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LA FORMACION PERMANENTE - Provinciasannicolas.org

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encuentra junto a sí. Pero, sobre todo, deberá aprender a<br />

dejarse formar por la vida de cada día, por su propia comunidad<br />

y por sus hermanos y hermanas, por las cosas de<br />

siempre, ordinarias y extraordinarias, por la oración y por el<br />

cansancio apostólico, en la alegría y en el sufrimiento, hasta<br />

el momento de la muerte.<br />

Serán decisivas, por tanto, la apertura hacia el otro y la<br />

alteridad, y, en particular, la relación con el tiempo. Las personas<br />

en formación continua se apropian del tiempo, no lo<br />

padecen, lo acogen como don y entran con sabiduría en los<br />

varios ritmos (diario, semanal, mensual, anual) de la vida<br />

misma, buscando la sintonía entre ellos y el ritmo fijado por<br />

Dios inmutable y eterno, que señala los días, los siglos y el<br />

tiempo. De modo particular, la persona consagrada aprende<br />

a dejarse modelar por el año litúrgico, en cuya escuela revive<br />

gradualmente en sí los misterios de la vida del Hijo de<br />

Dios con sus mismos sentimientos, para caminar desde Cristo<br />

y desde su Pascua de muerte y resurrección todos los días<br />

de su vida.<br />

<strong>LA</strong> <strong>FORMACION</strong> <strong>PERMANENTE</strong><br />

REFERENCIAS DEL MAGISTERIO ÚLTIMO<br />

Documentos que señalan muy bien el conjunto de lo que<br />

es y el modo de proceder en la formación permanente.<br />

1) Potissimum institutioni (PI) o Orientaciones sobre<br />

la formación en los Institutos religiosos nn. 66-71. El PI llama<br />

la atención sobre los elementos sustanciales<br />

2) Pastores dabo vobis (PDV) nn. 70-81 (extracto). La<br />

PDV hace una reflexión teológica a partir del sacramento del<br />

ORDEN<br />

3) Vita consecrata (VC), nn. 69-71. La VC señala aspectos<br />

pedagógicos para las etapas y las dimensiones a subrayar<br />

4) Caminar desde Cristo (CdeC) nn. 14 y 15. CdeC,<br />

insiste en la necesidad de una seria Formación permanente.<br />

BIBLIOGRAFIA: AA. VV. La formación permanente de<br />

los religiosos, Vida Religiosa, 40 (1976) 243-201. AA. VV. La<br />

formación continua de los religiosos, Vida religiosa, 58<br />

(1985) 403-465. AA. VV. Crecer juntos en Cristo. La formación<br />

permanente del religioso. PCl, Madrid, 1990. Angel<br />

SANZ ARRIBAS, comentario a los nn. del “Potissimum instituttioni”,<br />

en Camino de formación, PCl, Madrid, 1991. Ver la<br />

bibliografía hasta esa fecha en la p. 284. Josu M. ALDAY, La<br />

formazione continua a essere protagonista. Una bibliografía<br />

aggiornata (1992-1997): Vita Consacrata, 4 (1998) 543-<br />

548. M. MIDALI, Percorsi di speranza per consacrati e consacrate,<br />

ed. Elle di Ci, Leumann (Torino, 1997, ver las pp.<br />

282-308. Benito GOYA, Formación integral a la vida consagrada,<br />

San Pablo, Madrid, 1998. Gabriel FERRARI, Religiosos<br />

y Formación permanente. El crecimiento humano y espiritual<br />

en la edad adulta. PCl, Madrid, 2000. Amadeo CENCINI, La<br />

formación permanente, San Pablo, Madrid, 2002, ID, El árbol<br />

de la vida. Hacia un modelo de formación inicial y permanente,<br />

San Pablo, Madrid, 2005. Conferencia Episcopal<br />

Española. Comisión del Clero, La formación sacerdotal permanente,<br />

Edice, Madrid, 2004. Esta obra merece la pena<br />

tenerla en cuenta a la hora de hablar de la formación per-<br />

20<br />

1


manente de los sacerdotes. Igualmente es conveniente tener<br />

en cuenta los documentos de la Congregación para el<br />

Clero: El Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros<br />

(1994) y El presbítero, pastor y guía de la comunidad<br />

parroquial (2002). AA. VV. La formación permanente, Vida<br />

Religiosa, 100 (2006), 5-79.<br />

Documentos propios:<br />

Const. Constituciones 269-270<br />

PF Plan de formación Studium Sapiencia, 390-436.<br />

Ord. Cap. Gen. Ordenaciones del LIII Capítulo General,<br />

11.<br />

Dir. Directorio de la provincia, 49-66.<br />

Ord. Cap. Prov. Ordenaciones del CXXIII Capítulo provincial,<br />

Mensaje 5, Ordenaciones 1-10<br />

TEXTOS DE REFERENCIA<br />

I. DEL DOCUMENTO ORIENTACIONES SOBRE <strong>LA</strong> FORMACIÓN EN LOS INS-<br />

TITUTOS RELIGIOSOS: “POTISSIMUM INSTITUTIONI”<br />

La formación continúa de los profesos perpetuos<br />

66. «Los religiosos continuarán diligentemente su formación<br />

espiritual, doctrinal y práctica durante toda la vida:<br />

los superiores han de proporcionarles medios y tiempo necesario<br />

para ello» 1 . «Cada instituto religioso tiene pues la tarea<br />

de proyectar y de realizar un programa de formación<br />

permanente adecuado para todos sus miembros. Un programa<br />

que tiende no solamente a la formación de la inteligencia,<br />

sino también de toda la persona, principalmente en<br />

su dimensión espiritual, para que todo religioso pueda vivir<br />

en toda su plenitud su propia consagración a Dios, en la misión<br />

específica que la Iglesia le ha confiado» 2 .<br />

1<br />

C. 661.<br />

2<br />

Juan Pablo II a los religiosos del Brasil, 11 de julio de 1986, n. 6; cf. nota 5 introducción.<br />

