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los agustinos recoletos y las misiones - Provinciasannicolas.org

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LOS AGUSTINOS RECOLETOS Y LAS MISIONES<br />

CAPÍTULO GENERAL – MONACHIL 2010<br />

El Consejo General me encargó, hace ya tiempo, hablar, presentar y motivar a<br />

<strong>los</strong> capitulares sobre <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>. Tarea difícil, pero apasionante; vamos a intentarlo.<br />

En un primer momento, pensé hablar sobre la misión de China, por lo que tiene<br />

de misteriosa y desafiante. Por aquello de que más vale una imagen que mil palabras, os<br />

invito a la proyección sobre la historia de la misión, que tendrá lugar cuando la<br />

comisión de ocio lo considere oportuno, tal vez esta misma noche.<br />

1. ¿Somos misioneros?<br />

Comienzo de una forma provocadora, con tres preguntas directas: ¿Vosotros os<br />

consideráis misioneros? ¿Creéis que se nos puede considerar misioneros? ¿Pensáis<br />

que <strong>los</strong> <strong>agustinos</strong> <strong>recoletos</strong> somos misioneros?<br />

Y respondo a estas preguntas, como lo hizo el P. Ángel Martínez Cuesta en<br />

1992, en el primer congreso misional agustino recoleto cuando dijo, con toda<br />

rotundidad y con el consiguiente revuelo, que “<strong>los</strong> <strong>agustinos</strong> <strong>recoletos</strong> no somos una<br />

Orden misionera estrictamente dicha”.<br />

Os podéis imaginar el alboroto. Algunos pensaron que era un insulto, un<br />

menosprecio, una provocación: “Y nosotros que pensábamos, que creíamos, que<br />

siempre nos habían dicho…”. Cuesta justificó su afirmación con razones serias y con<br />

datos. Así, recordó que “la Recolección no nació con propósitos misionales, ni se ha<br />

convertido en una Orden de carácter preferentemente misional con el paso de <strong>los</strong> sig<strong>los</strong>.<br />

Aunque es verdad que cuenta entre sus antecesores con verdaderos amantes de <strong>las</strong><br />

<strong>misiones</strong> (Alonso de Orozco, Tomás de Villanueva, Tomé de Jesús), <strong>los</strong> fundadores no<br />

pensaron en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> y <strong>las</strong> leyes primitivas <strong>las</strong> silencian. Nuestra presencia en la<br />

vanguardia misional ha sido escasa (nunca más de 125 misioneros) y casi siempre de<br />

carácter esporádico. Si exceptuamos a <strong>los</strong> primeros misioneros de Filipinas, a <strong>los</strong> cuatro<br />

beatos japoneses, a <strong>los</strong> mártires de Urabá -Colombia (1627-1632) y a <strong>las</strong> decenas de<br />

religiosos que han trabajado en China desde 1924 hasta el presente, nuestra obra<br />

misionera ha mirado más a afianzar <strong>las</strong> iglesias débiles que al anuncio del mensaje y a<br />

la creación de nuevas comunidades cristianas. La preparación de <strong>los</strong> religiosos ha sido<br />

siempre la propia de <strong>las</strong> órdenes mendicantes reformadas, nunca de <strong>los</strong> institutos<br />

misioneros, que son creación del siglo XX. En nuestras Constituciones no había alusión<br />

alguna a <strong>las</strong> necesidades o peculiaridades misionales, a excepción de algunos elementos<br />

de la provincia filipina y de la Candelaria después”.<br />

Después de argumentar todas estas razones de peso, para suavizar y rebajar el<br />

nivel de tensión, vino a decir que, aunque no lo somos, tenemos una brillante historia<br />

misionera, que nuestra Orden y <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> forman una combinación muy adecuada, y<br />

aportó una serie de motivos, ventajas y consecuencias por <strong>las</strong> que podemos sentirnos<br />

<strong>org</strong>ul<strong>los</strong>os de nuestras <strong>misiones</strong>. A pesar de que no somos una Orden misionera, <strong>las</strong><br />

<strong>misiones</strong> pertenecen a la misma entraña de nuestro ser. Como comunidad<br />

agustiniana, mendicante y reformada, la Recolección era misionera en potencia, y el<br />

clima de exaltación apostólica de la época en que nació no tardó en empujarla a dar el<br />

salto del mundo de la posibilidad al de la realidad.<br />

¿Qué dicen nuestras Constituciones al respecto?<br />

“Toda la Iglesia es misionera y la obra de evangelización es deber fundamental<br />

del pueblo de Dios” (Constituciones 289).


