21 GT La Precariedad En El Trabajo Del Sector Agropecuario - alasru
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LA PRECARIEDAD EN EL TRABAJO DEL SECTOR AGROPECUARIO: UN ACERCAMIENTO<br />
A LOS CAMBIOS Y CONTINUIDADES A PARTIR DE LA REESTRUCTURACIÓN DEL<br />
SECTOR 1<br />
Autora: Lic. Adriana Chazarreta<br />
Becaria de Posgrado CONICET-Universidad Nacional de General Sarmiento, Prov. De Buenos<br />
Aires, Argentina.<br />
adrianachazarreta@yahoo.com.ar/aschazar@ungs.edu.ar<br />
Este trabajo parte de los cambios sucedidos en el sector agropecuario -desde los<br />
procesos económicos y políticos ocurridos desde los ´70 y con mayor evidencia en la<br />
década de los 90- en Argentina dentro del contexto de América <strong>La</strong>tina y se propone<br />
reflexionar acerca de la precariedad actual de los trabajadores insertos principalmente en<br />
la actividad agropecuaria y en, en menor medida, la agroindustrial.<br />
<strong>La</strong> temática desarrollada se inicia exponiendo los principales cambios ocurridos en las<br />
últimas décadas en los mercados de trabajo urbanos a partir del abandono del modelo de<br />
industrialización por sustitución de importaciones. Cambios que implicaron alarmantes<br />
aumentos de precariedad, inestabilidad y desempleo, entre otros fenómenos. A partir de<br />
esta situación se plantea qué fue lo que ocurrió con los trabajadores rurales insertos en<br />
establecimientos agropecuarios o agroindustriales en ese mismo período y cuáles fueron<br />
las nuevas condiciones que debieron afrontar los mismos. Para analizar las continuidades<br />
y los cambios del trabajo en el sector, se consideran las condiciones históricas del trabajo<br />
agrario que lo han caracterizado y que se encuentran relacionadas con la misma dinámica<br />
de producción agropecuaria. Así, se puede destacar que la alta precariedad que existe<br />
actualmente en el trabajo rural inserto en el sector agropecuario y agroindustrial no es<br />
nuevo como fenómeno, aunque sí ha tomado nuevas formas y en todo caso se ha<br />
agudizado en las últimas décadas. Algunos de los autores que se retoman para el<br />
desarrollo de este artículo son Susana Aparicio, Roberto Benencia, Miguel Teubal, Diego<br />
Piñeiro, Norma Giarracca, etc.<br />
Además, se intenta realizar un ejercicio enfocado en la actividad vitivinícola que permita<br />
exponer tanto los cambios en el trabajo que se han producido con la reestructuración de<br />
dicha actividad (a partir de los ´70) como las características que existían en el modelo<br />
anterior. <strong>La</strong> provincia seleccionada es Mendoza, por ser la más importante en Argentina<br />
en materia vitivinícola. <strong>En</strong> este apartado también se expondrán algunos indicadores<br />
básicos del empleo rural de dicha provincia y sus particularidades con respecto al empleo<br />
urbano relativo al aglomerado Gran Mendoza.<br />
1-Introducción<br />
<strong>El</strong> siguiente trabajo pretende reflexionar acerca de la precariedad de los trabajadores<br />
residentes en el medio rural insertos principalmente en la actividad agrícola y ganadera.<br />
Aunque también se abarca el trabajo en las industrias relacionadas estrechamente con el<br />
agro, las agroindustrias.<br />
1 “Ponencia presentada al VIII Congreso <strong>La</strong>tinoamericano de Sociología Rural, Porto de Galinhas, 2010”.<br />
1
<strong>El</strong> marco temporal de este estudio se inscribe en los cambios ocurridos en el sector<br />
agropecuario desde los procesos económicos y políticos ocurridos en los ´70 y con mayor<br />
concreción en la década de los 90. <strong>El</strong> contexto espacial es Argentina y particularmente<br />
Mendoza, aunque también se considera el nivel de América <strong>La</strong>tina.<br />
<strong>La</strong> temática desarrollada se inicia exponiendo los principales cambios ocurridos en las<br />
últimas décadas en los mercados de trabajo urbanos a partir del abandono del modelo de<br />
industrialización por sustitución de importaciones. A partir de esta situación se plantea qué<br />
fue lo que ocurrió con los trabajadores rurales insertos en establecimientos agropecuarios<br />
o agroindustriales en ese mismo período y cuáles fueron las nuevas condiciones que<br />
debieron afrontar los mismos. Para ello, se consideran las condiciones históricas del<br />
trabajo agrario, que han caracterizado a este tipo de trabajo y que se encuentran<br />
relacionadas con la misma dinámica de producción agropecuaria.<br />
Por último, se intentará realizar un ejercicio enfocado en la actividad vitivinícola que<br />
permita exponer tanto los cambios en el trabajo que se han producido con la<br />
reestructuración de dicha actividad (a partir de los ´70) como las características que<br />
existían en el modelo anterior. <strong>La</strong> provincia seleccionada es Mendoza, por ser la más<br />
importante en Argentina en materia vitivinícola. <strong>En</strong> este apartado también se expondrán<br />
algunos indicadores básicos del empleo rural de dicha provincia y sus particularidades<br />
con respecto al empleo urbano relativo al aglomerado Gran Mendoza.<br />
2-Principales cambios del trabajo urbano en América <strong>La</strong>tina y Argentina en las<br />
últimas décadas<br />
<strong>En</strong> el modelo que reemplazó al de industrialización por sustitución de importaciones (ISI)<br />
en América <strong>La</strong>tina desde comienzos de los años 80, prima una retracción del Estado en<br />
sus funciones reguladora y un avance del mercado, destacándose medidas como<br />
apertura unilateral al comercio externo; extensa privatización de las empresas públicas;<br />
desregulación de bienes, servicios y mercados laborales; liberalización de mercados de<br />
capital, con privatización de los fondos de pensión; ajuste fiscal basado en una reducción<br />
drástica del gasto público; reestructuración de programas sociales estatales centrándose<br />
en esquemas focalizados; fin de la «política industrial» y de cualquier otra forma de<br />
empresa patrocinada por el Estado (Portes y Roberts 2004: 77). También se podría<br />
agregar otras medidas para el caso de Argentina como al fortalecimiento de políticas<br />
2
impositivas y fiscales de inversión y al control de la inflación a través de un sistema de<br />
convertibilidad.<br />
Así, en América <strong>La</strong>tina, las políticas económicas implementadas por este modelo<br />
repercutieron en la desaparición de las viejas industrias sustituidoras de importaciones<br />
con la consiguiente disminución de empleo industrial y en la contracción del empleo<br />
público. No se logró el efecto esperado de compensar estas pérdidas por medio del<br />
ingreso de las inversiones de capital en industrias privatizadas o de las nuevas industrias<br />
de exportación. “<strong>El</strong> resultado fue un aumento significativo del desempleo abierto en<br />
algunos países, el estancamiento o aumento del empleo informal en otros, y ambas<br />
tendencias simultáneamente en los más afectados por la crisis” (Portes y Roberts, 2004:<br />
93-94).<br />
Si se enfoca el análisis en Argentina, esta situación significará una profunda diferencia<br />
