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Retiro Noviembre 2010 - Buen Pastor

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2<br />

Día 1.<br />

EL CUARTO VOTO EN LA ESCUELA DE SAN JUAN EUDES<br />

EL CUARTO VOTO CONSIDERADO EN SÍ MISMO<br />

En la Constitución XIV de las “Reglas y Constituciones” de nuestra Señora de la Caridad, íntegra de<br />

la mano de San Juan Eudes, se puede leer esto: “Además de los tres votos de castidad, pobreza y<br />

obediencia, ellas (las religiosas) harán un cuarto, que es ocuparse y servir, tanto como la<br />

obediencia las empleare en ello, en la conversión e instrucción de las jóvenes y mujeres penitentes<br />

que se colocaren voluntariamente bajo su conducción…” (OC X, 99 – 100) y en los “deseo<br />

particulares” colocados en los encabezamientos en las constituciones, San Juan Eudes invita a sus<br />

hijas a “contentar y regocijar el Corazón de la Madre de Jesús, cumpliendo fielmente a Dios<br />

vuestros votos, sobre todo el cuarto que habéis hecho de emplearos en la conversión e instrucción<br />

de las almas extraviadas”. (OC x, p. 76).<br />

Actualmente, las Religiosas de Nuestra Señora de la Caridad han permanecido fieles a este Cuarto<br />

Voto, aunque empleen para hacerlo, expresiones menos realistas que aquellas de san Juan Eudes.<br />

Allí donde éste hablaba de “la instrucción de mujeres y jóvenes penitentes que, después de haber<br />

vivido licenciosamente, se someterán etc., las religiosas del Refugio dicen: “Voto de emplearme en<br />

la salvación de las almas de las personas que serán recibidas en este monasterio” (Constituciones,<br />

revisadas en 1939, p, 43); y las religiosas del <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> decimos: “Hago voto igualmente de<br />

trabajar en la salvación de las almas en la Obra del Instituto”. (Constituciones revisadas en 1955,<br />

p.45).<br />

LOS VOTOS ESPECIALES EN LA IGLESIA<br />

Nos podemos preguntar de cuando data, en la Iglesia esta convicción de que la esencia de la vida<br />

religiosa consiste en los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Se puede afirmar – parece - ,<br />

que la disciplina de la Iglesia en esta materia se fijó hacia los comienzos de la Edad Media. Santa<br />

María Eufrasia nota con razón en su Conferencias 53: “El voto de obediencia encierra todos los<br />

otros votos de religión. En las primeras órdenes religiosas no se hacían otros…”. Y, en efecto, San<br />

Benito (Año 480) ha dado a sus monjas sólo el voto de obediencia e incluso, de obediencia en el<br />

mismo medio, “in monasterio”, (en el monasterio). Esta obediencia era, pues, acompañada de una<br />

promesa de estabilidad. Por eso que cuando se trata de la profesión benedictina, se habla<br />

indiferentemente de voto de obediencia o voto de estabilidad. Al contrario, “en el monaquismo<br />

oriental, la continencia perpetua es el elemento que aparece más en la observancia, el único que<br />

sea objeto de un voto.<br />

En cuanto a la pobreza, aunque su principio haya sido reconocido siempre como eminentemente<br />

conveniente para los “perfectos”, su realización ha sido de las más diversas en el curso de los<br />

siglos, en los institutos religiosos, y las actuales disposiciones canónicas han sido solamente fijadas<br />

a partir del siglo XIII. En todo caso, los primeros textos disciplinarios oficiales de la Iglesia, haciendo<br />

alusión a los tres votos sustanciales de religión de una manera clara, no son anteriores al Concilio<br />

de Trento.


3<br />

Desde el punto de vista teológico, la sistematización de la enseñanza relativa al estado religioso,<br />

enseñanza convertida en tradicional ahora, ha sido hecha por Santo Tomás de Aquino en la Suma<br />

Teológica. Se puede en efecto, dice el doctor angélico, considerar la vida religiosa, sea como<br />

aspiración directa a la caridad, sea como situación al abrigo de las situaciones exteriores, sea, en<br />

fin, como donación a DIOS de toda la persona y de sus bienes, en espíritu de religión. Ahora bien,<br />

los tres votos clásicos necesarios, así, son plenamente suficientes para realizar estos objetivos.<br />

Pues, concluye él, el estado religioso está constituido esencialmente por estos tres votos.<br />

Y es bien con los ojos fijos en esta doctrina que los Padres del Concilio de Trento recomiendan:<br />

“Todos los religiosos, de uno y otro sexo, determinarán y organizarán su vida siguiendo las<br />

prescripciones de la regla que han hecho el voto de seguir. Ellos se mostrarán particularmente<br />

fieles en observar las virtudes que conciernen a la perfección de su estado: Obediencia, pobreza y<br />

castidad y también los votos y preceptos especiales que admitiría la regla de ciertas órdenes, y que<br />

tienen como objetivo mantener la fisonomía propia del Instituto.”<br />

Este texto muestra bien que, en la práctica de la Iglesia, puede encontrarse en ciertas órdenes<br />

otros votos, votos especiales, que tienen como fin, entre otros, mantener la identidad del<br />