2<br />

“La Orden, como parte de la Iglesia peregrinante, es misionera; además, por<br />

tradición y derecho de herencia, difunde su caridad para implantar la Iglesia entre <strong>los</strong><br />

pueb<strong>los</strong> que todavía no creen en Cristo, o para desarrollarla en aquel<strong>las</strong> regiones en <strong>las</strong><br />

que no hay jerarquía propia, ni madurez de vida cristiana, ni suficiente predicación<br />

evangélica” (Constituciones 290).<br />

Y <strong>los</strong> números siguientes dicen cosas muy interesantes sobre el trabajo de <strong>los</strong><br />

misioneros…<br />

¿Qué se entiende hoy por misión? Vamos a ver si nos aclaramos:<br />

En su Informe a <strong>los</strong> religiosos del año 2008, el prior provincial decía que la<br />

Provincia de San Nicolás de Tolentino ejerce una actividad misionera en China, Taiwán<br />

y Brasil, y está presente en algunos ministerios que se identifican como <strong>misiones</strong> por la<br />

situación social, su evangelización y el compromiso que implican.<br />

La encíclica Redemptoris Missio de Juan Pablo II describe <strong>los</strong> cambios que nos<br />

obligan a tener una concepción nueva del carácter misionero de la Iglesia y de la vida<br />

religiosa (número 32). Sin renunciar al sentido original de “misión ad gentes”, en<br />

nuestra historia, <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> han estado vinculadas a <strong>los</strong> excluidos, <strong>los</strong> pobres, <strong>los</strong><br />

débiles.<br />

Se pueden distinguir varias acepciones de ”misión”:<br />

1º. En primer término, lo que siempre se ha entendido como misión ad gentes:<br />

“misión” son aquel<strong>los</strong> lugares donde la fe no ha sido implantada, como China o Taiwán,<br />

<strong>los</strong> lugares especialmente exigentes, en <strong>los</strong> que es necesario hacer un primer anuncio del<br />

evangelio;<br />

2º. Misión son también <strong>los</strong> lugares donde el catolicismo no es mayoría, como<br />

Inglaterra o Estados Unidos; o regiones con marcado secularismo, como Europa y<br />

Estados Unidos. Son misión, por tanto, <strong>los</strong> lugares cuyas condiciones son tan duras,<br />

económica o culturalmente, que la asimilación del mensaje es muy costosa.<br />

3º. Un concepto más “legal” sería el lugar donde la Iglesia no es autosuficiente<br />

en medios humanos o económicos o no tiene estructura diocesana, como ocurre en<br />

Lábrea y otras prelaturas y diócesis necesitadas de clero extranjero.<br />

4º. Por último, están “<strong>los</strong> ministerios de frontera”, lugares con grave injusticia<br />

social y amenaza constante a la dignidad humana. Una buena parte, cerca del 30% de<br />

<strong>los</strong> ministerios de nuestra provincia, están en situaciones de frontera: Brasil, China;<br />

Ciudad de <strong>los</strong> Niños, Puerto Viejo y Río Frío en Costa Rica; Chihuahua y Hospitales en<br />

México, la atención a inmigrantes en Inglaterra y Estados Unidos. Lo que no quiere<br />

decir que <strong>los</strong> religiosos trabajen en y para la frontera, que es otra cosa.<br />

Creo que, después de estas aclaraciones y explicaciones, podemos considerarnos<br />

–con todo derecho– misioneros, sea en sentido estricto, sea en un sentido más amplio y<br />

actual.<br />

2. Nuestra historia misional<br />

La historia misional de la Orden se remonta al año 1605. El 30 de abril de ese<br />

año, en el 2º Capítulo Provincial de la casi recién nacida Recolección, que se celebró en<br />

Madrid, se informa de <strong>las</strong> negociaciones del prior provincial saliente, Fray JUAN DE SAN<br />

JERÓNIMO, con el gobierno de España para enviar misioneros a Filipinas.<br />

Efectivamente, en el año 1604 el padre Juan de san Jerónimo expuso al Consejo de<br />

Indias que también su comunidad quería asociarse a <strong>las</strong> hazañas de tantos frailes<br />

reformados que abandonaron el sosiego de sus conventos y estaban consumiendo sus<br />

vidas en <strong>las</strong> tierras recién descubiertas. Él pensaba concretamente en Méjico, Filipinas o<br />

China. El Consejo de Indias se inclinó por Filipinas, porque había más necesidad de<br />

ministros del Evangelio y “por ser estos religiosos a propósito por la pobreza y<br />

estrechez que profesan”. El 23 de febrero de 1605, el rey Felipe III firmó la licencia.