con lo ocurrido hasta finales de los ´70, ya que este país se caracterizaba por registrar<br />
tasas de desempleo y subempleo mucho menores al resto de los países<br />
latinoamericanos; conjuntamente con una mayor proporción de trabajadores calificados y<br />
competentes producto, entre otros factores, de la amplia cobertura que presentaba el<br />
sistema educativo y de la experiencia profesional adquirida en las empresas industriales<br />
surgidas durante el temprano proceso sustitutivo de importaciones (Neffa, Battistini,<br />
Panigo y Pérez, 2000 citado por Salvia, 2003: 10).<br />
3-Cambios en las últimas décadas en el mercado de trabajo del ámbito rural<br />
<strong>La</strong>s transformaciones mencionadas sintéticamente en el apartado anterior hacen<br />
referencia específicamente al empleo urbano, pero surge la pregunta sobre los cambios<br />
ocurrido en ese mismo periodo con el trabajo en el medio rural.<br />
Para comenzar parece válido retrotraerse al enfoque de los estudios rurales antes de la<br />
década de los ´70. Aparicio y Benencia señalan que desde la perspectiva clásica<br />
principalmente económica, la concepción del trabajador rural ha estado ligada a una<br />
visión dualista de la sociedad, en donde el campesinado era el proveedor tradicional de<br />
fuerza de trabajo para los sectores más dinámicos de la economía; ya que las diferencias<br />
de productividades entre el sector moderno –la industria- y el tradicional –la agriculturaforzaban<br />
a la expulsión de mano de obra del campo y a la creciente descampesinización.<br />
Esta tesis fue predominante en la literatura académica de los ’60.<br />
3
Luego estos mismos autores señalan que desde la sociología, la visión de una<br />
constelación “latifundio-minifundio” marcó el enfoque de la literatura agraria<br />
latinoamericana. <strong>El</strong> minifundio –encarnado en el campesino- proveía mano de obra para<br />
los picos de producción de la gran explotación agropecuaria o constituía un reservorio que<br />
facilitaba la baja del salario agrícola. <strong>En</strong> esta concepción el campesinado funcionaba<br />
como oferta de mano de obra de un mercado satelital de trabajo, oferta a la que se<br />
recurría por ejemplo en épocas de cosecha. Se sostenía una mano de obra cautiva a<br />
través del endeudamiento, los pagos de adelantos o el reconocimiento de favores y una<br />
creciente relación de dependencia con el enganchador, el cual generalmente era<br />
comerciante en la zona de residencia de jornaleros (Aparicio y Benencia, 1999: 3).<br />
Ambas imágenes clásicas –la económica y la sociológica- se ligaban entre sí al hacer<br />
referencia a la migración rural-urbana, fenómeno típico de las épocas de crecimiento del<br />
sector industrial cuando la migración rural proveía a la industrialización mano de obra<br />
abundante y sobre todo barata. Esto se producía en el contexto posterior a la Segunda<br />
Guerra Mundial, cuando los países desarrollados impulsaron el Estado Benefactor;<br />
simultáneamente, en Argentina y otros países de América <strong>La</strong>tina se adoptaron las<br />
políticas de ISI.<br />
<strong>La</strong>s ofertas de trabajo en la ciudad, donde se habían radicado gran cantidad de industrias,<br />
generaron una fuerte corriente migratoria rural-urbana que hacia 1947 había trasladado<br />
millones de personas y acelerado considerablemente el proceso de urbanización. Pero no<br />
obstante esa situación, adquirieron un importante protagonismo los medianos y pequeños<br />
agropecuarios, el campesinado y en algunos países, los trabajadores rurales. Esto se<br />
debió a que dentro de la política económica aplicada en estos países, el papel del sector<br />
agropecuario era proporcionar los alimentos baratos y las divisas para el proceso de<br />
industrialización. Ejemplo de ello fue lo que sucedió en Argentina, con la regulación de los<br />
contratos de arrendamiento y el establecimiento del “Estatuto del Peón de Campo” en los<br />
años 40.<br />
Hacia 1949-50, al descender los precios agrícolas mundiales ante las abundantes<br />
cosechas de Europa, Canadá y los Estados Unidos de América del Norte, las condiciones<br />
internacionales cambiaron. <strong>En</strong> Argentina, la baja de los precios agrícolas sumado a la<br />
inflación, comenzaron a jaquear su economía. <strong>La</strong> crisis alcanzó su máxima expresión en<br />
1952. Así, con el Plan Económico de Emergencia, el Poder Ejecutivo Nacional se propuso<br />
acentuar la producción, reducir el consumo y revisar las disposiciones sobre trabajo rural.<br />
4
<strong>En</strong> los primeros cinco años de la década del ’50, el Estado hizo menores concesiones a<br />
los asalariados del campo, redujo al mínimo su intervención para entregar la tierra en<br />
propiedad a los productores arrendatarios y se esforzó por concientizar a medianos y<br />
pequeños arrendatarios acerca de la necesidad de mejorar los rendimientos y evitar la<br />
erosión del suelo.<br />
Desde la década del 70 se produjeron cambios más profundos en la agricultura y<br />
ganadería latinoamericana, en el marco de los procesos de globalización y apertura, y la<br />
integración económica regional a través de la conformación de distintos bloques de países<br />
(MERCOSUR, NAFTA, etc.). <strong>En</strong> este nuevo contexto internacional se amplía el mercado y<br />
genera nuevas corrientes de intercambio comercial. Los países latinoamericanos<br />
adoptaron nuevas normas en cuanto a políticas agraria, entre las que se encuentran el fin<br />
de subsidios, precios sostén o garantía y los créditos blandos para el sector. <strong>La</strong>s medidas<br />
adoptadas fueron acompañadas por la liberalización arancelaria y la apertura al exterior.<br />
Esto impidió, en muchos casos a las agriculturas nacionales, competir con productos y<br />
empresas internacionales fuertemente subsidiadas en sus países de origen.<br />
<strong>En</strong> Argentina, ya en los años `70 y `80 surgió una nueva relación con el auge de contratos<br />
accidentales, dejándose de lado las normas atinentes a las leyes de arrendamiento<br />
promulgadas en los años `40. Paralelamente, comienza un período de consolidación de la<br />
gran propiedad y desaparición de la mediana y pequeña propiedad (Teubal, 2001:61). <strong>En</strong><br />
la década del 90 se terminaron de desactivar los mecanismos que quedaban de<br />
protección tanto económica como social que permitían la defensa del sector de<br />
campesinos y chacareros (Aparicio, 2004). Un indicador de ello fue el decreto de<br />
desregulación del año 1991, por el cual se eliminaron los principales organismos que<br />
habían regulado la actividad agropecuaria desde 1930: la Junta Nacional de Carnes, la<br />
Junta Nacional de Granos, la Dirección Nacional del Azúcar, etc. (Teubal, 2001:60).<br />
Por su parte, se expandió la producción sojera a costa de tradicionales producciones<br />
agrícola-ganaderas, destacándose provincias como Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires.<br />
Se manifestó un aumento en la productividad de la tierra, derivados del uso de híbridos o<br />