un recto ejercicio concreto de la espiritualidad de comunión<br />

que promueve y asegura la activa participación de todos 13 .<br />

En todo esto ayudará una seria formación permanente,<br />

en el interior de una radical reconsideración del problema de<br />

la formación en los Institutos de vida consagrada y las Sociedades<br />

de vida apostólica, para un camino auténtico de<br />

renovación: éste, en efecto, «depende principalmente de la<br />

formación de sus miembros» 14 .<br />

La formación permanente<br />

15. El tiempo en que vivimos impone una reflexión general<br />

acerca de la formación de las personas consagradas,<br />

ya no limitada a un periodo de la vida. No sólo para que<br />

sean siempre más capaces de insertarse en una realidad que<br />

cambia con un ritmo muchas veces frenético, sino también<br />

porque es la misma vida consagrada la que exige por su<br />

naturaleza una disponibilidad constante en quienes son llamados<br />

a ella. Si, en efecto, la vida consagrada es en sí misma<br />

«una progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo»<br />

15 , parece evidente que tal camino no podrá sino durar<br />

toda la vida, para comprometer toda la persona, corazón,<br />

mente y fuerzas (cf. Mt 22, 37), y hacerla semejante al Hijo<br />

que se dona al Padre por la humanidad. Concebida así la<br />

formación, no es sólo tiempo pedagógico de preparación a<br />

los votos, sino que representa un modo teológico de pensar<br />

la misma vida consagrada, que es en sí formación nunca<br />

terminada, «participación en la acción del Padre que, mediante<br />

el Espíritu, infunde en el corazón ... los sentimientos<br />

del Hijo» 16 .<br />

Por tanto, es muy importante que toda persona consagrada<br />

sea formada en la libertad de aprender durante toda<br />

la vida, en toda edad y en todo momento, en todo ambiente<br />

y contexto humano, de toda persona y de toda cultura, para<br />

dejarse instruir por cualquier parte de verdad y belleza que<br />

13 Cf. Novo millennio ineunte, 45.<br />

14 Cf. Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de<br />

Vida Apostólica, Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos, «Potissimun<br />

Institutioni», Roma, 2 de febrero de 1990, 1.<br />

15<br />

Vita consecrata, 65.<br />

16 Vita consecrata, 66.<br />

2<br />

19


DE <strong>LA</strong> INSTRUCCIÓN CAMINAR DESDE CRISTO.<br />

La función de superiores y superioras<br />

14. Descubrir el sentido y la calidad de la vida consagrada<br />

es tarea fundamental de los superiores y de las superioras,<br />

a los que se ha confiado el servicio de la autoridad, un<br />

deber exigente y a veces contestado. Eso requiere una presencia<br />

constante, capaz de animar y de proponer, de recordar<br />

la razón de ser de la vida consagrada, de ayudar a las<br />

personas que se les han confiado a una fidelidad siempre<br />

renovada a la llamada del Espíritu. Ningún superior puede<br />

renunciar a su misión de animación, de ayuda fraterna, de<br />

propuesta, de escucha, de diálogo. Sólo así toda la comunidad<br />

podrá encontrarse unida en la plena fraternidad y en el<br />

servicio apostólico y ministerial. Siguen siendo de gran actualidad<br />

las indicaciones ofrecidas por el documento de<br />

nuestra Congregación La vida fraterna en comunidad cuando,<br />

al hablar de los aspectos de la autoridad que hoy es necesario<br />

valorar, reclama la función de autoridad espiritual,<br />

de autoridad creadora de unidad, de autoridad que sabe<br />

tomar la decisión final y garantizar su ejecución 11 .<br />

A cada uno de sus miembros se le pide una participación<br />

convencida y personal en la vida y en la misión de la propia<br />

comunidad. Aun cuando en última instancia, y según el derecho<br />

propio, corresponde a la autoridad tomar las decisiones<br />

y hacer las opciones, el diario camino de la vida fraterna<br />

en comunidad pide una participación que permite el ejercicio<br />

del diálogo y del discernimiento. Cada uno y toda la comunidad<br />

pueden, así, comparar la propia vida con el proyecto de<br />

Dios, haciendo juntos su voluntad 12 . La corresponsabilidad y<br />

la participación se ejercen también en los diversos tipos de<br />

consejos a varios niveles, lugares en los que debe reinar de<br />

tal modo la plena comunión que se perciba la presencia del<br />

Señor que ilumina y guía. El Santo Padre no ha dudado en<br />

recordar la antigua sabiduría de la tradición monástica para<br />

11<br />

Cf. Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de<br />

Vida Apostólica, La vida fraterna en comunidad, «Congregavit nos in unum Christi<br />