3<br />

Sólo faltaba el consentimiento oficial de la corporación recoleta, que se consiguió con<br />

sorprendente facilidad. El provincial propuso su proyecto a <strong>los</strong> vocales del segundo<br />

Capítulo Provincial, celebrado en Madrid, el 30 de abril de 1605, y éstos lo acogieron<br />

con singular aplauso, por considerarlo “de gran servicio de Dios”.<br />

El 1 de mayo de 1605 se toma este acuerdo: “enviar 12 religiosos a <strong>las</strong> Is<strong>las</strong><br />

Filipinas a predicar el santo Evangelio y fundar monasterios de Nuestra Sagrada<br />

Religión en aquel<strong>las</strong> is<strong>las</strong>”. Desde esa fecha, <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> son parte irrenunciable de la<br />

Orden, formando con ella un matrimonio indisoluble, feliz y fecundo.<br />

A <strong>los</strong> 15 días ya estaban reunidos en Madrid <strong>los</strong> 14 religiosos elegidos. Dos<br />

meses más tarde se embarcaban en Sanlúcar de Barrameda rumbo a México y Manila.<br />

Los misioneros llegaron a Manila en mayo de 1606. Tres meses después, en septiembre,<br />

dan vida al convento San Nicolás de Bagumbayan –actual parque de Rizal– y poco más<br />

tarde a <strong>los</strong> de San Sebastián y Cebú.<br />

Esa decisión ha tenido gran influjo en la vida de la Orden: le abrió el horizonte<br />

misional. Fue el momento carismático de nuestro quehacer misionero.<br />

Pocos años después, en el 1º capítulo provincial –Manila, febrero 1624–, se<br />

asienta la base espiritual de <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>: “que guarden toda la observancia regular de<br />

<strong>los</strong> conventos, maitines a media noche y dos horas de oración mental, aunque no haya<br />

más que un sacerdote”.<br />

Los capítu<strong>los</strong> sucesivos se centran en dos po<strong>los</strong>: – proteger la identidad<br />

carismática de <strong>los</strong> misioneros (vida común, oración, votos) – y disciplinar y unificar su<br />

actitud ministerial (aprender <strong>las</strong> lenguas, trato a <strong>los</strong> indígenas, autoridades, sacramentos,<br />

catequesis, actividades sociales). Todo eso queda recogido en el “Modo de<br />

administrar”, libro de 1625, auténtico vademécum de <strong>los</strong> misioneros filipinos.<br />

El acuerdo misionero de 1605 fue tomado por unanimidad y sin oposición. Los<br />

padres de la Recolección no veían incompatibilidad alguna entre la vida de convento y<br />

la acción misionera. Más bien creían que la fuerte vida de contemplación y comunidad<br />

que el<strong>los</strong> propugnaban empujaba hacia el apostolado y hacia <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>. Por eso<br />

dieron a sus conventos una clara dimensión apostólica y aprovecharon la primera<br />

oportunidad para hacerse un hueco en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>. Un factor explica esta conducta: la<br />

orden agustiniana es mendicante, con un claro propósito apostólico. Hay un nexo claro<br />

entre reforma y misión.<br />

En nuestra historia misional podemos distinguir tres grandes periodos:<br />

- El primero va del comienzo en 1606 hasta la disolución de <strong>los</strong> conventos<br />

españoles en 1835 con la desamortización. En este primer periodo trabajamos en el<br />

archipiélago filipino, Japón y <strong>las</strong> is<strong>las</strong> Marianas.<br />

- El segundo va de 1835 a 1891 y se centró en Filipinas y <strong>las</strong> Is<strong>las</strong> Marianas.<br />

- El tercero va de 1891 a la actualidad. El tercer periodo tiene muchos frentes<br />

(Colombia, Brasil, Panamá, Perú, Venezuela, China, Taiwán, Costa Rica, Sierra Leona),<br />

cada uno con su propia historia, pero con dos notas comunes: pertenencia a la Orden y<br />

trabajo a <strong>las</strong> órdenes directas de la Santa Sede. Esta última nota es fundamental. Hasta<br />

1891 nuestro trabajo misionero se había desarrollado siempre a la sombra del patronato<br />

español. Ahora se desvincula de toda tutela temporal y se compromete a no seguir otra<br />

bandera ni consignas que <strong>las</strong> de la Iglesia romana.<br />

Este tercer periodo de nuestra historia, el más reciente y que llega hasta nuestros<br />

días, comienza en enero de 1891 con la exploración de Casanare por san Ezequiel<br />

Moreno y sus tres compañeros durante tres meses y medio. Ese viaje, emprendido con<br />

<strong>los</strong> más altos ideales y con plena conciencia de la grandeza de la misión, marca un hito<br />

fundamental en nuestra historia misional. San Ezequiel fue una figura de gran<br />

transcendencia por su obra misionera, tanto en la Orden como en Filipinas y Colombia.