semillas mejoradas, se incorporaron maquinarias (tractores, cosechadoras, enfardadoras,<br />
etc.) y se expandió el uso de agroquímicos. Estos cambios tecnológicos alcanzaron a las<br />
etapas de poscosecha: se reemplazaron sistemas de secado, se complejizaron las tareas<br />
de tipificación y acondicionamiento de productos, se incorporaron tratamientos destinados<br />
a mejorar la presentación del producto, se agregaron nuevos usos agroindustriales de<br />
5
productos que antes tenían un único destino, se desarrollaron cadenas de fríos y hasta<br />
hubo cambios importantes en tecnologías de gestión. “<strong>En</strong> síntesis, se aumenta la<br />
dependencia de los productores respecto a los sistemas agroindustriales, y la línea que<br />
separa a la agricultura de la industria comienza a borrarse” (Aparicio y Benencia, 1999: 4).<br />
Si se enfoca el análisis específicamente en las consecuencias que se han producido<br />
sobre el mercado de trabajo, se observa que por un lado se han complejizado las tareas<br />
de cultivos, mientras que, por otro, la mecanización de las cosechas ha contribuido a<br />
disminuir la demanda de trabajadores estacionales. Por ende, los aumentos de<br />
producción no han sido acompañados por el crecimiento del volumen de población<br />
ocupada en el sector, lo que se debe a un aumento sostenido de la productividad del<br />
trabajo. <strong>El</strong> reemplazo de muchas tareas manuales ha significado no sólo una disminución<br />
de los requerimientos totales de empleo, sino también una mayor especialización de las<br />
tareas demandadas, junto con la disminución del tiempo de trabajo dedicado a las<br />
mismas. Por su parte, los trabajadores agroindustriales también desarrollan su trabajo en<br />
condiciones de precariedad laboral tales como temporalidad del trabajo, polifuncionalidad<br />
del trabajo, salario inferior a la canasta familiar, condición y ambiente del trabajo en<br />
creciente deterioro, falta de aportes jubilatorios, falta de cobertura de salud, bajo nivel de<br />
organización gremial, etc. (Cardello, 2002).<br />
Hoy “coexisten en el agro antiguos y nuevos asalariados, persisten formas de trabajo<br />
tradicionales con profundos cambios que han heterogeneizado los requerimientos de<br />
calificación, han implicado salarios diferenciales ampliándose la brecha entre el pequeño<br />
segmento de los trabajadores de alta calificación y una mayoría que realiza trabajos poco<br />
especializados y que se ocupa en un período muy corto del año” (Aparicio y Benencia,<br />
1999: 6).<br />
Ante esta situación del agro y la agroindustria latinoamericana, autores como <strong>La</strong>ra Flores<br />
(2001: 375) se oponen a pensar este mercado de trabajo rural actual desde una<br />
perspectiva que postule la segmentación del mismo -basada en oposiciones binarias ya<br />
sea entre mercados primarios y secundarios, internos o externos, o por dos formas de<br />
flexibilidad distintas (cualitativa/cuantitativa o numérica/funcional) adoptadas por las<br />
empresas de acuerdo con sus intereses- porque sostienen que a las empresas les<br />
interesa tanto disponer de una mano de obra capaz de pasar por todas las etapas del<br />
proceso productivo conociendo las distintas labores que requiere un cultivo (calificación y<br />
polivalencia), como poder contratarla y despedirla con un amplio margen de libertad.<br />
6
También hay otros autores que van más allá y sostienen que los cambios ocurridos en el<br />
agro latinoamericano han repercutido de tal forma que se puede introducir el concepto de<br />
“nueva ruralidad”. <strong>El</strong> mismo considera que coexisten: empresas de alta complejidad<br />
tecnológica, que forman parte de “grupos económicos” extraagrarios transnacionalizados<br />
o del agroturismo, con mundos rurales heterogéneos compuestos por campesinos,<br />
productores medios y trabajadores rurales segmentados por los procesos de<br />
mecanización, grupos étnicos y nuevos desocupados (Giarracca, 2001: 12).<br />
Se plantea, además, que en esta “nueva ruralidad” la producción agraria ya no es lo<br />
central. Esto se asocia a que hay territorios donde es sólo un elemento de un amplio<br />
abanico de aspectos a considerar (bienes simbólicos como lenguas, arte, comidas,<br />
producciones no-agrarias, servicios, etc.). Por tanto, para los hogares que pertenecen al<br />
área rural, la actividad agropecuaria no constituye la única fuente de bienestar y desde<br />
este punto de vista conviene considerar el funcionamiento del mercado de trabajo rural y<br />
no sólo agropecuario. Así, el empleo que realizan los habitantes de zonas rurales puede<br />
ser clasificado, de acuerdo a la rama de actividad del establecimiento donde se desarrolla<br />
la actividad, en empleo rural agropecuario (ERA) el que se inserta directamente en la<br />
agricultura y la ganadería o, empleo rural no agropecuario (ERNA) el desarrollado en la<br />
industria, el comercio, la construcción y los servicios, incluyendo a las agroindustrias que<br />
se encuentran directa y fuertemente relacionado con el sector agrario (Berdegué y otros,<br />
2000: 1).<br />
<strong>En</strong> sintonía con esto último, Craviotti y Gerardi (2002) proponen que se debe replantear el<br />
espacio rural como un espacio heterogéneo y multidimensional, en donde lo “rural”<br />
excede lo agropecuario. Es por ello que en su análisis sobre la provincia de Mendoza del<br />
empleo rural no agropecuario concluyen que los datos muestran la relevancia que tiene el<br />
mismo (especialmente en la forma asalariada) como fuente de ocupación de los<br />
habitantes del medio rural.<br />
4- <strong>La</strong>s especificidades de la actividad agropecuaria y los factores que influyen en la<br />
precarización del trabajo agropecuario<br />
Estas características de precariedad se las podrían ver como novedosas a partir de las<br />
políticas económicas implementadas en América <strong>La</strong>tina y Argentina durante los ’90. Pero<br />
justamente lo que se pretende discutir en este trabajo es cómo esta condición precaria e<br />
inestable del empleo agropecuario siempre ha existido y en todo caso, lo que ha ocurrido<br />
7
en las últimas décadas, es que por un lado, ha tomado nuevas formas y por otro, esta<br />
situación precaria e inestable se ha extendido a otras ramas de actividad económica,<br />
específicamente de trabajo urbano que antes no se manifestaba.<br />
A final del siglo XX, se produce en el ámbito político y social un desplazamiento de la<br />
preocupación por el lugar que el trabajador debía ocupar en la sociedad, a planteos sobre<br />
cómo convivir con los decrecientes niveles de empleo. Esto implica que la exclusión de<br />
algunos trabajadores de todos los sectores del mercado de trabajo crea las condiciones<br />
para la fragilidad de otros. Pero la flexibilidad y la precariedad laboral siempre han existido<br />
en los mercados agrarios. “<strong>El</strong> salto productivo, la modernización de las empresas<br />
agropecuarias no han modificado estos rasgos, por el contrario se han profundizado y<br />
extendido también a otros mercados” (Aparicio y Benencia, 1999).<br />