amor», Roma, 2de febrero de 1994, 50.<br />

12 Cf. Vita consecrata, 92.<br />

¿Por qué la formación continuada?<br />

67. La formación continuada está motivada primero por<br />

la iniciativa de Dios que llama a cada uno de los suyos en<br />

todos los momentos y en circunstancias nuevas. El carisma<br />

de la vida religiosa en un instituto determinado es una gracia<br />

viva que pide ser recibida y vivida en condiciones de<br />

existencia a menudo inéditas. «El carisma mismo de los fundadores<br />

(ET 11) se revela como una experiencia del espíritu<br />

transmitida a sus discípulos, para ser por ellos vivida, custodiada,<br />

profundizada y desarrollada constantemente en sintonía<br />

con el Cuerpo de Cristo en crecimiento perenne (...). El<br />

carácter carismático propio de todo instituto requiere, tanto<br />

por parte del fundador cuanto por parte de los discípulos, el<br />

verificar continuamente la propia fidelidad al Señor, la docilidad<br />

a su Espíritu, la atención inteligente a las circunstancias<br />

y a los signos de los tiempos, la voluntad de inserción<br />

en la Iglesia, la predisposición a la subordinación a la jerarquía<br />

, la audacia en las iniciativas, la constancia en la entrega,<br />

la humildad en sobrellevar los contratiempos (...). Nuestro<br />

tiempo exige de los religiosos de manera especial esta<br />

autenticidad carismática, viva e ingeniosa en sus invenciones<br />

que destaca claramente en los fundadores...» 3 . La formación<br />

permanente exige prestar una atención particular a<br />

los signos del Espíritu en nuestro tiempo y dejarse sensibilizar<br />

por ellos para poder darles una respuesta apropiada.<br />

Además, la formación continua es un dato sociológico<br />

que, en nuestros días, afecta a todos los campos de actividad<br />

profesional. Muy a menudo condiciona la permanencia<br />

en una profesión o el paso obligado de una profesión a otra.<br />

Mientras la formación inicial estaba ordenada a la adquisición<br />

por la persona de una suficiente autonomía para vivir<br />

en la fidelidad a sus compromisos religiosos, la formación<br />

continua ayuda al religioso a integrar la creatividad en la<br />

fidelidad. Pues la vocación cristiana y religiosa reclama un<br />

crecimiento dinámico y una fidelidad en las circunstancias<br />

concretas de la existencia, lo cual exige una formación espiritual<br />

interiormente unificante, pero flexible y atenta a los<br />

acontecimientos cotidianos de la vida personal y de la vida<br />

del mundo.<br />

3 MR 11b.12b.23f; cf. nota 8 introducción.<br />

18<br />

3


«Seguir a Cristo» significa ponerse siempre en marcha,<br />

evitar la esclerotización y el anquilosamiento, para ser capaz<br />

de dar un testimonio vivo y verdadero del Reino de Dios en<br />

este mundo.<br />

En otras palabras, se podrían establecer tres razones<br />

fundamentales que motivan la formación permanente:<br />

- la primera se deduce de la misma función de la vida<br />

religiosa en el seno de la Iglesia. Juega en ella un papel carismático<br />

y escatológico muy significativo que supone en las<br />

religiosas y religiosos una atención especial a la vida del<br />

Espíritu, tanto en la historia personal de cada una y de cada<br />

uno como en la esperanza y la angustia de los pueblos;<br />

- la segunda proviene de los desafíos que representa el<br />

futuro de la fe cristiana en un mundo que cambia a una velocidad<br />

acelerada 4 ;<br />

- la tercera toca la vida misma de los institutos religiosos<br />

y sobre todo su futuro, que depende en parte de la formación<br />

permanente de sus miembros.<br />

Su contenido<br />

68. La formación continua es un proceso global de renovación<br />

que abarca todos los aspectos de la persona del religioso<br />

y el conjunto del instituto mismo. Se debe realizar<br />

teniendo en cuenta el hecho de que sus diversos aspectos<br />

son inseparables y se influencian mutuamente en la vida de<br />

cada religioso y de cada comunidad. Son dignos de considerar<br />

los siguientes aspectos:<br />

- la vida según el Espíritu o espiritualidad: ésta debe tener<br />

la primacía porque incluye la profundización en la fe y en<br />

el sentido de la profesión religiosa. Se deben privilegiar los<br />

ejercicios espirituales anuales y los tiempos de reanimación<br />

espiritual bajo diversas formas;<br />

- la participación en la vida de la Iglesia según el carisma<br />

del instituto y especialmente la actualización de los métodos<br />

y de los contenidos de las actividades pastorales, en<br />

colaboración con los otros agentes de la pastoral local;<br />

- el «reciclaje» doctrinal y profesional que incluye la profundización<br />

bíblica y teológica, el estudio de los documentos<br />

acción del Espíritu se defienden con denuedo los tiempos de<br />

oración, de silencio, de soledad, y se implora de lo Alto el<br />

don de la sabiduría en las fatigas diarias (cf. Sb 9, 10).<br />

La dimensión humana y fraterna exige el conocimiento<br />

de sí mismo y de los propios límites, para obtener el estímulo<br />

necesario y el apoyo en el camino hacia la plena liberación.<br />

En el contexto actual revisten una particular importancia<br />

la libertad interior de la persona consagrada, su integración<br />

afectiva, la capacidad de comunicarse con todos, especialmente<br />

