de hatos y fincas cazaban durante las noches “linterneando” y, generalmente, vendían las pieles a comerciantes y traficantes itinerantes colombianos, quienes las sacaban de contrabando al mercado internacional. A finales de la década de los setenta la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la Convención para el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES por sus siglas en inglés) a través de acuerdos internacionales, declararon la prohibición de la cacería y el comercio de pieles; catalogando así al yaguar como especie en peligro de extinción al incluirla en el Apéndice I. Desde la década de los setenta fue declarado en veda por el Ministerio del Ambiente. El Libro Rojo de la fauna venezolana lo cataloga actualmente como vulnerable. El conflicto yaguar - humano Históricamente, el yaguar se distribuía desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina. En los últimos siglos hemos desarrollado o deforestado un 54% del hábitat disponible para yaguares y el hábitat utilizable por ellos se ha reducido en un 22% (está extinto en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay). En Venezuela, en las zonas de selvas extensas al sur del Orinoco, sigue subsistiendo este magnífico felino, aunque tanto allí como principalmente al Norte del Orinoco, sus poblaciones se han visto muy afectadas por la expansión de la frontera agropecuaria (con deforestación de extensas áreas boscosas), la minería (legal, ilegal y artesanal), la ganadería y la caza furtiva del felino y sus presas que, por las deforestaciones, se ven desplazados hacia zonas marginales en donde son cazados con mayor facilidad. Del mismo modo, en estas áreas de fuerte crecimiento demográfico, existe una cacería furtiva intensa que disminuye las poblaciones de presas del yaguar el cual entra en competencia con el hombre por ciertas especies de interés cinegético o de cacería de subsistencia; al disminuir sus presas naturales, la depredación sobre las especies domésticas aumenta. Esta actividad de depredación genera una respuesta de exterminio por parte del humano, quien se vale de todos los medios disponibles, incluyendo en envenenamiento de las presas. A través de su distribución grandes números de yaguares son matados todos los años por ser considerados una amenaza para el ganado y otros animales domésticos. La mayoría de los ganaderos aprecian tener yaguares en sus propiedades como una herencia natural y cultural de la que se sienten orgullosos, pero se ven compelidos a eliminarlos en casos de depredación continua. Además, la caza de yaguares por miedo, como demostración de valentía (y machismo), o como diversión “adrenalínica” es practicada en varias áreas rurales, aún en ausencia o con contados casos de depredación. En Latinoamérica el conflicto ganado/yaguar se compone de tres aspectos. En primer lugar, la cacería de yaguares está legal y totalmente prohibida por todos los gobiernos (con la excepción de Belice, en el caso específico de yaguares depredadores de ganado). 6 134
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