La violencia que no se ve Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en el análisis, construcción y lectura social que se realiza de la violencia hacia las mujeres en la ciudad, así como en los estereotipos de géneros que siguen sustentando la misma. Muchas veces los medios presentan una imagen que subvalora a las mujeres, reforzando los prejuicios que ocultan la violencia de género. La opinión pública que los medios van creando (favorable, hostil o indiferente) influye, entre otros factores, en el compromiso político con el problema, la asignación de recursos para su solución y el apoyo para programas específicos de prevención. En consecuencia, las estrategias para una ciudad sin violencia contra las mujeres deben contemplar un enfoque integral que explique sus causas, la ubique como un problema sociocultural, tanto en espacios públicos como privados y que oriente posibles respuestas no restringidas al ámbito policial y/o judicial. Un segundo factor es la inclusión de los aspectos referidos a la asistencia a las víctimas, a la prevención de la violencia y la promoción de los derechos de las mujeres, incluido el derecho a disfrutar de una ciudad segura y habitable. No debe olvidarse tampoco la responsabilidad de los distintos actores en el ámbito estatal, como los ministerios, los gobiernos locales y sus dependencias, los órganos judiciales, las organizaciones de la sociedad civil y especialmente las organizaciones de mujeres que trabajan y promueven sus derechos. En este marco, un elemento básico es la necesidad de que las respuestas institucionales incluyan la perspectiva de género; así como establecer plazos (corto, mediano, largo) para su resolución, articulados en una secuencia de acciones a ser abordada a partir de la evaluación y monitoreo de los logros. En suma, se requiere que estas propuestas estén integradas en un plan de seguridad ciudadana que se aplique en coordinación con las organizaciones de la sociedad civil y, especialmente, con las organizaciones de mujeres. Además, la propuesta debe considerar al menos tres grandes áreas de intervención. En primer lugar, estrategias de sensibilización. Es decir, campañas a través de distintos medios de comunicación que permitan desplegar acciones propositivas en el campo de los derechos de las mujeres, desarticulando mitos y creencias en torno al tema. Estas estrategias deben apuntar a generar conciencia respecto a la responsabilidad social y del Estado en este asunto y considerar su prevención como parte insoslayable de la agenda pública. En segundo lugar, estrategias para el diseño urbano, el mantenimiento y mejoramiento de la infraestructura barrial y sus entornos que contemplen las recomendaciones de las mujeres, expresadas –entre otros– en los distintos estudios que presentamos en esta publicación; a saber: iluminación y señalización adecuadas, mixtura de usos que garanticen el control social de la calle y los espacios en distintos horarios, recorridos del transporte público que respondan a las necesidades de movilidad de las mujeres, seguridad en los paraderos, plazas y parques. Para ello, es necesario involucrar en el diseño, evaluación y seguimiento de las propuestas urbanas a los habitantes y en particular a las mujeres como expertas. Finalmente, estrategias para articular y potenciar los recursos existentes en la administración local y otras jurisdicciones estatales, así como en las organizaciones de la sociedad civil, especialmente las comprometidas con los derechos de las mujeres. Todo esto 23
Capítulo 1 significa recuperar los recursos institucionales estatales existentes y que se encuentran trabajando en relación con este problema. En suma, la seguridad urbana demanda generar espacios de gestión para diseñar propuestas consensuadas entre la comunidad y los gobiernos locales, articulando esfuerzos, intereses y visiones diversas que permitan consolidar los lazos existentes. 24