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Agresiones a las mujeres en la ciudad<br />
haberse enfrentado alguna vez a una situación de inseguridad y, más aun, de convivir a<br />
diario con el miedo a ser atacadas (ellas y sus familiares), produce cambios en sus hábitos<br />
y ritmo de vida. Algunas dijeron que el temor a ser robadas o atacadas, o de dejar<br />
solos a sus hijos, no les permite salir a trabajar; aunque sus necesidades económicas son<br />
grandes. En este sentido, se antepone la seguridad física a la realización personal y<br />
familiar.<br />
Actualmente, las mujeres se ven obligadas a tomar una serie de medidas cuando salen a<br />
la calle que obviamente contradicen los derechos que reconocen tener. Lo más común<br />
es la opción de reducir su vida social, prefiriendo quedarse en casa la mayor parte del<br />
tiempo y saliendo sólo para lo indispensable. La secuela sicológica que deja en un individuo<br />
el haber atravesado una situación de riesgo es duradera. Estas personas se muestran<br />
más recelosas, inseguras de quienes las rodean y temerosas. Sin embargo, como se<br />
ha referido más arriba, el riesgo mayor es que finalmente terminen poniendo en la<br />
mujer la carga de ser víctima o no de la delincuencia.<br />
En general, se percibe que las autoridades no están haciendo los esfuerzos necesarios<br />
para enfrentar el problema, al punto que hay una fuerte tendencia de la población a<br />
hacerse justicia por su propia cuenta. Por otra parte, la delincuencia es percibida como<br />
un problema que debería ser enfrentado de manera categórica por las máximas autoridades<br />
locales: el alcalde distrital y el alcalde de Lima.<br />
Recomendaciones.<br />
Sobre la base de este conjunto de percepciones se desprenden algunas propuestas a ser<br />
consideradas para enfrentar el tema de la violencia contra las mujeres en los espacios<br />
públicos.<br />
Una primera área de trabajo podría ser la asunción por parte de las mujeres de que la<br />
seguridad ciudadana o cualquier plan al respecto deben considerar los problemas que<br />
les afectan; es decir, delitos sexuales y violencia familiar. Lo que debe evitarse a toda<br />
costa es que las mujeres se replieguen a sus viviendas y abandonen el espacio público<br />
para su progreso personal, el esparcimiento y el disfrute de la ciudad. El deseo de estar<br />
en la calle les da la oportunidad de estudiar y/o trabajar para tener una posición donde<br />
puedan tomar decisiones, ser autónomas, independientes, no supeditarse a nadie económicamente<br />
y tomar decisiones para sus vidas y la vida de los demás.<br />
La inseguridad es uno de los factores que está volviendo a (re)traer a las mujeres al<br />
espacio privado, por tanto, es un asunto que se debe trabajar como reflexión de fondo y<br />
es una de las razones más poderosas para luchar por mayores niveles de seguridad en<br />
los espacios públicos de nuestras ciudades. La seguridad ciudadana es condición para<br />
una mayor autonomía y emancipación de las mujeres y la posibilidad de salir del círculo<br />
de la violencia familiar. Este punto será abordado, ampliamente, en el capítulo quinto,<br />
en el texto aportado por Susana Villarán 23 .<br />
23<br />
Relatora sobre los Derechos de la Mujer, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) e integrante<br />
del Instituto de Defensa Legal. Ex titular del Ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano (hoy<br />
MIMDES). Anteriormente fue Secretaria Ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y Defensora<br />
de la Policía Nacional.<br />
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