4<br />

Su espíritu sigue siendo actual. Sus consignas prácticas siguen siendo válidas hoy. La<br />

vida común, el apoyo de la comunidad de origen, el aprendizaje de <strong>las</strong> lenguas<br />

indígenas, la dedicación especial a <strong>los</strong> niños, la colaboración con <strong>las</strong> religiosas, la<br />

importancia de la información, la participación de <strong>los</strong> laicos…<br />

3. Las <strong>misiones</strong> agustino recoletas en la actualidad<br />

Este es el mapa histórico de presencia de la Orden en <strong>misiones</strong>:<br />

En 1606 empezó nuestra misión en Filipinas<br />

En 1893 nos concedieron el Vicariato de Casanare (Colombia)<br />

En 1910 nos dieron la administración de la Prelatura de Palawan (Filipinas)<br />

1924 – Llegamos a China Continental<br />

1926 – Comenzamos en Lábrea (Amazonas, Brasil)<br />

1927 – Tumaco (Colombia)<br />

1928 – Marajó (Brasil)<br />

Después del Concilio Vaticano II, la Curia general deseaba que todas <strong>las</strong><br />

provincias de la Orden tuviesen su propia misión:<br />

1963 – Prelatura de Chota (Perú)<br />

Prelatura de Bocas del Toro (Panamá)<br />

Tres parroquias en Kaohsiung, en el sur de Taiwán<br />

1966 – Prelatura de Ciudad Madera (México)<br />

1977 – Cuatro parroquias cuasi-<strong>misiones</strong> en Sarapiquí (Costa Rica)<br />

1996 – Kamabai (Sierra Leona)<br />

Actualmente, la Orden tiene 8 territorios misionales: Lábrea y Marajó en<br />

Brasil, Chota en Perú, Bocas del Toro-Kankintú en Panamá, Trinidad en Colombia,<br />

Kamabai-Kamalu en Sierra Leona, Shangqiu en China y <strong>las</strong> parroquias de Kaohsiung en<br />

Taiwán. Y en la actualidad hay 83 religiosos en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>, 83 misioneros, el 7,5% del<br />

total de la Orden.<br />

4. Valoración de nuestro quehacer misionero: luces y sombras<br />

En muchos momentos de nuestra actividad misional destacó el individualismo y<br />

la improvisación de nuestros misioneros, así como la falta de apoyo por parte de la curia<br />

provincial. A partir del Concilio Vaticano II, nuestras <strong>misiones</strong> han experimentado<br />

cambios notables. Muchas siguieron el modelo tradicional, más preocupadas de<br />

mantener lo heredado que de abrir nuevos horizontes. Se echó en falta una misión viva<br />

entre infieles, de la que la Orden estaba privada desde la forzada clausura de China-<br />

Kweiteh. Con la reciente apertura de la misión de Sierra Leona en Africa se ha<br />

rellenado esa laguna. Otras, como la formación específica de <strong>los</strong> misioneros, <strong>las</strong><br />

relaciones de la comunidad con sus vanguardias misioneras y la colaboración de <strong>los</strong><br />

laicos van encontrando soluciones poco a poco.<br />

Ha mejorado la selección y preparación de <strong>los</strong> misioneros. Ahora abundan<br />

<strong>los</strong> voluntarios, antes no. Ha aumentado la generosidad de <strong>las</strong> provincias. Ha mejorado<br />

la formación: muchos tienen títu<strong>los</strong> universitarios, o han hecho cursos en centros<br />

especializacdos, o de actualización y reciclaje. Pero se necesita una preparación<br />

humana, espiritual, intelectual, moral y técnica, como deseaban <strong>los</strong> padres conciliares.<br />

Aunque persiste el antiguo individualismo, la planificación comunitaria ha progresado<br />

notablemente. Falta realzar el aspecto espiritual y carismático en <strong>las</strong> reuniones de <strong>los</strong><br />

religiosos.<br />

Se han puesto en marcha importantes proyectos pastorales: programa<br />

inculturizador de <strong>los</strong> misioneros de Bocas del Toro, la floración catequética de Chota, la<br />

atención a <strong>los</strong> niños y jóvenes en Lábea (Centros Esperanza) y la labor de <strong>las</strong><br />

comunidades de base en Marajó.


5<br />

Nuestros misioneros han dedicado siempre gran atención a la mejora de <strong>las</strong><br />

condiciones de vida de sus fieles. Han creado cooperativas de ahorro y crédito, nuevos<br />

cultivos agríco<strong>las</strong>, proyectos de pesca, carreteras, puentes, agua potable, redes de<br />

saneamiento y alcantarillado, casas para <strong>los</strong> pobres, centros de salud, capil<strong>las</strong>, iglesias y<br />

casas curales.<br />

Benedicto XV, tan certero siempre en el análisis de la realidad misional, animó a<br />