en la propia comunidad, la serenidad de espíritu y<br />

la sensibilidad hacia aquellos que sufren, el amor por la verdad<br />

y la coherencia efectiva entre el decir y el hacer.<br />

La dimensión apostólica abre la mente y el corazón de la<br />

persona consagrada, disponiéndola para el esfuerzo continuo<br />

de la acción, como signo del amor de Cristo que la apremia<br />

(cf. 2 Co 5, 14). Esto significa, en la práctica, la actualización<br />

de los métodos y de los objetivos de las actividades<br />

apostólicas, en fidelidad al espíritu y al fin pretendido por el<br />

fundador o fundadora, y a las tradiciones maduradas sucesivamente,<br />

teniendo en cuenta las condiciones cambiantes de<br />

la historia y la cultura, general o local, y del ambiente en<br />

que se actúa.<br />

La dimensión cultural y profesional, fundada en una sólida<br />

formación teológica que capacite al discernimiento, implica<br />

una actualización continua y una particular atención a los<br />

diversos campos a los que se orienta cada uno de los carismas.<br />

Es necesario por tanto mantener una mentalidad lo<br />

más flexible y abierta posible, para que el servicio sea comprendido<br />

y desempeñado según las exigencias del propio<br />

tiempo, sirviéndose de los instrumentos ofrecidos por el<br />

progreso cultural.<br />

En la dimensión del carisma convergen, finalmente, todos<br />

los demás aspectos, como en una síntesis que requiere<br />

una reflexión continua sobre la propia consagración en sus<br />

diversas vertientes, tanto la apostólica, como la ascética y<br />

mística. Esto exige de cada miembro el estudio asiduo del<br />

espíritu del Instituto al que pertenece, de su historia y su<br />

misión, con el fin de mejorar así la asimilación personal y<br />

comunitaria 10 .<br />

4 Cf. PC 2d.<br />

10 Cf. Ibid., 68: l. c., 512.<br />

4<br />

17


Es necesario añadir que, independientemente de las varias<br />

etapas de la vida, cada edad puede pasar por situaciones<br />

críticas bien a causa de diversos factores externos –<br />

cambio de lugar o de oficio, dificultad en el trabajo o fracaso<br />

apostólico, incomprensión, marginación, etc.–, bien por motivos<br />

más estrictamente personales, como la enfermedad<br />

física o psíquica, la aridez espiritual, lutos, problemas de<br />

relaciones interpersonales, fuertes tentaciones, crisis de fe o<br />

de identidad, sensación de insignificancia, u otros semejantes.<br />

Cuando la fidelidad resulta más difícil, es preciso ofrecer<br />

a la persona el auxilio de una mayor confianza y un amor<br />

más grande, tanto a nivel personal como comunitario. Se<br />

hace necesaria, sobre todo en estos momentos, la cercanía<br />

afectuosa del Superior; mucho consuelo y aliento viene<br />

también de la ayuda cualificada de un hermano o hermana,<br />

cuya disponibilidad y premura facilitarán un redescubrimiento<br />

del sentido de la alianza que Dios ha sido el primero en<br />

establecer y que no dejará de cumplir. La persona que se<br />

encuentra en un momento de prueba logrará de este modo<br />

acoger la purificación y el anonadamiento como aspectos<br />

esenciales del seguimiento de Cristo crucificado. La prueba<br />

misma se revelara como un instrumento providencial de<br />

formación en las manos del Padre, como lucha no sólo psicológica,<br />

entablada por el yo en relación consigo mismo y sus<br />

debilidades, sino también religiosa, marcada cada día por la<br />

presencia de Dios y por la fuerza poderosa de la Cruz.<br />

Dimensiones de la formación permanente<br />

71. Puesto que el sujeto de la formación es la persona<br />

en cada fase de la vida, el término de la formación es la totalidad<br />

del ser humano, llamado a buscar y amar a Dios<br />

«con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas»<br />

(Dt 6, 5) y al prójimo como a sí mismo (cf. Lv 19, 18;<br />

Mt 22, 37-39). El amor a Dios y a los hermanos es un dinamismo<br />

vigoroso que puede inspirar constantemente el camino<br />

de crecimiento y de fidelidad.<br />

La vida en el Espíritu tiene obviamente la primacía: en<br />

ella la persona consagrada encuentra su identidad y experiencia<br />

una serenidad profunda, crece en la atención a las<br />

insinuaciones cotidianas de la Palabra de Dios, y se deja<br />

guiar por la inspiración originaria del propio Instituto. Bajo la<br />

del magisterio universal y particular, un mejor conocimiento<br />

de las culturas de los lugares dónde se vive y trabaja, la<br />

actualización profesional y técnica, si hace falta;<br />

- la fidelidad al carisma propio, por un conocimiento<br />

siempre mejor del fundador, de la historia del instituto, de<br />

su espíritu, de su misión, y un esfuerzo correlativo por vivirlo<br />

personal y comunitariamente.<br />

69. Acontece que una buena parte de la formación permanente<br />

de los religiosos se desarrolla en un contexto de<br />

servicios de formación intercongregacional. En estos casos,<br />

debe recordarse que un instituto no puede delegar a <strong>org</strong>anismos<br />

externos toda la tarea de la formación continua de<br />

sus miembros, demasiado vinculada, en muchos aspectos, a<br />

los valores propios de su carisma. Cada uno de ellos, según<br />

las necesidades y posibilidades, debe pues suscitar y <strong>org</strong>anizar<br />

