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Hidalgo Tuñón, A.: «La dialéctica entre globalización, regionalización y territorialización»<br />

términos porque, al renunciar al control del Estado, es derrotista y sirve de refuerzo del<br />

orden existente (en este sentido su «resistencia es rendición»). Ahora bien, lo que<br />

Simon Critchley rechaza no es tanto el Estado, cuanto la estetización de la violencia<br />

como único procedimiento de cambio, que contagia al propio discurso hasta pervertir el<br />

diálogo. Frente a la frondosa proliferación de posiciones, muchas repetitivas de Zizek,<br />

simplifica la cuestión del sujeto de la globalización constatando la infinitud de la<br />

demanda del yo que obliga a perfilar un modelo ético de institución del sujeto como<br />

«dividuo», es decir, como instancia dividida entre el propio demandar ilimitado y su<br />

proyección en el otro que hace también una demanda recíproca del mismo monto<br />

ilimitado. Simon Critchley recurre al humor anglosajón y al ironismo de Rorty 102 para<br />

equilibrar ambas demandas y así llega a proponer una arquitectura dividida de la<br />

institución de lo subjetivo, no tanto entre el cuerpo interno y el cuerpo externo, cuanto<br />

en una «ética del compromiso-acuerdo» [commitment] abierta al otro. Puesto que<br />

también se reclama de izquierdas, Critchley se ve obligado a derivar una posición<br />

política de su compromiso ético, distinguiendo entre tres grandes familias de neos: la de<br />

los neoliberalismos, la de los neoleninismos, y la que llamó neoanarquismo, al que él<br />

mismo se adscribe. Las otras dos se exceden en autoconvicción y en fundamentalismo,<br />

barriendo en su actuación concreta al otro, sin obligarse a poner en cuestión el propio<br />

criterio, ni esperar a la aceptación del otro.<br />

En lo que parecen estar de acuerdo ambos izquierdistas, sea Zizek o no un neoleninista<br />

(nunca lo sabremos, porque juega al viejo despiste de la hipercrítica), es en<br />

ignorar la política socialdemócrata de la UE como alternativa al neoliberalismo del<br />

mercado. Ahora bien, la “ética del compromiso-acuerdo” con el otro, con su apertura<br />

hacia él, e incluso una efectiva “política de resistencia” que, lejos de pretender<br />

derrumbar el aparato del estado, lo pone al servicio de la sociedad civil, no parece<br />

apuntar más allá en el neo-anarquismo que en la socialdemocracia, puesto que ésta<br />

asume también una ética de la responsabilidad ecológica y humanitarista como trámite<br />

para el cumplimiento de los ideales emancipatorios o libertarios de la fraternidad. Así<br />

pues, mientras Critchley aconseja abandonar el ámbito del estado, Zizek trae como<br />

contra-ejemplo el caso de Chavez, quien se apodera del aparato del estado para hacerlo<br />

102 Richard Rorty (1998) Contingencia, Ironía y solidaridad, Paidos, Barcelona<br />

72 <strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 31 (marzo 2010). http://www.revistadefilosofia.com

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