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¿Demasiado? —pregunta, sonriendo.<br />

—Más o menos… —digo. Porque ahora Marcus me recuerda<br />

menos a Jason Bourne, lo que está bien. No me hace pensar en cómo<br />

imagino a Jason Bourne fol<strong>la</strong>ndo. Con <strong>la</strong>s luces apagadas y los calcetines<br />

puestos. En <strong>la</strong> postura del misionero. Como un hombre de verdad.<br />

Y cada vez me recuerda más a Norman Bates, lo que es incluso<br />

mejor, porque Anthony Perkins me da muchísimo, pero muchísimo morbo<br />

desde <strong>la</strong> primera vez que lo vi en Psicosis y me enamoré hasta perder <strong>la</strong><br />

cabeza de su estilo pulcro y con chaqueta de punto abotonada hasta arriba.<br />

El rostro afi<strong>la</strong>do y huesudo. Esos pómulos. El pelo negro azabache, con <strong>la</strong><br />

raya perfecta, liso y bril<strong>la</strong>nte. Esos ojos negros y de mirada nub<strong>la</strong>da. Esa<br />

sonrisa. Tan sexy. Y el saber que, bajo esa apariencia, había un asesino<br />

psicópata que estaba como una cabra, lo hacía aún más apetecible. Parece<br />

que Marcus es esc<strong>la</strong>vo total de <strong>la</strong> fijación que tiene con su mami, igual que<br />

Norman Bates o Charles Foster Kane.<br />

—Bueno, recapitulemos —le digo a Anna—. Estás en <strong>la</strong><br />

habitación, vestida como un ama de casa puritana de los cincuenta, una de<br />

esas de un capítulo de En los límites de <strong>la</strong> realidad, y Marcus está en el<br />

armario, con <strong>la</strong>s puertas cerradas, y el ojo pegado a uno de los agujeros,<br />

mirándote.<br />

—Eso es —dice—. Y hago exactamente lo que me ha pedido<br />

que haga. Le doy <strong>la</strong> espalda y empiezo a desnudarme, me quito cada prenda<br />

siguiendo el orden que él me ha pedido.<br />

—¿Exactamente igual todas <strong>la</strong>s veces? —pregunto.<br />

—Tiene que ser así —dice Anna—, coreografiado al segundo.<br />

Me siento como una azafata de vuelo haciendo <strong>la</strong> demostración de<br />

seguridad. A estas alturas, ya lo he hecho tantas veces que me lo sé de<br />

memoria y he añadido algunos toquecitos, cosas que creo que le gustarán.<br />

Anna no se corta con los detalles y, mientras me lo cuenta,<br />

puedo visualizarlo mentalmente.<br />

Primero se desprende del vestido holgado, que se desabotona<br />

por <strong>la</strong> espalda, se lo quita por los hombros, primero uno y después el otro,<br />

y lo deja caer al suelo. Al hacerlo, mira por encima de un hombro hacia el<br />

suelo, para asegurarse de que el vestido no se le engancha en los zapatos.<br />

Luego se desabrocha el sujetador, se lo sube por el pecho para que los<br />

senos caigan hasta su posición natural y reboten ligeramente al hacerlo.<br />

Inclina los hombros hacia de<strong>la</strong>nte para que los tirantes del sujetador

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