<strong>La</strong> especificidad de la organización socio-laboral agropecuaria comparada con la de la<br />
actividad industrial, posee un papel fundamental para el análisis del trabajo en este sector.<br />
<strong>La</strong> producción agropecuaria está determinada por un ciclo relacionado con los factores<br />
climáticos y biológicos. <strong>En</strong> la medida en que existe un período de tiempo natural en la<br />
producción, la demanda de empleo no es estable a lo largo del año, sino que presenta<br />
variaciones de diversa magnitud. Esto depende por ejemplo, de la estructura de cultivos y<br />
de la tecnología de uso. Además, una vez que comienza la producción existe una<br />
inflexibilidad en cuanto a los momentos en los cuales se debe ejecutar el resto de las<br />
labores, que culminan en el caso de la agricultura con la cosecha.<br />
De esta forma los establecimientos rurales han tenido una demanda de trabajadores<br />
permanentes que es cubierta por administradores, capataces, puesteros y peones de<br />
varias categorías. Sin embargo como consecuencia principalmente de la estacionalidad<br />
de las tareas de los ciclos agropecuarios ha habido determinados momentos del año en<br />
que se demandan cantidades extraordinarias de trabajo para atender a tareas específicas<br />
atendida por trabajadores eventuales.<br />
Así, ha existido una variedad de tipos de trabajadores eventuales. Cuando la demanda<br />
ocurre en un determinado momento del ciclo agropecuario y se repite cíclicamente a lo<br />
largo de los años, se está frente a una demanda estacional. Pero los establecimientos<br />
también demandan mano de obra no especializada en forma no repetitiva ni cíclica, para<br />
atender suplencias o para responder a picos de trabajo no previsibles ni repetitivos. <strong>En</strong><br />
este tipo de relación laboral se acentúan las condiciones de precariedad porque se<br />
generan períodos de desocupación no remunerados; la inseguridad respecto a la<br />
8
obtención de un nuevo empleo, lo hace más vulnerable a las presiones salariales y a la<br />
aceptación de condiciones laborales impropias y por último, se impide la acumulación de<br />
conocimientos y destrezas (Piñeiro, 2008:66).<br />
Además, los calendarios agrícolas varíen en un mismo país requiriéndose por ello mano<br />
de obra, especialmente para las cosechas, en distintos períodos del año. <strong>El</strong>lo ha<br />
implicado la existencia de procesos de movilidad geográfica y ocupacional de la mano de<br />
obra que trabaja no sólo en la agricultura y en la ganadería, sino también en ocupaciones<br />
urbanas. De esta manera, una parte importante de la mano de obra agropecuaria más<br />
que haber tenido un solo empleo durante el año, ha tenido un ciclo ocupacional. <strong>La</strong><br />
rotación entre los establecimientos llevó a que el trabajador deambule a lo largo de la<br />
geografía, a donde lo lleva el trabajo. Es por ello que no ha habido posibilidad ni interés<br />
de capacitarse en un empleo que es inestable y que por lo tanto no ofrece la posibilidad<br />
de obtener mejores remuneraciones por medio de la especialización.<br />
<strong>En</strong> general en el empleo agropecuario la duración de la jornada laboral se ha ajustado a la<br />
longitud del día, siendo más corta en invierno y más larga en verano. Pero difícilmente se<br />
llevó un registro de la duración de la jornada laboral o de la cantidad de horas trabajadas<br />
realmente. Esto se debe tanto a la mencionada variabilidad diurna como a que no se<br />
suele trabajar en los días de lluvia. Con respecto a la duración de la semana laborable en<br />
los establecimientos agrícola-ganaderos se suele trabajar seis días a la semana,<br />
respetándose el día domingo como no laborable. Aunque en la mayoría de los<br />
establecimientos, no hay días de descanso en las épocas del año en que se incrementan<br />
las demandas de trabajo como por ejemplo por las tareas vinculadas a las zafras.<br />
Los hogares que en el sector rural han vivido de la agricultura y la ganadería, no<br />
presentan una separación de roles entre sus miembros claramente diferenciada, de<br />
manera que sus distintos miembros han desempeñado una variedad de funciones,<br />
algunas de las cuales pueden ser productivas. Esta combinación de roles hace que<br />
muchas veces la separación entre actividad económica e inactividad no haya sido<br />
demasiado clara. Esto se relaciona también con la contratación de empleo de mano de<br />
obra familiar y de trabajo infantil, cuando el empleador acuerda con el jefe de familia, pero<br />
todos los integrantes de la familia contribuyen con las actividades laborales (Piñeiro, 2008:<br />
84).<br />
<strong>La</strong>s actividades de la mano de obra en el sector agropecuario han sido polivalentes en al<br />
menos dos sentidos. <strong>En</strong> primer lugar, una misma persona ha ejecutado todas las tareas<br />
9
necesarias para la producción de un producto, con excepción de las empresas agrícolas<br />
especializadas. <strong>En</strong> segundo lugar, la mayor parte de la mano de obra (sobre todo la<br />
permanente) ha trabajado, sobre todo en la agricultura, en diversos cultivos.<br />
Otro tipo de relaciones laborales, en donde el vínculo empresario no ha poseído límites<br />
muy claros, es el que se manifiesta a través de las relaciones contractuales, donde<br />
básicamente se estableció una relación temporal por contrato entre el patrón y el<br />
trabajador rural. Mediante este contrato el trabajador aporta la mano de obra y al final de<br />
la cosecha recibe un porcentaje monetario de la misma. Algunas de las relaciones<br />
contractuales propias del sector agropecuario han sido: la mediería y la aparcería. <strong>En</strong><br />
estos casos el empresario no sólo se ha despreocupado de los costos de los aportes<br />
patronales, sino que los trabajadores han compartido los riesgos de producción y han<br />
aportado con mano de obra familiar no reconocida. Otro caso es el de la intermediación (o<br />
contratista de mano de obra), de esta forma el empresario “le transfiere al contratista<br />
todos los riesgos laborales sin que esto signifique que éste los asume” (Piñeiro, 2008: 87).<br />
Si se consideran las características a las que se hace referencia en los párrafos<br />
anteriores, se puede observar que debido a la situación de la falta de estabilidad<br />
intrínseca del trabajo rural agropecuario, no han predominado los trabajadores calificados<br />
y sindicalizados así como tampoco el tipo de regulaciones tradicionales de la industria.<br />
Por tanto en el trabajo rural agropecuario, desde hace muchos años se han manifestado<br />
condiciones de inestabilidad, bajos ingresos, incumplimiento de los beneficios sociales,<br />
tercerización, bajo poder de negociación de los trabajadores, etc.; rasgos típicos de la<br />
actual flexibilización laboral. Pero esto no significa que estas condiciones no se hayan<br />
profundizado en los últimos años por factores como la competencia de los desempleados<br />
urbanos en tareas de baja calificación asociadas a trabajos estacionales en los nuevos<br />
rubros agroindustriales (Piñeiro, 1997).<br />