<strong>los</strong> responsables de <strong>las</strong> iglesias misionales a mantener trato y amistosas relaciones con<br />

sus colegas vecinos, que tuviesen reuniones donde poder aconsejarse y animarse<br />

mutuamente. Ya el decreto Ad gentes habló de la necesidad de que <strong>los</strong> institutos<br />

misionales coordinaran esfuerzos y se mantuvieran en contacto con <strong>las</strong> conferencias<br />

episcopales. Se ha mejorado la inserción en la iglesia local, lo que ha permitido a <strong>los</strong><br />

misioneros sintonizar con <strong>las</strong> directrices de <strong>las</strong> Conferencias episcopales, lo que ha<br />

facilitado recibir recursos y ayudas de obispos vecinos.<br />

5. Reflexiones y consideraciones sobre nuestro trabajo misionero<br />

Las <strong>misiones</strong> han proporcionado a la Orden cohesión interna y lustre<br />

externo. Sus frutos nos han liberado del anonimato eclesial y nos han permitido<br />

sentirnos útiles a la Iglesia y al mundo. A menudo <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> han ayudado a superar el<br />

horizonte particular de <strong>las</strong> provincias, fortificando su unidad y su espíritu corporativo.<br />

En el siglo XIX aseguraron nuestra supervivencia y en el XX facilitaron la consecución<br />

de su pleno desarrollo jurídico. Sin <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> filipinas, la Orden habría naufragado en<br />

<strong>las</strong> o<strong>las</strong> encrespadas del liberalismo hispano-colombiano. Y sin el<strong>las</strong>, no habríamos<br />

conseguido la autonomía jurídica en Roma.<br />

Las <strong>misiones</strong> constituyen la mayor gloria de la Orden, su flor más preciosa.<br />

En el<strong>las</strong> ha dado <strong>las</strong> muestras más claras de su caridad, de su santidad, de su<br />

apostolicidad y de su catolicidad. En el<strong>las</strong> se santificaron Magdalena de Nagasaki y<br />

Ezequiel Moreno y <strong>los</strong> cuatro beatos del Japón. Varios de nuestros mártires de Motril<br />

pasaron años de su vida en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>. En <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> brotaron dos de <strong>las</strong> tres<br />

comunidades de agustinas recoletas de vida activa que hoy comparten nuestro espíritu y<br />

que son <strong>los</strong> frutos más grandes de nuestro apostolado.<br />

Las <strong>misiones</strong> son irrenunciables. Sin el<strong>las</strong> perderíamos una ocasión excelente<br />

de renovación evangélica. Aunque en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> no hayan surgido vocaciones, son<br />

motivación para que <strong>los</strong> jóvenes abracen nuestra vida; en no pocas historias<br />

vocacionales, el amor a la misión ha estado presente de un modo especial. En muchos<br />

ministerios nuestra presencia es relativamente necesaria. Pero en <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> y <strong>los</strong><br />

lugares de frontera nuestra presencia es absolutamente necesaria: se unen la necesidad<br />

de evangelización, la oportunidad de vivir con radicalidad la vida consagrada y la<br />

universalidad de nuestra vocación.<br />

Desde mi experiencia personal, estoy convencido de que todo depende del<br />

estilo, del talante, de la actitud. Depende del cómo y del por qué, más que de qué o el<br />

dónde. No es lo decisivo lo que hacemos, sino por qué lo hacemos y cómo lo hacemos.<br />

Uno puede estar en Sierra Leona y vivir como un marajá, como un verdadero capitalista<br />

explotador, como el más rico de <strong>los</strong> epulones del mundo. Y un puede vivir en<br />

Manhattan y vivir sencilla y sobriamente, como un verdadero pobre y en una actitud de<br />

desprendimiento y servicio a <strong>los</strong> demás. Por lo tanto, lo que define no es lo que<br />

hacemos, ni dónde estamos, sino cómo lo hacemos, con qué actitud, con qué estilo, y<br />

sobre todo, por qué lo hacemos, por quién lo hacemos. Se puede obrar por muchas<br />

razones: <strong>org</strong>ullo, vanidad, amor propio, envidia, competitividad, ambición, ce<strong>los</strong>… o<br />

todo lo contrario: por amor, deseo de ayudar, desprendimiento, generosidad, humildad,<br />

pobreza… Esto es lo decisivo, más que la obra en sí.<br />

Después de mi experiencia como secretario (6 años visitando todas <strong>las</strong><br />

comunidades), de mi experiencia como misionero (3 años en Tapauá) y de mi


experiencia de un año como provincial, pienso que necesitamos <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>, que son<br />

parte esencial de nuestra Orden, que perderíamos mucho si <strong>las</strong> descuidamos, dejamos de<br />

atender o <strong>las</strong> abandonamos, que marcan el nivel de nuestra fe, de nuestra entrega, que<br />

nos hacen mucha falta y que nos hacen mucho bien. En <strong>misiones</strong> uno se siente<br />

realmente en manos de Dios: no hay medios, estás a lo que venga, sin capacidad ni<br />

posibilidad de responder por ti mismo, por tus fuerzas, por tus medios, apoyado en <strong>los</strong><br />

recursos de que puedes disponer, estás a merced de <strong>las</strong> circunstancias, de <strong>los</strong> elementos.<br />