diversas iniciativas y estructuras.<br />

Tiempos fuertes de la formación continua<br />

70. Estas etapas se deben entender de modo muy flexible.<br />

Conviene combinarlas concretamente con aquellas que<br />

puede suscitar la iniciativa imprevisible del Espíritu Santo.<br />

Señalamos en particular como etapas significativas:<br />

- el paso de la formación inicial a la primera experiencia<br />

de vida más autónoma, en la que el religioso debe descubrir<br />

una nueva manera de ser fiel a Dios;<br />

- hacia los diez años de profesión perpetua, cuando se<br />

presenta el riesgo de una vida «rutinaria» y de la pérdida de<br />

todo entusiasmo. Parece que se impone en este momento<br />

un período prolongado en que se tome distancia con relación<br />

a la vida ordinaria, para «releerla» a la luz del Evangelio y<br />

del pensamiento del fundador. Es este tiempo de profundización<br />

el que algunos institutos ofrecen a sus miembros en<br />

el «tercer año», llamado también a veces «segundo noviciado»<br />

o «segunda probación», etc. Es de desear que ese tiempo<br />

se pase en una comunidad del instituto;<br />

- la plena madurez conlleva muchas veces el peligro de<br />

un desarrollo del individualismo, sobre todo en los temperamentos<br />

vigorosos y eficaces;<br />

16<br />

5


- el momento de fuertes crisis, que pueden sobrevenir a<br />

cualquier edad bajo la influencia de factores externos (cambios<br />

de puesto o de trabajo, fracaso, incomprensión, sentimiento<br />

de marginación, etc.), o de factores más directamente<br />

personales (enfermedad física o psíquica, arideces espirituales,<br />

fuertes tentaciones, crisis de fe o afectivas, o las dos<br />

a la vez, etc.). En estas circunstancias, se debe ayudar al<br />

religioso a superar positivamente la crisis, en la fe;<br />

- el momento del retiro progresivo de la acción; las religiosas<br />

y los religiosos sienten más profundamente en su ser<br />

la experiencia que Pablo describe en un contexto de marcha<br />

hacia la resurrección: «No perdemos el ánimo, no desfallecemos,<br />

aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando,<br />

el hombre interior se va renovando de día en día» 5 .<br />

El mismo Pedro, después de haber recibido la tarea inmensa<br />

de apacentar el rebaño del Señor, oyó decir: «Cuando llegues<br />

a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará<br />

a donde tú no quieras» 6 . El religioso puede vivir estos<br />

momentos como una oportunidad única de dejarse penetrar<br />

por la experiencia pascual del Señor Jesús hasta desear morir<br />

para «estar con Cristo», en coherencia con su opción inicial:<br />

«conocer a Cristo, el poder de su resurrección y la comunión<br />

en sus padecimientos, hacerme semejante a El en<br />

su muerte tratando de llegar a la resurrección entre los<br />

muertos» 7 . No es otro el camino que sigue la vida religiosa.<br />

71. Los superiores designarán una persona responsable de<br />

la formación permanente en el instituto. Pero se velará también<br />

para que las religiosas y los religiosos, a lo largo de su<br />

vida, puedan disponer de acompañantes o consejeros espirituales,<br />

según las pedagogías ya puestas en práctica durante<br />

la formación inicial y según las modalidades adaptadas a la<br />

madurez adquirida y a las circunstancias que atraviesan.<br />

sultado. Esto permitirá dar nuevo empuje y nuevas motivaciones<br />

a la decisión tomada en su día. Es la época de la búsqueda<br />

de lo esencial.<br />

En la fase de la edad madura, junto con el crecimiento<br />

personal, puede presentarse el peligro de un cierto individualismo,<br />

acompañado a veces del temor de no estar adecuados<br />

a los tiempos, o de fenómenos de rigidez, de cerrazón,<br />

o de relajación. La formación permanente tiene en este<br />

caso la función de ayudar no sólo a recuperar un tono más<br />

alto de vida espiritual y apostólica, sino también a descubrir<br />

la peculiaridad de esta fase existencial. En efecto, en ella,<br />

una vez purificados algunos aspectos de la personalidad, el<br />

ofrecimiento de sí se eleva a Dios con mayor pureza y generosidad,<br />

y revierte en los hermanos y hermanas de manera<br />

más sosegada y discreta, a la vez que más transparente y<br />

rica de gracia. Es el don y la experiencia de la paternidad y<br />

maternidad espiritual.<br />

La edad avanzada presenta problemas nuevos, que se<br />

han de afrontar previamente con un esmerado programa de<br />

apoyo espiritual. El progresivo alejamiento de la actividad, la<br />

enfermedad en algunos casos o la inactividad forzosa, son<br />

una experiencia que puede ser altamente formativa. Aunque<br />

sea un momento frecuentemente doloroso, ofrece sin embargo<br />

a la persona consagrada anciana la oportunidad de<br />

dejarse plasmar por la experiencia pascual 9 , conformándose<br />

a Cristo crucificado que cumple en todo la voluntad del Padre<br />

y se abandona en sus manos hasta encomendarle el<br />

espíritu. Éste es un nuevo modo de vivir la consagración,<br />

que no está vinculado a la eficiencia propia de una tarea de<br />

gobierno o de un trabajo apostólico.<br />

Cuando al fin llega el momento de unirse a la hora suprema<br />

de la pasión del Señor, la persona consagrada sabe<br />

que el Padre está llevando a cumplimiento en ella el misterioso<br />

proceso de formación iniciado tiempo atrás. La muerte<br />

será entonces esperada y preparada como acto de amor<br />

supremo y de entrega total de si mismo.<br />

5<br />

2 Cor 4, 16; cf. también 5, 1-10.<br />

6<br />

7uuu 21, 15-19.<br />

7 Fil 3, 10; cf. 1, 20-26; cf. también LG 48.<br />

9<br />

Cf. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y <strong>LA</strong>S SOCIE-<br />

DADES DE VIDA APOSTÓLICA, Instr. Potissimum institutioni (2 febrero de 1990),<br />

70: AAS (1990), 513-514.<br />

6<br />

15


la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días de<br />

su vida (170).<br />

Es muy importante, por tanto, que cada instituto incluya,<br />

como parte de la ratio institutionis, la definición de un<br />

proyecto de formación permanente lo más preciso y<br />

sistemático posible, cuyo objetivo primario sea el de<br />

acompañar a cada persona consagrada con un programa que<br />

abarque toda su existencia. Ninguno puede estar exento de<br />

aplicarse al propio crecimiento humano y religioso; como<br />

nadie puede tampoco presumir de sí mismo y llevar su vida<br />

con autosuficiencia. Ninguna fase de la vida puede ser<br />

considerada tan segura y fervorosa como para excluir toda<br />

oportunidad de ser asistida y poder de este modo tener<br />

mayores garantías de perseverancia en la fidelidad, ni existe<br />

edad alguna en la que se pueda dar por concluida la completa<br />

madurez de la persona.<br />

En un dinamismo de fidelidad<br />

70. Hay una juventud de espíritu que permanece en el<br />

tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo<br />

busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso<br />

que realizar, un modo específico de ser, de servir y de<br />

amar. 8<br />

En la vida consagrada, los primeros años de plena inserción<br />

en la actividad apostólica representan una fase por sí<br />

misma crítica, marcada por el paso de una vida guiada y<br />

tutelada a una situación de plena responsabilidad operativa.<br />

Es importante que las personas consagradas jóvenes sean<br />

alentadas y acompañadas por un hermano o una hermana<br />

que les ayuden a vivir con plenitud la juventud de su amor y<br />

de su entusiasmo por Cristo.<br />

La fase sucesiva puede presentar el riesgo de la rutina y<br />

la consiguiente tentación de la desilusión por la escasez de<br />

los resultados. Es necesario, pues, ayudar a las personas<br />

consagradas de media edad a revisar, a luz del Evangelio y<br />

de la inspiración carismática, su opción originaria, y a no<br />

confundir la totalidad de la entrega con la totalidad del re-<br />

8<br />

Cf. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES<br />

DE VIDA APOSTÓLICA, Instr. La vida fraterna en comunidad, «Congregavit nos in<br />

unum Christi amor», (2 febrero 1994), 43-45: Ciudad del Vaticano 1994, 39-42.<br />