<strong>En</strong> concordancia con lo anteriormente mencionado, Murmis sostiene que “parece estar<br />
empezando a ocurrir un curioso fenómeno, el de convertir la precariedad en norma, o sea,<br />
convertir en legales, condiciones de trabajo consideradas 'negras'” (Murmis citado por<br />
Aparicio y Benencia, 1999:68)<br />
5-<strong>El</strong> caso de la actividad vitivinícola en Mendoza<br />
5.1- <strong>El</strong> empleo en la reconversión vitivinícola<br />
10
Al centrar el análisis en Mendoza, resulta imprescindible observar las principales<br />
características actuales de la actividad vitivinícola, y que ejemplifica los cambios<br />
ocurridos, en las últimas décadas, tanto a nivel de producción como de agroindustria.<br />
Mendoza es la principal productora de uvas y vinos del país. Aporta en las últimas<br />
décadas aproximadamente el 68% de la producción total de uva del país y un porcentaje<br />
similar de la elaboración de vinos. <strong>La</strong> superficie cultivada de vid representa el 56% sobre<br />
el total cultivado provincial.<br />
<strong>El</strong> desarrollo provincial de esta actividad tiene sus orígenes en la crisis de la especulación<br />
ganadera (1870) cuando comienza un período de transformaciones liderado por la<br />
burguesía local criolla. Esta burguesía dinamiza la actividad vitivinícola, que hasta ese<br />
momento se encontraba subordinada a la ganadería y al cultivo de alfalfares e instaura un<br />
modelo de desarrollo regional compatible con el modelo agroexportador nacional en su<br />
fase inicial (Collado, 2003).<br />
Ya desde ese momento, la vitivinicultura mostró cíclicas crisis de sobreproducción donde<br />
el Estado dentro de su política de intervención económica “para atenuar la crisis de la<br />
década del ´30 de la actividad creó la Junta Reguladora de Vinos, y se tomaron drásticas<br />
medidas tendientes a reducir la producción (erradicación de viñas y derrame de vinos)”<br />
(Gago, 1999: 45).<br />
A partir de 1976 se sientan las bases para el inicio de una serie de cambios que<br />
apuntaron a reestructurar los patrones de crecimiento, el modo de regulación de la<br />
economía y de las relaciones sociales. <strong>La</strong> reforma financiera que se impulsó desde el<br />
Banco Central, liberó los controles sobre este mercado, lo que permitió maniobras<br />
especulativas. De todas formas, la agroindustria vitivinícola, orientada al mercado interno,<br />
siguió siendo el motor del crecimiento provincial en un esquema ampliado por las<br />
actividades conexas, también asociadas a la agroindustria frutícola y hortícola, que<br />
originaron un verdadero complejo agroindustrial de base regional.<br />
Pero desde la década del 90, con las políticas económicas aperturistas aplicadas, este<br />
modelo sufrió un cambio cualitativo. Esto repercutió en las fases primarias, industrial y de<br />
distribución, e inició un proceso de transformación que continúa en el presente. <strong>En</strong>tre las<br />
principales transformaciones se destacan la inserción en los mercados mundiales, un<br />
creciente flujo de inversiones extranjeras, la modernización tecnológica, cambios<br />
varietales y de manejo de los cultivos, la expansión del consumo de vinos finos en<br />
sectores de ingresos medios y altos, y el aumento de la integración entre productores y<br />
11
odegas. <strong>La</strong> tendencia principal fue pasar de un sistema de producción basado en la<br />
cantidad a otro basado fundamentalmente en la calidad, orientado hacia la elaboración de<br />
productos diferenciados que satisfagan las necesidades de distintos segmentos del<br />
mercado de consumo.<br />
<strong>La</strong>s consecuencias de estos cambios sobre el empleo han sido importantes. <strong>En</strong> el caso de<br />
los viñedos: el sistema moderno de riego, fertilización y agroquímicos en general, requiere<br />
de pocos operarios para el manejo automatizado de la unidad de producción. Por otra<br />
parte, con la división de funciones, en algunos casos, se pierde el productor<br />
independiente por la figura del productor supervisado. <strong>La</strong>s grandes firmas propietarias de<br />
las bodegas, controlan la calidad de la producción en forma indirecta a través de la figura<br />
de la subcontratación. <strong>El</strong> viñatero pone la unidad productiva y la fuerza de trabajo no<br />
calificada, y la firma, los técnicos que supervisan las distintas tareas que requiere la<br />
producción de la vid y los insumos para las operaciones de transformación productiva<br />
especializada. Por tanto, al interior de las explotaciones emergen cambios cualitativos;<br />
que implica nuevas exigencias de calificación y multifuncionalidad (especialmente para el<br />
control de la calidad y el conocimiento de las nuevas tecnologías); aunque desde el punto<br />
de vista cuantitativo hay una disminución de la mano de obra total requerida (Bocco,<br />
2003).<br />
Por su parte vale mencionar cómo estos cambios afectaron la figura tradicional del<br />
“contratista de viña” 2 surgida desde el auge de la vitivinicultura en Mendoza. <strong>La</strong>s<br />
reiteradas crisis de sobreproducción de uvas y vinos, acompañadas por una baja en el<br />
precio de la uva y en la rentabilidad de los contratos de viña afectó la permanencia de<br />
este sector de trabajadores en la vitivinicultura mendocina. Hasta que “finalmente, la crisis<br />
de los ´80, expulsó a un importante número de contratistas del campo mendocino” (Bocco<br />
y Dubbini, 2008: 5-6). “Posteriormente, en los 90’, los cambios organizacionales y en la<br />
gestión de los viñedos, a partir de la reestructuración del sector y su orientación hacia<br />
vinos de calidad, impulsó innovaciones a nivel de gestión y de organización del trabajo,<br />
observándose una tendencia al reemplazo del contratista por nuevos actores como el<br />
“encargado de finca” o el “capataz”, en menor medida” (Bocco y Dubbini, 2008: 6).<br />
2 <strong>El</strong> “contratista de viñas” es aquella persona que trabaja una determinada superficie implantada con viñedos de acuerdo<br />
a un cronograma de tareas, para ello no tiene horarios de trabajo y su retribución es un sueldo mensual proporcional a<br />
las hectáreas trabajadas, dividido en diez mensualidades. No cobra aguinaldo, no tiene vacaciones, pero sí tiene salario<br />
familiar, sí tiene aportes de ley y además percibe un porcentaje de la producción que oscila entre 15 y 18%. <strong>El</strong> productor<br />
está obligado a su vez a proporcionarle al contratista una vivienda digna y todos los insumos y herramientas necesarias<br />
para cumplir con sus tareas.<br />
12
<strong>En</strong> la bodega, las líneas de producción con alta tecnología automatizan los controles del<br />
procesamiento uva-vino, reduciendo considerablemente la mano de obra, es decir, la<br />
tecnología elimina fuerza de trabajo que se utilizaba tradicionalmente en el proceso<br />
insumo-transformación. <strong>El</strong> trabajo directo es reemplazado por la máquina y las tareas<br />
nuevas son de control de procesos (trabajo semicalificado). Este fenómeno produce la<br />
expulsión de mano de obra. <strong>La</strong>s nuevas líneas de envasado, debido a la incorporación de<br />