El<strong>los</strong> te dominan, no tú a el<strong>los</strong>. Y eso te hace abandonarte, descubrir tu debilidad, tu<br />

pobreza, desconfiar de ti mismo, de tus fuerzas, experimentar el fracaso y la desilusión,<br />

sentirte incapaz, inútil, desvalido… y buscar y abrir tu alma a Dios, confiar en Él,<br />

entregarte a Él. Se viven experiencias místicas, de religiosidad profunda, momentos<br />

inigualables de fe pura y auténtica.<br />

La misión te hace aprender de <strong>los</strong> demás. Los pobres nos evangelizan. Nos<br />

hacen replantearnos muchas cosas, revisar posturas, juicios, actitudes, nos hacen pensar.<br />

Nos dan ejemplo de tantas cosas: sencillez, simplicidad de vida, confianza en la<br />

Providencia, hospitalidad, generosidad, compromiso, intensidad en la vivencia de la fe,<br />

solidaridad, alegría, fidelidad. He aprendido más con el<strong>los</strong> en tres años que con otros en<br />

muchos años de convivencia.<br />

Creo que es muy bueno estar en <strong>misiones</strong>, vivir la experiencia de la misión, a<br />

nivel personal. Pero lo es también a nivel comunitario, a nivel de provincia o de<br />

Orden. La vida de comunidad es más intensa, más difícil, más auténtica. Se siente la<br />

falta, la necesidad, el bien, la nostalgia de la comunidad. Se echa en falta a <strong>los</strong><br />

hermanos. Se desea estar con el<strong>los</strong>. Se valora cuando están y se siente mucho su<br />

ausencia. La Orden necesita <strong>misiones</strong> y misioneros para no olvidarse de <strong>los</strong> pobres, para<br />

no olvidar sus raíces, para seguir teniendo ojos para el mundo, para no perder<br />

sensibilidad, para no perder credibilidad y frescura del Evangelio.<br />

Las <strong>misiones</strong> nos interesan mucho en el campo vocacional. ¡Cuántos de<br />

nosotros entramos en la Orden por ideales, sueños, historias y experiencias relacionadas<br />

con <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>! Las <strong>misiones</strong> siguen siendo hoy un reclamo, un atractivo, un aliciente<br />

vocacional, quizá nuestro mejor punto de encuentro con <strong>los</strong> jóvenes, lo que más les<br />

llama la atención, les atrae, les gusta, les provoca.<br />

Las <strong>misiones</strong> son el campo donde la colaboración con <strong>los</strong> laicos se está<br />

mostrando más propicia, fácil, posible y fecunda. Muchos voluntarios nos dan ejemplo<br />

de generosidad, de entrega, de interés, de compromiso, de coherencia. Aprendemos<br />

juntos, unos de otros, trabajando juntos. La misión compartida es más real y factible en<br />

una misión real, no en una virtual, donde cuesta descubrir la situación, <strong>las</strong> necesidades,<br />

<strong>los</strong> problemas, <strong>las</strong> urgencias.<br />

Por todas estas razones (personales, comunitarias, de Orden, históricas,<br />

vocacionales…) creo que <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> son algo fundamental hoy para nosotros, para<br />

nuestro presente y para el futuro. No concibo un futuro de la Orden sin <strong>misiones</strong>. Es<br />

más, creo que el ideal sería que todas <strong>las</strong> provincias de la Orden tuvieran su misión. Si<br />

no pueden, por carecer de personal suficiente, mantener el<strong>los</strong> so<strong>los</strong> una misión, creo<br />

necesario y muy conveniente para todas <strong>las</strong> provincias que algunos religiosos puedan<br />

tener la experiencia directa del trabajo misionero. Mientras está en la misión, el<br />

religioso va acumulando vivencias, relativiza otras cosas, se enriquece, descubre nuevas<br />

referencias y valores, ve <strong>las</strong> cosas de otro modo. Mientras está allí, llama la atención de<br />

otros, religiosos y laicos, que se interesan por él, y que a través de él conocen y se<br />

sensibilizan con la misión. Mantiene intercambio, contacto y correspondencia con la<br />

gente y se convierte en un animador misionero. Cuando regrese, será un hombre<br />

diferente, no olvidará lo que allí ha vivido y aprendido, podrá hablar desde la<br />

experiencia y no desde la teoría, podrá animar a otros, compartir, contagiar.<br />