Instituto.<br />

EL CUARTO VOTO EN NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD.<br />

Su historia<br />

Ella se confunde con los orígenes de Nuestra Señora de la Caridad. Se sabe que la idea de<br />

consagrar religiosas auténticas al apostolado muy especial de la rehabilitación moral de las<br />

jóvenes y mujeres, estaba ciertamente determinada en el espíritu del Padre Eudes, al finalizar<br />

1642, ya que las cartas patentes concedidas en esta época por el rey Luis XIII para la casa de<br />

Nuestra Señora del Refugio, consideran la profesión religiosa bajo la regla de San Agustín, para las<br />

“jóvenes honestas o mujeres libres que, interesadas por el deseo de servir a Dios y ayudar a la<br />

salvación de almas extraviadas, se encierran voluntariamente en la dicha casa”. Pero se estaba<br />

todavía lejos de la realización de esta idea. Ella se hace efectiva solamente nueve años más tarde,<br />

con las cartas de institución dadas por Monseñor Molé, obispo de Bayeux, el 8 de Febrero de<br />

1651. En el intervalo, hubo lo que hoy llamaríamos, un ensayo de sociedad de vida común dirigida<br />

por Marguerite Morin, y que terminó en Abril de 1644, con la partida de ésta. Hubo también, el 16<br />

de Agosto de 1644, la venida de las Visitandinas, luego su partida, al finalizar 1649, y su regreso en<br />

1651. En todo caso, parece que es al finalizar el año 1644 cuando el Padre Eudes tuvo la idea del<br />

Cuarto Voto. El fracaso de la primera fundación lo había hecho reflexionar. Por una parte, él había<br />

comprendido la necesidad de dar a sus religiosas una seria formación, y para esto, había obtenido<br />

el concurso de las Visitandinas; pero, por otra parte, había comprendido que la obra de la<br />

conversión de penitentes, obra erizada de dificultades, exigía una perseverancia poco común. Para<br />

ligar indefectiblemente a sus hijas a esta obra, pensó imponerles el cuarto voto.<br />

En efecto, en el documento de Enero de 1645 es donde aparece por vez primera, la mención del<br />

cuarto voto. Se trata de una súplica de Monseñor d’Angennes, obispo de Bayeux, al Papa<br />

Inocencio X, para pedirle la confirmación de la casa del Refugio. El mismo padre Eudes había<br />

esbozado las grandes líneas de ella. El cuarto voto está señalado allí en una forma casi actual.<br />

Monseñor d’Angennes lo llama: “un cuarto voto de caridad y de instrucción, para las dichas<br />

personas del sexo que buscan retirarse del vicio”: “el voto de caridad” es ya casi, como se dice hoy,


4<br />

“el voto de celo”. Y a partir de ese momento se encuentra siempre en los numerosos documentos<br />

redactados para obtener la aprobación del Instituto – y en la misma bula de aprobación - la<br />

mención de ese cuarto voto. He aquí algunos ejemplos de ello: “cuarto voto solemne de emplearse<br />

toda su vida en la conversión y la instrucción de las dichas jóvenes y mujeres penitentes…”, dice la<br />

carta del rey Luis XIV a su primo el Cardenal d’ Este, de fecha 9 de <strong>Noviembre</strong> de 1647, carta<br />

llevada a Roma por el P. Mannoury en su segundo viaje (Boulay, II, ·364); “…un cuarto voto que es<br />

ocuparse y servir, con la gracia de Dios, en la conversión, instrucción, recepción y dirección de las<br />

jóvenes y mujeres que, habiendo caído en el pecado, entraren en el dicho monasterio para cambiar<br />

su mala vida en una mejor, y hacer penitencia”, así se expresan las cartas de institución de<br />

Monseñor Molé, del 8 de febrero de 1651 (Boulay II, apéndice, nota XXX); “… Cuarto Voto de<br />

ocuparse en la conversión, recepción e instrucción de mujeres penitentes”, dice, en fin la Bula de<br />

Alejandro VII, (Boulay, III, 482 – 485).<br />

Surge la pregunta: ¿Por qué el Santo Fundador ha impuesto a sus hijas el cuarto voto?<br />

San Juan Eudes tenía la conciencia muy clara de hacer, con Nuestra Señora de la Caridad, una<br />

fundación verdaderamente nueva. Había en la Iglesia órdenes de enseñanza para formar las<br />

inteligencias y los corazones, órdenes hospitalarias, para cuidar los cuerpos, pero no había<br />

“religiosas cuyos monasterios sean hospitales para recibir almas enfermas” (texto de la primera<br />