nuevas máquinas automatizadas, también expulsan operarios fuera de la actividad<br />
industrial. A ello se suma la tercerización de actividades como el fraccionamiento y el<br />
etiquetado (Gago, 2005: 26). Collado (2003:25) sintetiza sosteniendo que la “reconversión<br />
externaliza actividades antes relacionadas a la industria, potenciando la terciarización y<br />
oferta de 'empleos modernos' con perfiles ensamblados y nuevas 'competencias',<br />
destinadas a un grupo reducido de mano de obra calificada, especializada y profesional”.<br />
5.2-Algunos indicadores recientes del empleo rural<br />
A continuación se expondrán algunos indicadores de la inserción de la población<br />
residente en el ámbito rural mendocino en el mercado de trabajo a partir de su ocupación<br />
principal en la actividad agropecuaria y que se denominará en este trabajo como empleo<br />
rural agropecuario (ERA). Además se señalan los valores que toman estas variables en el<br />
aglomerado urbano del Gran Mendoza. Así, el objetivo es presentar algunos datos que<br />
permitan visualizar la situación del empleo rural mendocino en relación a la inserción y<br />
precariedad del mismo, y la diferenciación o particularidad que revisten respecto al<br />
empleo urbano. Aunque ya se ha mencionado anteriormente, vale aclarar que la principal<br />
actividad agropecuaria es el cultivo de vid.<br />
Para los datos correspondientes a las zonas rurales se realizaron procesamientos<br />
especiales basados en la <strong>En</strong>cuesta de Hogares Rurales y Urbanos de la Provincia de<br />
Mendoza 3 , encuesta realizada por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones<br />
Económicas (DEIE) durante octubre de 2006. <strong>En</strong> cuanto a los datos de empleo urbano de<br />
3 <strong>En</strong> esta encuesta se considera rurales aquellos distritos que: tienen una población menor de dos mil habitantes; o que<br />
teniendo una población mayor a dos mil y menor a diez mil habitantes poseen una superficie apta para cultivo mayor del<br />
cincuenta por ciento de su superficie total o una densidad menor a quinientos habitantes por kilómetro cuadrado; o que<br />
teniendo una población mayor a diez mil habitantes poseen una superficie apta para cultivo mayor del cincuenta por<br />
ciento de su superficie total y una densidad menor a quinientos habitantes por kilómetro cuadrado. Esta definición se<br />
diferencia de la utilizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que denomina rurales a todas las<br />
localidades de menos de 2000 habitantes. <strong>La</strong>s preguntas del bloque actividad del cuestionario son similares a los<br />
utilizados por la EPH para aglomerados urbanos.<br />
13
Mendoza se utilizaron los datos correspondientes al cuarto trimestre 4 de 2006 de la<br />
<strong>En</strong>cuesta Permanente de Hogares.<br />
<strong>El</strong> porcentaje de la población activa en el Gran Mendoza es superior al que corresponde a<br />
los distritos rurales, que por ende posee mayor porcentaje de población inactiva.<br />
Cuadro 1: Población por distritos rurales de Mendoza y Gran Mendoza según condición de actividad.<br />
2006<br />
Distritos rurales Gran Mendoza<br />
Condición de actividad<br />
%<br />
Ocupado 40,8 43<br />
Desocupado 2,1 3,5<br />
Inactivo 57,1 53,5<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>En</strong>cuesta Condiciones de Vida en Hogares Rurales y Urbanos (E.C.V.H.R.Y.) DEIE- <strong>En</strong>cuesta Permanente de Hogares<br />
(E.P.H.). INDEC, Cuarto trimestre 2006.<br />
<strong>La</strong> tasa de desocupación en zonas rurales es de 4,9%, por debajo del 6,7 % para Gran<br />
Mendoza. Este guarismo muestra que el concepto de ocupado, el cual incluye a toda<br />
persona que ha realizado una actividad laboral al menos durante una hora en la semana<br />
de referencia, aplicado en el ámbito rural tiene una relevancia diferente al que posee en<br />
otros contextos. “<strong>El</strong> extenso abanico de variables que dan cuenta de las características de<br />
la inserción laboral y de la composición de los ocupados y desocupados residentes en<br />
zonas urbanas no tiene un correlato equivalente en el ámbito de la población rural y/o de<br />
la población inserta en el sector primario de la economía” (<strong>El</strong>izalde y otros, 1999: 147).<br />
Así, la medición del concepto de empleo basado en el “tiempo trabajado”, puede ocultar<br />
en el sector agropecuario la fuerte subocupación existente, que muchas veces se<br />
demuestra por los bajos ingresos o por baja productividad.<br />
Cuadro 2: Población económicamente activa por distritos rurales de Mendoza y Gran Mendoza<br />
según condición de actividad. 2006<br />
Distritos<br />
rurales<br />
Condición de<br />
actividad<br />
Gran<br />
Mendoza<br />
%<br />
Ocupado 95,1 93,3<br />
Desocupado 4,9 6,7<br />
Fuente: E.C.V.H.R. y U. (DEIE.- E. P. H. (INDEC), Segundo trimestre 2006.<br />
Se observa una mayor inserción de las mujeres en el mercado de trabajo urbano. Esto se<br />
asocia a que en el medio rural las mujeres realizan trabajos en el hogar, ya sea de tipo<br />
doméstico como actividades relacionadas con la producción pero no consideradas<br />
4 Sólo excepcionalmente se utilizaron los datos correspondientes al segundo trimestre de 2006 por no disponer los del<br />
cuarto trimestre.<br />
14
actividades generadoras de bienes o servicios para el mercado, por lo que pasan a<br />
engrosar las tasas de inactividad según esta forma de medición de los ocupados.<br />
Cuadro 3: Ocupados 5 por tipo de empleo rural y Gran Mendoza según sexo. 2006<br />
Gran<br />
Sexo ERA Mendoza<br />
%<br />
Varón 82,7 58,<strong>21</strong><br />
Mujer 17,3 41,79<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE)- E. P. H. (INDEC) Cuarto trimestre 2006.<br />
Cuadro 4: Ocupados en Gran Mendoza según rama de actividad. 2006<br />
Rama de actividad<br />
Gran<br />
Mendoza<br />
%<br />
Industria Manufacturera 13,2<br />
Construcción 7,9<br />
Comercio, restaurant y hoteles 25<br />
Transporte, almacenamiento y comunicación 5,5<br />
Finanzas, seguros, bienes inmuebles/servicios empresariales 10,7<br />
Servicios 27,6<br />
Servicio doméstico 7,4<br />
Otras ramas 2,6<br />
Total 100<br />
Fuente: E. P. H. (INDEC) Cuarto trimestre 2006.<br />
<strong>La</strong> categoría ocupacional es una variable que describe la relación en que se encuentran<br />
los trabajadores dentro del proceso productivo. Se concentra específicamente en las<br />
relaciones de producción indicando si las mismas son de dependencia o independencia.<br />
<strong>En</strong> el ámbito rural casi el 55% de los ocupados en la rama agropecuaria son obreros o<br />
empleados. Además, todavía es importante la presencia de trabajadores<br />
semidependientes como es el caso de los medieros, tanteros, contratistas, aparceros, que<br />
en muchas ocasiones viene asociado al trabajo familiar. Estos trabajadores que en<br />
conjunto representan poco más del 14% de los ocupados son también trabajadores<br />
directos pero sus ingresos se fijan en función de los resultados obtenidos en la<br />
producción, corriendo con los riesgos de la misma. Vale aclarar que en décadas<br />