6


7<br />

En 1990, el Papa Juan Pablo II escribió la encíclica Redemptoris Missio. En ella<br />

decía que la misión ad gentes seguía siendo una tarea urgente, que estaba todavía<br />

en sus comienzos (RM 1). Y <strong>los</strong> números le dan la razón. Cristo sigue siendo un<br />

desconocido para dos terceras partes de la humanidad y ese número cree cada día. En el<br />

siglo XX el número de creyentes creció del 23 al 35%. Ahora está en el 20% de<br />

creyentes en Cristo. En <strong>los</strong> 25 años entre la clausura del Concilio (1965) y la<br />

publicación de esa encíclica (1990) se duplicó el número de infieles. Y la proporción ha<br />

seguido empeorando. Por eso el Papa dio un aldabonazo a la conciencia de <strong>los</strong> católicos<br />

urgiéndoles a reasumir con renovado fervor la tarea evangelizadora: “Ningún creyente<br />

en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo:<br />

anunciar a Cristo a todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> (RM 8).<br />

El Papa cita algunas dificultades de orden psicológico, cultural y teológico que<br />

erosionan el fervor misionero y comprometen el futuro de la misión. RM 2: dificultades<br />

internas y externas han debilitado el impulso misionero de la Iglesia hacia <strong>los</strong> no<br />

cristianos, lo cual es un hecho que debe preocupar a todos <strong>los</strong> creyentes en Cristo,<br />

porque el impulso misionero ha sido siempre signo de vitalidad, así como su<br />

disminución es signo de una crisis de fe”.<br />

En concreto señalaba una falsa concepción de la libertad religiosa, una mala<br />

interpretación del valor salvífico de otras religiones y el antropocentrismo que impregna<br />

la cultura moderna. A ninguna le concedía un valor o una entidad suficiente. Según él,<br />

la misión cristiana “es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en<br />

Cristo y en su amor por nosotros” (RM 11).<br />

El cristianismo no es una sabiduría meramente humana, una ciencia del vivir<br />

bien. Eso produce la gradual secularización de la salvación, que impulsa a luchar a<br />

favor del hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. Nosotros sabemos<br />

que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos <strong>los</strong><br />

hombres. Otra dificultad es la tendencia a juzgar la misión con criterios excesivamente<br />

humanos y un fuerte recelo ante todo acercamiento cultural a <strong>las</strong> minorías. La propuesta<br />

religiosa de <strong>los</strong> misioneros es para muchos una agresión que no respeta <strong>los</strong> derechos de<br />

la persona. Esa es la perspectiva de <strong>los</strong> antropólogos, que ven al indígena como un<br />

simple objeto de estudio y se guían por una visión totalmente inmanente de la vida.<br />

También conviene distinguir entre <strong>las</strong> actividades de promoción humana, que<br />

reciben el aplauso y la buena acogida de la sociedad, y <strong>las</strong> actividades de tipo religioso,<br />

que son ignoradas por completo y no encuentran eco en la sociedad. A veces se atribuye<br />

a la escasez de vocaciones apostólicas el repliegue de <strong>las</strong> Iglesias sobre sí mismas, pero<br />

se olvida la enseñanza de la experiencia y de <strong>los</strong> papas sobre el valor renovador de<br />

la misión.<br />

Tal vez en nuestros misioneros no han arraigado demasiado estas ideas, pero sí<br />

han creado desazón y contagiado de cierto desinterés por <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> en el pueblo<br />

cristiano. El deber misional nos llega a todos de “un mandato formal del Señor: “Id al<br />

mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15) y es, además, una<br />

exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros.<br />

6. Conclusiones<br />

Quiero añadir algunas conclusiones:<br />

1- Las <strong>misiones</strong> son fundamentales en nuestra historia, espiritualidad y<br />

estructura de Orden. No se entiende la Orden de Agustinos Recoletos sin <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>,<br />

en el pasado, en el presente y en el futuro.<br />

2- Hemos de apostar por <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>: mantener<strong>las</strong>, mejorar<strong>las</strong>, cuidar<strong>las</strong>,<br />

mimar<strong>las</strong>. Nos conviene a todos. En <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> se siente más de cerca la presencia de<br />

Dios. Dios vive entre <strong>los</strong> pobres. Los pobres nos evangelizan.


8<br />

3- En <strong>misiones</strong> se vive radicalmente la pobreza que lleva a la fe. Pobresa no<br />

sólo económica, sino cultural, de relaciones, social; allí uno no tiene medios, no puede<br />

arreglar <strong>los</strong> problemas, no tiene soluciones. Cuenta sólo con el poder de Dios, con la<br />

fuerza de Dios. Eso nos hace más creyentes.<br />

4- En la Orden, hoy, hay que volcarse con <strong>las</strong> <strong>misiones</strong>. Si una Provincia no<br />

puede sola, que otras la ayuden. Nos interesa a todos. No son de una Provincia. Otras<br />

pueden colaborar. Es bueno para todos esa colaboración. Que no falten voluntarios. Se<br />

podría regular, animar, <strong>org</strong>anizar esa colaboración desde el consejo general: que cada<br />

año dos de Brasil vayan a Lábrea y Marajó; que algunos de Estados Unidos vayan a<br />