DE <strong>LA</strong> EXHORTACIÓN POSTSINODAL “PASTORES DABO VOBIS” (EXTRAC-<br />

TO RESUMEN DEL CAPÍTULO VI)<br />

«Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está<br />

en ti» (2 Tim 1, 6).<br />

Formación permanente de los sacerdotes<br />

70. Razones teológicas de la formación permanente, «Te<br />

recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti»<br />

(2 Tim 1, 6). Las palabras del Apóstol a Timoteo se pueden<br />

aplicar legítimamente a la formación permanente de los sacerdotes.<br />

También este otro texto de san Pablo en la otra<br />

carta a Timoteo: «No descuides el carisma que hay en ti »<br />

(1 Tim 4, 14). El Apóstol pide a Timoteo que «reavive», el<br />

don divino y que lo viva en su inmarcesible frescor y belleza<br />

originaria.<br />

Este «reavivar» es el efecto de un dinamismo de la gracia,<br />

intrínseco al don de Dios: es Dios mismo, pues, el que<br />

reaviva su propio don.<br />

Con la efusión sacramental del Espíritu Santo que consagra<br />

y envía, el presbítero queda configurado con Jesucristo.<br />

El sacramento del Orden confiere al sacerdote la gracia<br />

sacramental, que lo hace partícipe no sólo del «poder» y del<br />

«ministerio» salvífico de Jesús, sino también de su «amor»;<br />

al mismo tiempo. La formación permanente encuentra su<br />

propio fundamento y su razón de ser original en el dinamismo<br />

del sacramento del Orden.<br />

No faltan razones humanas que han de impulsar al sacerdote<br />

a la formación permanente. Es una exigencia de la<br />

realización personal progresiva y es también una exigencia<br />

del ministerio sacerdotal; porque no hay profesión, cargo o<br />

trabajo que no exija una continua actualización, si se quiere<br />

estar al día y ser eficaz.<br />

Pero estas y otras razones quedan asumidas y especificadas<br />

por las razones teológicas. El sacramento del Orden es<br />

Palabra de Dios que llama y envía. El «ven y sígueme» de<br />

Jesús exige una respuesta que, como opción fundamental,<br />

deberá renovarse y reafirmarse continuamente.<br />

En este sentido, se puede hablar de una vocación «en»<br />

el sacerdocio. La formación permanente; es necesaria para<br />

discernir y seguir esta continua llamada de Dios.<br />

14<br />

7


Así sucedió con Pedro: 'Apacienta mis ovejas'. 'En verdad,<br />

en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías<br />

e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo,<br />

extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde<br />

tú no quieras'. Con esto indicaba la clase de muerte con que<br />

iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: 'Sígueme'» (Jn<br />

21, 17-19). Por tanto, hay un «sígueme» que acompaña<br />

toda la vida y misión del apóstol.<br />

Los Padres sinodales han considerado la formación<br />

permanente como «fidelidad» al ministerio sacerdotal y<br />

como «proceso de continua conversión». Es amor a Jesucristo,<br />

coherencia consigo mismo y un acto de amor al Pueblo<br />

de Dios. Más aún, es un acto de justicia verdadera y<br />

propia: él es deudor para con el Pueblo de Dios. La<br />

formación permanente es necesaria para que el sacerdote<br />

pueda responder debidamente a este derecho del Pueblo de<br />

Dios. Alma y forma de la formación permanente del sacerdote<br />

es la caridad pastoral. La misma caridad pastoral empuja al<br />

sacerdote a conocer cada vez más las esperanzas, necesidades,<br />

problemas, sensibilidad de los destinatarios de su ministerio,<br />

los cuales han de ser contemplados en sus situaciones<br />

personales concretas, familiares y sociales.<br />

Los diversos aspectos de la formación permanente.<br />

71. Se debe descubrir relación que hay entre la formación<br />

que precede a la Ordenación y la que le sigue. La formación<br />

permanente no es una repetición de la recibida en el<br />

Seminario y que ahora es sometida a revisión o ampliada<br />

con nuevas sugerencias prácticas, sino que se desarrolla con<br />

contenidos y de métodos relativamente nuevos, como un<br />

hecho vital unitario que, en su progreso requiere adaptaciones,<br />

actualizaciones y modificaciones, pero sin rupturas ni<br />

solución de continuidad.<br />

Su finalidad no puede ser una mera actitud, que podría<br />

decirse, «profesional», conseguida mediante el aprendizaje<br />

de algunas técnicas pastorales nuevas. Debe ser más bien el<br />

mantener vivo un proceso general e integral de continua<br />

maduración.<br />

72. Dimensiones:<br />

Dimensión humana:<br />

ción permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros<br />

sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido,<br />

como el Pueblo de Dios los quiere y tiene el «derecho»<br />

de tenerlos.<br />

Momentos, formas y medios de la formación permanente<br />

80. Son momentos «privilegiados», aunque sean comunes<br />

y establecidos previamente.<br />

Encuentros del Obispo con su presbiterio, tanto litúrgicos<br />

(en particular la concelebración de la Misa Crismal el Jueves<br />

Santo), como pastorales y culturales.<br />

Encuentros de espiritualidad. Ejercicios espirituales, días<br />

de retiro o de espiritualidad.<br />

Encuentros de estudio y de reflexión común, que impiden<br />

el empobrecimiento cultural y el aferrarse a posiciones<br />

cómodas; aseguran una síntesis más madura entre los diversos<br />

elementos de la vida espiritual, cultural y apostólica.<br />