anteriores tenían una mayor participación el mercado de trabajo rural agropecuario,<br />
especialmente bajo la figura del “contratista de viña”.<br />
Además en el ERA es importante la presencia (13,43%) de trabajadores familiares,<br />
categoría propia de estos tipos de trabajo. Los individuos que integran esta categoría no<br />
reciben remuneración por labores o reciben ingresos muy bajos; y en muchos casos son<br />
5 <strong>La</strong> base de datos ponderada correspondientes a los ocupados en la <strong>En</strong>cuesta de Condiciones de Vida de Hogares<br />
Rurales y Urbanos es de 106.693 personas.<br />
15
mujeres o jóvenes que recién ingresan al mercado laboral. <strong>La</strong> tercera categoría<br />
ocupacional que se destaca en estos tipos de empleos es el de trabajador por cuenta<br />
propia (11,89%).<br />
Cuadro 5: Ocupados por tipo de empleo rural y Gran Mendoza según categoría ocupacional. 2006<br />
Gran<br />
ERA Mendoza<br />
Categoría ocupacional<br />
%<br />
Patrón 4,54 4,9<br />
Cuenta propia 11,89 19<br />
Obrero/empleado 54,86 73,6<br />
Trabajador familiar 13,46 "--"<br />
Sin salario "--" 2,5<br />
Mediero/aparcero 2,12 "--"<br />
Al tanto 6,58 "--"<br />
Contratista 5,47 "--"<br />
Sin información 0,73 "--"<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE) y E. P. H. (INDEC) Segundo trimestre 2006.<br />
Con respecto a las categorías ocupacionales relevantes en el empleo urbano en<br />
Mendoza, además de los obreros o empleados (73,6%) se destacan los trabajadores por<br />
cuenta propia (19,0%). Por tanto estas dos categorías engloban poco más del 92% de los<br />
ocupados urbanos.<br />
Si se utiliza como indicador para medir la precariedad laboral la ausencia de aportes<br />
jubilatorios, se puede afirmar que existe una alta precariedad laboral en el trabajo<br />
realizado en el sector agropecuario en los residentes de las zonas rurales, ya que al 60%<br />
de los trabajadores (excluyendo a patrones, trabajadores por cuenta propia y trabajadores<br />
familiares) no le descuentan ni les realizan aportes previsionales. Este valor es mucho<br />
más alto al registrado en el aglomerado urbano el cual mide 43%, aunque asimismo es<br />
también un valor preocupante respecto a la condición de inserción de esta población.<br />
Cuadro 6: Obreros o empleados por ERA y Gran Mendoza según condición de la ocupación. 2006<br />
Condición laboral ERA Gran Mza<br />
%<br />
Registrados 40,15 57,1<br />
No registrados 59,85 42,9<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE)- E. P. H. (INDEC) Cuarto trimestre 2006.<br />
<strong>En</strong> lo relativo a la duración del empleo se observa que más del 40% de los trabajos<br />
realizados en la actividad agropecuaria son percibidos por quienes los realizan como<br />
temporales. Esta temporalidad en parte se relaciona con que el mismo ciclo productivo<br />
determina la necesidad de trabajadores temporales para realizar tareas como la cosecha,<br />
16
los cuales se hacen prescindibles el resto del año; aunque también influyen las<br />
estrategias empresariales interesadas en reducir los costos fijos.<br />
Así, esta situación desventajosa de los trabajadores rurales agropecuarios mejora<br />
fuertemente en los empleos urbanos del Gran Mendoza -sin dejar de ser preocupante- al<br />
registrar poco más de 12%, aumentado algunos puntos porcentuales en el caso que se<br />
considere al servicio doméstico como trabajo temporario.<br />
Cuadro 7: Obreros o empleados por ERA y Gran Mendoza según duración de la ocupación. 2006<br />
Final de la ocupación ERA Gran Mendoza<br />
%<br />
Sin información 0,32 3,8<br />
Sin Final Previsto 6 55,71 74,7<br />
Con final Previsto 7 43,97 12,2<br />
Servicio Doméstico - 9,3<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE)- E. P. H. (INDEC).Segundo trimestre 2006.<br />
Respecto a la intensidad de la ocupación que considera el tiempo de trabajo semanal que<br />
las personas ocupadas dedican a su actividad, se puede señalar que en el empleo rural<br />
agropecuario, se halla mayor porcentaje de población que trabaja menos de 35 horas<br />
semanalmente (subocupados horarios) en relación al empleo de los residentes en el<br />
aglomerado urbano. <strong>En</strong> cambio este trabajo urbano, concentra en la categoría de 35 a 45<br />
de horas trabajadas semanalmente un 50%, contra el 42% que registra el ERA. Por su<br />
parte, los sobreocupados participan proporcionalmente más en el empleo agropecuario<br />
que en el desarrollado en el Gran Mendoza, 38 y 35% respectivamente.<br />
Cuadro 8: Ocupados por tipo ERA y Gran Mendoza según intensidad de la ocupación<br />
Intensidad de la ocupación<br />
ERA Gran Mendoza<br />
%<br />
No trabajó circunstancialmente 0 3,2<br />
Subocupados horarios (menos de 35 horas semanales) 19,6 12<br />
Ocupados plenos (entre 35 y 45 horas semanales) 41,93 50,1<br />
Sobreocupados (más de 45 horas semanales) 38,48 34,7<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE)- E. P. H. (INDEC) Cuarto trimestre 2006.<br />
Sólo en forma preliminar se presentan los datos correspondientes a tamaño del<br />
establecimiento en empleo rural agropecuario donde según la <strong>En</strong>cuesta con la que se<br />
trabaja muestra la importancia superlativa que los establecimientos de menos de 10<br />
personas tienen, al ser los que demandan al 94,7% de estos ocupados. Por su parte, en<br />
6 Incluye permanente, fijo, estable, de planta etc.<br />
7 Incluye changa, trabajo transitorio, por tarea u obra, suplencia etc.<br />
17
el ámbito urbano mendocino las PYMES son las que concentran la mayor cantidad de<br />
mano de obra ocupada alcanzando el 65,2% del total de ocupados 8 .<br />
Cuadro 9: Ocupados de la actividad agropecuaria (ERA) y Gran Mendoza según tamaño del<br />
establecimiento. 2006<br />
Tamaño del establecimiento<br />
ERA<br />
Gran Mendoza<br />
% %<br />
PYMES (1 a 40 pers.) 94,7 65,2<br />
Grandes Empresas (41 a 100 pers.) 3,5 8,3<br />
Grandes Empresas (101 a 500 pers.) 1,0 11,2<br />
Grandes Empresas (501 y más pers.) 0,1 2,8<br />
NS/NR 0,7 12,4<br />
Total 100 100<br />
Fuente: <strong>El</strong>aboración propia en base a E.C.V.H.R. y U. (DEIE) y E. P. H. (INDEC). Segundo trimestre 2006<br />
5.3- <strong>El</strong> empleo en la vitivinicultura tradicional<br />
Por último, se planteará brevemente algunos aspectos relevantes que caracterizaron al<br />
trabajo en la organización vitivinícola anterior a la reconversión; especialmente en las<br />
primeras décadas del siglo XX. <strong>El</strong> objetivo de realizar esta caracterización es mostrar que<br />
la precariedad e inestabilidad del empleo no es un fenómeno nuevo en esta actividad.<br />
Por la estacionalidad de su producción, la vitivinicultura se ha caracterizado por<br />
estructurar el mercado de trabajo, tanto en la producción de uvas como en la elaboración<br />
de vinos por un núcleo duro o permanente, con reducido número de trabajadores de<br />
mayor estabilidad laboral y calificación, y un grupo periférico o temporal el cual es<br />
numeroso. Así, se ha concentrado la mayor demanda de mano de obra en el período<br />
