolar la city; el uranontillo había indicado el<br />

recorrido: quería ir a una agencia de viajes. Su deseo era realizar<br />

un viaje virtual de Neptuno. Conocía esos viajes, eran<br />

cómodos y seguros. No cabía duda: viajabas a donde querías<br />

sin necesidad de moverte de un sillón. Volvías descansado,<br />

nuevo... sólo faltaban los souvenirs, pero hasta éstos era posible<br />

adquirirlos en la agencia. Sin embargo, yo había oído<br />

comentar a los compañeros de mayor edad que estos viajes<br />

no tenían ni punto de comparación con los de antes: “¡Ah, los<br />

de antes eran otra cosa! ¡Qué tiempos!”, decían. Tenía su riesgo,<br />

desde luego, como las huelgas de pilotos, las horas y<br />

horas que los sufridos pasajeros se tiraban en las terminales<br />

sin saber cuándo saldría su avión... si es que salía... Pero ahí<br />

estaba el quid de la cuestión... Saborear el riesgo. ¿Volaré o<br />

no volaré? Y cuando conseguías salir, ¡qué maravilla!<br />

E incluso para nosotros, los taxistas, también era otra cosa:<br />

aquellas colas en el aeropuerto, aquella “parrilla a rebosar”...<br />

los inspectores <strong>del</strong> IMT... Lo de ahora no tiene color, es más<br />

light... Demasiado orden, ¡demasiado aburrido!<br />

Esperé una hora, media más de lo que suele durar un viaje virtual.<br />

Pero el sujeto no salió. Entré y traté de averiguar qué<br />

había pasado, pero no sabían nada de él. Lo recordaban.<br />

Recordaban haberlo visto situarse en su sillón, conectar los<br />

mandos, y reclinarse en el asiento, pero... nada más. “A<br />

veces”, me explicó el responsable <strong>del</strong> programa Neptuno,<br />

“alguno suele perderse en el experimento... y no vuelve... quizás<br />

a su amigo le pasó eso”.<br />

Éste es otro de los inconvenientes <strong>del</strong> 2000... otra carrera que<br />

no cobro...<br />

Maribel Silva<br />

TAXI - 50

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