Vida común. Además de favorecer la vida y la acción<br />

apostólica, esta vida común ofrece a todos, presbíteros y<br />

laicos, un ejemplo luminoso de caridad y de unidad.<br />

Dirección espiritual. Contribuye no poco a favorecer la<br />

formación permanente de los sacerdotes. Se trata de un<br />

medio clásico, que no ha perdido nada de su valor, no sólo<br />

para asegurar la formación espiritual, sino también para<br />

promover y mantener una continua fidelidad y generosidad<br />

en el ejercicio del ministerio sacerdotal.<br />

III. DE <strong>LA</strong> EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “VITA CONSECRATA”<br />

La formación permanente<br />

69.La formación permanente, tanto para los institutos de<br />

vida apostólica como para los de vida contemplativa, es una<br />

exigencia intrínseca de la consagración religiosa. El proceso<br />

formativo, como se ha dicho, no se reduce a la fase inicial,<br />

puesto que, por la limitación humana, la persona consagrada<br />

no podrá jamás suponer que ha completado la gestación de<br />

aquel hombre nuevo que experimenta dentro de sí, ni de<br />

poseer en cada circunstancia de la vida los mismos sentimientos<br />

de Cristo. La formación inicial, por tanto, debe engarzarse<br />

con la formación permanente, creando en el sujeto<br />

8<br />

13


propia actividad, una búsqueda constante de motivaciones y<br />

medios para la propia misión.<br />

Presbíteros ancianos:<br />

Se les deberá mostrar gratitud por el fiel servicio que<br />

han prestado a Cristo y a la Iglesia, y una solidaridad particular<br />

dada su situación. Para estos presbíteros la formación<br />

permanente significará la confirmación serena y alentadora<br />

de la misión que todavía están llamados a llevar a cabo en el<br />

presbiterio, por ser valiosos maestros y formadores de otros<br />

sacerdotes.<br />

Sacerdotes con debilidad física o de cansancio moral:<br />

Pueden ser ayudados con una formación permanente<br />

que los estimule a continuar, de manera serena y decidida,<br />

su servicio a la Iglesia, a no aislarse de la comunidad.<br />

Los responsables de la formación permanente<br />

78. Es toda la Iglesia particular la que, bajo la guía del<br />

Obispo, tiene la responsabilidad de estimular y cuidar de<br />

diversos modos la formación permanente de los sacerdotes.<br />

La participación de vida entre el presbítero y la comunidad,<br />

si se ordena y lleva a cabo con sabiduría, supone una aportación<br />

fundamental a la formación permanente.<br />

En efecto, la experiencia cristiana de las personas sencillas<br />

y humildes, los impulsos espirituales de las personas<br />

enamoradas de Dios, la valiente aplicación de la fe a la vida<br />

por parte de los cristianos comprometidos en las diversas<br />

responsabilidades sociales y civiles, son acogidas por el<br />

presbítero y, a la vez que las ilumina con su servicio sacerdotal,<br />

encuentra en ellas un precioso alimento espiritual.<br />

Los fieles deben dejar a los sacerdotes espacios de<br />

tiempo para el estudio y la oración; pedirles aquello para lo<br />

que han sido enviados por Cristo y no otras cosas.<br />

79. Cada sacerdote es responsable de su formación<br />

permanente, pues sobre cada uno recae el deber “derivado<br />

del sacramento del Orden” de ser fiel al don de Dios y al<br />

dinamismo de conversión diaria que nace del mismo don.<br />

Sólo el que conserva siempre vivo el deseo de aprender y<br />

crecer posee la «juventud».<br />

Fundamental es la responsabilidad del Obispo y, con él,<br />

la del presbiterio. El Obispo es el responsable de la forma-<br />

El sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad<br />

humana que le permite comprender las necesidades<br />

y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas,<br />

compartir las esperanzas y expectativas, las alegrías y los<br />

trabajos de la vida ordinaria; ser capaz de encontrar a todos<br />

y dialogar con todos. Sobre todo conociendo y compartiendo,<br />

es decir, haciendo propia, la experiencia humana del<br />

dolor en sus múltiples manifestaciones, desde la indigencia a<br />

la enfermedad, desde la marginación a la ignorancia, a la<br />

soledad, a las pobrezas materiales y morales, el sacerdote<br />

enriquece su propia humanidad y la hace más auténtica y<br />

transparente, en un creciente y apasionado amor al hombre.<br />

Al hacer madurar su propia formación humana, el sacerdote<br />

recibe una ayuda particular de la gracia de Jesucristo, quien<br />

viviendo como hombre entre los hombres y con los hombres<br />

ofrece la más absoluta, expresión de humanidad. Del sacerdote<br />

ha de poder decir el Pueblo de Dios: «No tenemos un<br />

Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras<br />

flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto<br />

en el pecado» (Heb 4, 15).<br />

La formación del presbítero en su dimensión espiritual:<br />

El Espíritu, consagrando al sacerdote y configurándolo<br />

con Jesucristo, Cabeza y Pastor, crea una relación que, en el<br />

ser mismo del sacerdote, requiere ser asimilada y vivida. En<br />

esta relación entre el Señor Jesús y el sacerdote “relación<br />

ontológica y psicológica, sacramental y moral” está el fundamento<br />

y a la vez la fuerza para aquella «vida según el<br />

Espíritu». En concreto, la vida de oración debe ser «renovada»<br />