previo y durante la misma cosecha (meses de febrero a abril), lo que a su vez activa la<br />
producción industrial. Como la mayor parte de la uva mendocina es destinada a la<br />
vinificación, su carácter perecedero y la necesidad de su rápido ingreso a la bodega para<br />
su transformación provocan una intensa y muy fuerte articulación entre la dinámica del<br />
sector primario y el industrial. “Por este motivo, la demanda de trabajo se incrementa<br />
notablemente en estos meses de verano tanto en el sector vitícola (viñedos) como en el<br />
industrial (bodegas)” (Bocco y Dubbini, 2007: 14).<br />
“<strong>En</strong> su clásico informe Bialet Massé muestra las malas condiciones de los trabajadores<br />
vitivinícolas y la explotación que sufrían los viñateros y los pequeños bodegueros por<br />
8 Vale aclarar que para llegar a conclusiones más determinantes respecto a este indicador en el medio rural, se debería<br />
extender la muestra de los casos de forma que posibilite contrastar con los datos disponibles del Censo Nacional<br />
<strong>Agropecuario</strong> de 2002. Respecto al cuadro expuesto de este indicador en relación al aglomerado urbano de Mendoza es<br />
el que se presentó en el informe de prensa por el INDEC, sin haber realizado modificaciones propias en el corte de las<br />
categorías para este estudio.<br />
18
parte de las grandes bodegas. Para Massé aquellos sectores se acercaban a las<br />
condiciones de explotación sufrida por los cañeros en Tucumán” (Cerdá, 2006: 2).<br />
Así, la figura tradicional y característica que surge ya desde los inicios de la vitivinicultura<br />
en Mendoza es el “contratista de viña”, al cual ya se ha hecho alusión en este trabajo<br />
anteriormente, cuyo contrato podía ser de tres, cinco u ocho años. Los primeros<br />
“contratistas” eran inmigrantes o descendientes de inmigrantes, mayormente de Italia y<br />
España, que se habían radicado en la provincia a fines del siglo XIX y que traían el saberhacer<br />
en el manejo de los viñedos. Sin embargo es importante explicitar que el contrato<br />
de viña “…esconde una forma colectiva de manejo del viñedo al utilizar la fuerza de<br />
trabajo familiar, aunque la cara visible sea el jefe de familia que firma el contrato con el<br />
propietario” (Bocco y Dubbini, 2008: 5).<br />
No obstante estos inmigrantes conocedores de la actividad vitícola, Cerdá señala que,<br />
pese a los esfuerzos realizados por el Estado, la mayoría de los inmigrantes que llegaron<br />
a la provincia no era mano de obra especializada en el cultivo de la vid, lo cual no fue un<br />
freno para el proceso de modernización encarado por la provincia. “<strong>La</strong>s ocupaciones más<br />
frecuentes, incluso en el sector industrial, no requerían de un elevado nivel de instrucción<br />
ni de experiencia previa debido a la baja mecanización y al elevado trabajo artesanal” que<br />
se demandaba (Cerdá, 2006:18).<br />
<strong>El</strong> problema más grave de inserción laboral, en esas primeras décadas del siglo XX, era<br />
lograr estabilidad, la economía local no creó los puestos de trabajo suficientes para<br />
satisfacer la oferta de mano de obra, lo que redundó en un excedente permanente de<br />
ésta, caracterizando al mercado de trabajo por un bajo dinamismo, una escasa<br />
capacitación de la fuerza de trabajo y una fuerte inestabilidad de los puestos de trabajo.<br />
Cerdá (2006: 18-19) sostiene que los datos disponibles, alcanzan para afirmar que estos<br />
trabajadores debieron pasar por períodos de alta precariedad e inestabilidad en sus<br />
trabajos, proceso que se registró el significativo aumento de “los jornaleros” y de los<br />
sectores “sin profesión determinada”; aunque sería necesario disponer de mayor cantidad<br />
de datos para realizar una afirmación categórica al respecto.<br />
Es válido aclarar que algunos sectores de la región, como la burguesía bodeguera, sí se<br />
beneficiaron del desarrollo económico provincial. “Sin embargo, los sectores subalternos<br />
debieron soportar las arbitrariedades de los contratos de trabajo y vivieron en condiciones<br />
difíciles, con un retraso importante en las condiciones de vida” (Cerdá, 2006:19).<br />
19
6- Reflexiones Finales<br />
<strong>La</strong> alta precariedad que existe actualmente en el trabajo rural del sector agropecuario y<br />
agroindustrial no es nuevo como fenómeno. Aunque, sí ha tomado nuevas formas y en<br />
todo caso se ha agudizado con la reestructuración económica y con la extensión de la<br />
precariedad a empleos insertos en ramas en las que antes predominaban relaciones<br />
estables y que aseguraban determinadas condiciones laborales y de vida a los<br />
trabajadores.<br />
Así es como a partir de los años ochenta, la intensificación de tendencias de flexibilización<br />
en el sector agroexportador conduce a la coexistencia de formas tradicionales y modernas<br />
de organización de la producción y del trabajo. <strong>El</strong> agro moderno y la constante<br />
incorporación de cambio tecnológico han fortalecido o acentuado ciertas características<br />
del empleo en el sector agropecuario: disminución de la demanda total de empleo,<br />
requiriendo una mayor especialización de las tareas demandadas, junto con la<br />
disminución del tiempo de trabajo dedicado a las mismas, y aumento, en algunos casos,<br />
de la proporción de demanda de trabajo estacional en relación al permanente, aunque<br />
disminuyendo los valores absolutos de este trabajo estacional en relación a la situación<br />
anterior.<br />
Se ha intentado analizar esto a nivel general en América <strong>La</strong>tina, focalizado en la Argentina<br />
y dedicando especial atención a lo sucedido en la vitivinicultura mendocina, siendo un<br />
primer análisis que permita seguir profundizando en el mismo y dando cuenta de los<br />
cambios cuantitativos y cualitativos sucedidos en esta agroindustria.<br />
Por último, es importante remarcar la necesidad de contar con información confiable,<br />
completa y actualizada que focalice en el trabajo rural agropecuario y que permita<br />
diagnosticar las condiciones del mismo. Pero además, también es importante generar las<br />
herramientas teórico-conceptuales y los instrumentos de recolección de datos que<br />
permitan medir y lograr el mayor acercamiento posible a la realidad de este sector.<br />
Algunos de los conceptos que aparecen problemáticos al medir con las mismas variables<br />
que se utilizan para el trabajo urbano son fundamentalmente: la condición de actividad, el<br />
trabajo de las mujeres y el trabajo infantil y la precariedad laboral. Así es como <strong>La</strong>ra<br />
Flores (2001:376) sostiene que “si bien en el ámbito de la Sociología del <strong>Trabajo</strong> se<br />
analizan las características de los nuevos modelos productivos y sus efectos en el<br />
mercado de trabajo, resulta importante detenerse a estudiar la manera en que profundizan<br />
la segmentación del mercado de trabajo, el efecto en las calificaciones obreras, en las<br />
20
modalidades de empleo y en el contenido del trabajo, entre otras cosas que hasta ahora<br />
han sido poco analizadas”.<br />
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