Sierra Leona o Brasil; que algunos de Colombia vayan a alguna misión de América.<br />

5- No podemos dejar de ser misioneros. Es donde uno se siente más en <strong>las</strong><br />

manos de Dios, más impotente, más desprovisto, más solo, más abandonado, más feliz,<br />

más fuerte en la fe, más dispuesto a hacer presencia entre <strong>los</strong> pobres, a luchar por <strong>los</strong><br />

oprimidos, a defender la dignidad de <strong>los</strong> más necesitados…<br />

6- En su informe, el prior general destaca que una de <strong>las</strong> deficiencias es el<br />

escaso trabajo de promoción de <strong>las</strong> vocaciones nativas para la iglesia local a la que<br />

sirven. Junto a esto podemos destacar el individualismo y el activismo.<br />

7- El mensaje del II Encuentro de Misioneros OAR en Yopal, Casanare, en<br />

enero 2006, pedía que se conserven <strong>los</strong> ministerios duros, de frontera, proféticos y se<br />

renueve el espíritu misionero; que se trabaje en reforzar nuestra identidad y carisma<br />

agustino recoleto siendo contemplativos, viviendo en comunidad fraterna y yendo<br />

adonde la Iglesia nos necesita.<br />

8- Y en diciembre de 2006 se celebró el III Congreso Misionero en Manila,<br />

Filipinas, con el objetivo de estudiar la vocación misionera como parte integral de la<br />

identidad agustino-recoleta.<br />

9- En <strong>las</strong> sugerencias de <strong>los</strong> religiosos al Capítulo General, sobre este tema<br />

aparecen <strong>las</strong> siguientes (número 38):<br />

- la idea de misión ha cambiado mucho. Los problemas de la evangelización y<br />

de la nueva evangelización desbordan nuestra preparación y nos obligan a replantearnos<br />

nuestra idea de misión y nuestro trabajo misional. Es un tema que debería ser tratado en<br />

profundidad en el Capítulo (34 religiosos).<br />

- se ha perdido el sentido o conciencia misional (ir donde la Iglesia nos necesite)<br />

y el compromiso (26 religiosos).<br />

- se ha hecho un buen servicio y se sigue haciendo, aun con menos religiosos (21<br />

religiosos)<br />

- sería oportuno-necesario abrirnos al Vietnam ¿Por qué precisamente esta<br />

nación? Porque es un país cercano a Filipinas, a China, a Taiwán… Que una provincia<br />

acoja esta iniciativa, o que el padre general asuma la propuesta y sea una iniciativa<br />

misionera interprovincial (1 religioso).<br />

7. Mis propuestas<br />

Yo, por mi parte, hago <strong>las</strong> siguientes propuestas:<br />

1. Mantener <strong>las</strong> <strong>misiones</strong> que actualmente atendemos. Incluyo <strong>los</strong><br />

ministerios de frontera. Aumentar, si es posible, el número de<br />

misioneros. La Santa Sede nos está pidiendo asumir nuevos<br />

territorios de misión en África y profesores-formadores para China.<br />

2. Si alguna provincia tiene dificultades especiales (de personal, de medios,<br />

de planes) para atender<strong>las</strong>, que busque el apoyo en <strong>las</strong> otras<br />

provincias. Este acuerdo tiene que estar supervisado, aprobado y<br />

autorizado por el Consejo General.


9<br />

3. Que <strong>las</strong> provincias que no tienen <strong>misiones</strong> (Santa Rita y San Agustín) se<br />

asocien a otra provincia para ayudar con personal propio. Que al<br />

menos haya siempre un misionero activo en cada provincia.<br />

4. Necesidad de contar más con <strong>los</strong> laicos en nuestras <strong>misiones</strong>. El<br />

<strong>org</strong>anismo competente (secretariado, delegación, comisión) tiene que<br />

apoyar el voluntariado misionero y <strong>las</strong> iniciativas de colaboración<br />

con nuestras <strong>misiones</strong>.<br />

Finalizo, como comencé, con una referencia a la misión de China. Acabo de<br />

estar allí en julio y tengo una visión realista, pero esperanzada: “la misión está en manos<br />

de Dios”. Si fuera obra nuestra, lo teníamos claro: un futuro muy complicado y difícil.<br />

Si es cosa de Dios, él se <strong>las</strong> arreglará, porque sabe cómo solucionar <strong>los</strong> problemas y<br />

superar <strong>las</strong> crisis y <strong>las</strong> dificultades. La misión de China y todas nuestras <strong>misiones</strong> están<br />

en buenas manos. ¡Confiemos en Él!<br />

Monachil, 19 de octubre de 2010<br />

FR. JAVIER JIMÉNEZ GARCÍA-VILLOSLADA

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