Como los diez mandamientos, decálogo de buenos propósitos

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Aurora Sansores Serrano
EL DON DE ELEGIR
De verdad que resulta interesante
este tema, porque no se encierra en
un tiempo definido, sino como parte de
nuestro sistema de vida, inicia desde el
momento mismo de nuestra concepción
y concluye solo con la muerte.
Tampoco es exclusivo de un grupo social,
ni de una etnia o país, no se remite a
solo un contexto cultural y mucho menos
se limita por cuestiones económicas o de
índole generacional.
Elegir es una decisión personal y cuyo
resultado es la repercusión de la buena
o mala elección, es por eso que no podemos,
o mejor dicho no debemos culpar a
los demás de nuestros errores.
Pero veamos a que nos referimos,
decía en un principio que inicia desde el
momento mismo de nuestra concepción,
el que nuestra madre decida dejarnos
vivir es una elección que nos favoreció.
Y a partir del nacimiento empieza
nuestra parte, no es raro escuchar la
frase de «se aferró a la vida», cuando
hablan de niñas y niños que su madre intentó
abortarlos sin lograrlo, y/o cuando
de pequeños enfrentan una enfermedad
grave y salen de ella cuando todos auguraban
lo peor.
Recordemos aquel pequeño que fue
el primer caso de influenza humana, y
que, mientras miles de personas siguen
muriendo en todo el mundo por el virus,
aun cuando ya se sabe el remedio, el se
salvó sin que supieran siquiera cual era
la enfermedad.
Se pudiera pensar que los bebes no
eligen, y creo que es una percepción
equivocada, porque su aprendizaje inicia
desde el momento mismo en que sabe
que para comer, ser cargado, ser consentido,
le cambien los pañales, etc, solo
tiene que llorar.
Entonces no duda en hacerlo cuando
quiere llamar la atención, pero si desde
los primeros días se le enseña que en
la noche debe dormir, que no se va a
cargar o darle leche porque llore, tal vez
la primera noche, la segunda y hasta la
tercera llore, pero a la siguiente, júrelo
que su decisión será dormir.
A partir de allí, la toma de decisiones
se irán acumulando, si vuelve intentar
caminar a pesar de la experiencia de la
caída, si hace berrinche a cambio de un
castigo o lograr su objetivo, si come,
etc.
Si bien es cierto que antes la decisión
infantil era entre hacer la tarea o salir a
jugar, los tiempos cambiaron la decisión
fue después entre lo primero y ver televisión,
y hoy es con la computadora y los
juegos de video.
Viene aquella parte de la adolescencia,
en la que toman decisiones y que los
padres no dudan en culpar a los amigos,
como la de no entrar a clases para irse
de pinta, la de fumar o tomar alcohol,
de formar parte de una banda, y miles
de cosas por las que enfrentan sus primeras
decisiones importantes, hacerlo
o negarse.
La repercusión de sus actos le pesarán
y/o le beneficiarán posteriormente, pero
solo serán el resultado de las decisiones
tomadas y no de los que lo rodean. De
ahí la importancia de enseñarles, desde la
más temprana edad, que sus decisiones
siempre tendrá una consecuencia, si es
buena o mala solo es responsabilidad de
lo que hagan.
Pero no acaba allá, viene la elección
entre estudiar una carrera universitaria
o no, que quiere estudiar, si acepta determinado
trabajo o no quiere trabajar, y
sigue, elegir novio/a, si quiere casarse, si
quiere tener hijos, si es responsable en el
trabajo, con la familia, con la educación
de sus hijos, etc., etc.
Claro que hay una gran diferencia
entre una decisión y otra, que las repercusiones
no tienen el mismo peso, que
las consecuencias pueden o no, ser para
siempre, porque al final, siempre se tiene
la oportunidad de cambiar el camino.
Solo por poner un ejemplo, tomaré el
caso local de los de San Antonio Ebulá,
quienes tomaron la decisión de asentarse
en un terreno que no les pertenecía, que
construyeron sus viviendas, aun cuando
sabían que en cualquier momento podían
ser desalojados.
Tomaron una mala decisión, sembraron
en terreno ajeno y ahora ya perdieron
hasta la semilla, les quedan dos opciones,
seguirse lamentando el error y continuar
en una lucha que de antemano saben
que no ganarán, o aceptar la propuesta
de un terreno que será suyo y empezar,
sobre bases firmes, la construcción de un
verdadero patrimonio familiar.
Es por eso que las elecciones constitucionales
no pueden ser tomadas como
una decisión sin convicción, sin tomar en
cuenta las repercusiones o pensando que
no tendrá consecuencias posteriores.
Hacer uso de este don, sin la responsabilidad
que amerita nuestra primera
decisión como ciudadano, es tanto como
desinteresarnos por ejercer un derecho e
incumplir o mal cumplir una obligación.
Y es que la repercusión de una mala
decisión en la elección de un gobernante,
podemos lamentarlo más que cualquier
otra determinación que tomemos, el
resultado puede ser lamentable.
Una muestra es la situación que se
está viviendo en México, donde tenemos
un país gobernado por un presidente
que la única forma de gobernar que
entiende, es la de exprimir las bolsas de
sus gobernados, un rey Juan (aquel de
Robin Hood), moderno.
Da la impresión que su política económica
es resultado de sus sueños de riqueza,
como si se la pasara planeando que
impuesto inventar para seguir saqueando
a un pueblo cada día más empobrecido.
Veamos, el IVA fue uno de los primeros
y quizá el más conocido, pero
quienes trabajan saben del ISR (Impuesto
Sobre la Renta) y el reciente IETU (Impuesto
Empresarial de Tasa Única), que
al igual que el 2% sobre renta y el IDE
(Impuesto para Depósitos en Efectivo),
golpea directamente a los empresarios y
comerciantes.
Pero eso parece ser solo el principio,
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