constantemente en el sacerdote. Cada día es preciso<br />

guardar la fidelidad a los momentos de oración, sobre todo<br />

los destinados a la celebración de la Liturgia de las Horas y<br />

los dejados a la libertad personal, buscando el encuentro<br />

personal con Jesús, de un coloquio confiado con el Padre, de<br />

una profunda experiencia del Espíritu.<br />

Dimensión intelectual:<br />

El estudio y la actualización cultural seria y comprometida<br />

es imprescindible. El sacerdote está llamado a revelar a<br />

los hombres el rostro de Dios en Jesucristo y, por ello, el<br />

verdadero rostro del hombre. Pero esto exige que el mismo<br />

sacerdote busque este rostro y lo contemple con veneración<br />

y amor (cf. Sal 26, 8; 41, 2). La perseverancia en el estudio<br />

12<br />

9


teológico resulta también necesaria. El sacerdote, al aplicarse<br />

con conciencia y constancia al estudio teológico, es capaz<br />

de asimilar, de forma segura y personal, la genuina riqueza<br />

eclesial.<br />

Aspecto pastoral:<br />

Palabras del apóstol Pedro: «Que cada cual ponga al<br />

servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos<br />

administradores de las diversas gracias de Dios» (1 Pe<br />

4, 10).<br />

Como toda la actividad del Señor ha sido fruto y signo<br />

de la caridad pastoral, de la misma manera debe ser también<br />

para la actividad ministerial del sacerdote. La caridad<br />

pastoral animará y sostendrá los esfuerzos humanos del<br />

sacerdote para que su actividad pastoral sea actual, creíble<br />

y eficaz. Mas esto exige una formación pastoral permanente.<br />

El camino hacia la madurez exige también, y sobre todo,<br />

que sepa integrar estos mismos aspectos entre sí, alcanzando<br />

progresivamente la unidad interior. De hecho, ésta no<br />

sólo coordina y unifica los diversos aspectos, sino que los<br />

concreta como en cuanto transparencia, imagen viva y ministro<br />

de Jesús, buen Pastor.<br />

Significado profundo de la formación permanente<br />

73. Los diversos aspectos ayudan al sacerdote a ser y a<br />

desempeñar su función en el espíritu y según el estilo de<br />

Jesús buen Pastor. ¡La verdad hay que vivirla! El apóstol<br />

Santiago nos exhorta de esta manera: «Poned por obra la<br />

Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a<br />

vosotros mismos» (Sant 1, 22). La invitación de Pablo a Timoteo:<br />

«Conserva el buen depósito mediante el Espíritu<br />

Santo que habita en nosotros» (2 Tim 1, 14). «Mysterium,<br />

communio et missio».<br />

74. En la Iglesia «misterio» el sacerdote está llamado,<br />

mediante la formación permanente, a conservar y desarrollar<br />

en la fe la conciencia de la verdad entera y sorprendente<br />

de su propio ser, pues él es «ministro de Cristo y administrador<br />

de los misterios de Dios» (cf. 1 Cor 4, 1). La formación<br />

permanente tiende, desde luego, a hacer que el sacerdote<br />

sea una persona profundamente creyente y lo sea cada<br />

vez más. En la Iglesia «comunión», madura la conciencia de<br />

que está ordenado a congregar a la familia de Dios. Debe<br />

madurar la conciencia de ser miembro de la Iglesia particular<br />

en la que está incardinado. Esta conciencia supone y desarrolla<br />

el amor especial a la propia Iglesia. El sacerdote<br />

debe madurar en la conciencia de la comunión que existe<br />

entre las diversas Iglesias particulares. El sacerdote está<br />

llamado a crecer en y con el propio presbiterio unido al<br />

Obispo. El presbiterio es una verdadera familia. También<br />

forman parte del único presbiterio los religiosos que trabajan<br />

en una Iglesia particular. Su presencia supone un enriquecimiento<br />

para todos los sacerdotes, pues contribuye a enriquecer<br />

la espiritualidad sacerdotal.<br />

75. La formación permanente está destinada a hacer<br />

crecer en el sacerdote la conciencia de su participación en la<br />

misión salvífica de la Iglesia. “¡Ay de mí si no predicara el<br />

Evangelio!” (1 Cor 6, 16). Sólo una adecuada formación<br />

permanente logra mantener al sacerdote en lo que es esencial<br />

y decisivo para su ministerio. «Ahora bien, lo que en fin<br />

de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles»<br />

(1 Cor 4, 2).<br />

76. En cualquier edad y situación<br />

La formación permanente, precisamente porque es<br />

«permanente», debe acompañar a los sacerdotes siempre,<br />

esto es, en cualquier período y situación de su vida.<br />

Sacerdotes jóvenes:<br />

Ha de rechazarse como absolutamente falsa y peligrosa<br />

la idea de que la formación presbiteral concluya con su estancia<br />

en el Seminario. Los jóvenes sacerdotes podrán ofrecerse<br />

una ayuda mutua, mediante el intercambio de experiencias<br />

y reflexiones. Para acompañar a los sacerdotes jóvenes<br />

es oportuno “e incluso necesario hoy” crear una adecuada<br />

estructura de apoyo, con guías y maestros apropiados.<br />

77. Presbíteros de media edad:<br />

En realidad, son muchos los riesgos, por ejemplo un activismo<br />

exagerado y una cierta rutina en el ejercicio del ministerio.<br />

Frecuentemente el sacerdote sufre una especie de cansancio<br />

interior peligroso, fruto de dificultades y fracasos. La<br />

respuesta a esta situación la ofrece la formación permanente,<br />

una continua y equilibrada revisión de sí mismo y de la<br />

10<br />

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