Constitución, OC. X, 80). Es ante todo, para salvaguardar esta especificidad única en su fundación,<br />

que el santo decidió el cuarto voto.<br />

El sabía también que esta tarea apostólica cerca de las penitentes era muy difícil. En la famosa<br />

carta de 1656 a las hermanas de Caen, sobre las fiestas de la Asunción, escribía a sus hijas: “El<br />

demonio no faltará en tentar sobre vuestra vocación. El os representará las dificultades que hay<br />

que sufrir en ello”. (OC X 512) Y él no ignoraba que la naturaleza sigue siempre la línea del menor<br />

esfuerzo; M. Boniface entraba perfectamente en esos criterios, cuando hacía observar, en 1661. a<br />

un sabio canonista romano, Monseñor Fagnani: “…que si monseñor Molé había aprobado el cuarto<br />

voto era únicamente para estabilizar a las hijas de Nuestra Señora de la Caridad en su vocación, ya<br />

que se habían constatado varios ejemplos lamentables de inconstancia entre las Hospitalarias:<br />

Habiéndose hecho ricas algunas de estas religiosas habían llegado, bajo pretexto de llevar una vida<br />

más retirada, a descargarse de su voto de servir a los pobres” ( Boulay, III, p. 408, Según Costil,<br />

Anales, I, 419). En el mismo sentido, la Bula de Alejandro VII dirá: “Para impedir a las religiosas (de<br />

Nuestra Señora de la Caridad) abandonar este piadoso designio (recibir e instruir a las jóvenes<br />

penitente), el dicho Obispo (M. Molé) les había ordenado prudentemente agregar a los tres votos<br />

ordinarios un cuarto, de recibir e instruir las arriba mencionadas penitentes”. (Boulay, III, 482).<br />

El Santo fundador sabía también las objeciones que se le hacían, tanto en Francia como en Roma,<br />

sobre los peligros del contacto entre religiosas y jóvenes extraviadas. Él se expresaba sobre ello a<br />

la Madre Patín a comienzos de 1662: “Se ve que es un instituto y una comunidad compuesta por<br />

jóvenes y mujeres honestas que deben dedicarse a la dirección y conducción de las jóvenes y<br />

mujeres de mala vida; lo que constituye una dificultad que nadie ha podido superar hasta el<br />

presente, en Roma, porque todavía se cree que estas jóvenes honestas solo pueden vivir con las<br />

otras, con un peligro evidente de perderse ellas mismas”. (OC X, 549).<br />

Esta dificultad adquiere un relieve particular si se coloca en la mentalidad ligeramente farisaica de<br />

la alta sociedad del siglo XVIII, que profesaba una profunda aversión hacia las mujeres culpables;<br />

ocuparse de ello era el heroísmo. Que se piense en las dificultades de San Vicente de Paúl para<br />

obtener de sus hijas que quieran ocuparse de los niños “encontrados”, “hijos del pecado”. Pero es


5<br />

evidente que aquí se trata de una objeción impresionante en sí misma, sobre todo para aquel que<br />

considera la vida religiosa como una situación al abrigo de los cuidados exteriores”. (S.T.2ª.2ae<br />

186,7, supra, p.70)<br />

Todas estas objeciones San Juan Eudes las había resuelto desde el primer día. Continuemos la<br />

lectura de la carta a las hermanas de Caen, para la Asunción de 1656:<br />

“No sabéis, mis queridas hermanas, que el gran camino para ir al cielo, es el camino de la cruz, y<br />

que no hay otro que éste…Queréis un evangelio nuevo para vosotras, o deseáis que Dios os envíe<br />

otro Mesías, un Mesías de azúcar y de rosas?¿ Queréis ir al paraíso por otro camino que aquel por<br />

el cual la Madre de Dios y todos los Santos han pasado para ir allí, o bien, queréis ir allí solas y<br />

dejar a vuestras pobres hermanas en el camino del infierno, porque sois tan delicadas y porque<br />

teméis el esfuerzo que hay en tender vuestra mano para retirarlas de él?<br />

Diréis quizás que ellas van por otro camino lleno de barro, y que teméis ensuciaros retirándolas de<br />

él: el diablo es bastante astuto para poneros esta tentación, tanto más peligrosa, cuanto que ella<br />

tiene hermosa apariencia. Pero os digo, mis queridas hijas, que es imposible que Nuestro Señor<br />

deje caer a aquellos que, por amor a Él, ayudan a otros a levantarse. La pureza no puede<br />

mancharse jamás, cuando está marcada por la verdadera caridad, como tampoco los rayos del sol<br />

pueden ensuciarse en el barro. Arrojad de mí, pues, estos vanos temores, y tened confianza en<br />

aquel que os ha llamado a este divino empleo”. (OC. X, 514).<br />

Notemos en fin, que una de las razones del cuarto voto, bien parece haber sido también santificar<br />

por la virtud de religión todas las acciones delicadas (y peligrosas, incluso) de su hijas, en el<br />

cumplimiento de su ministerio cerca de las penitentes.<br />

En resumen, creo poder responder así a la pregunta formulada: san Juan Eudes ha dado a sus<br />

hijas su cuarto voto: para que permanezcan fieles al fin especial de su instituto.<br />

Ahora, ¿qué pensar de este cuarto voto desde el punto de vista canónico y desde el punto de vista<br />

moral? Para responder a esta cuestión, tratemos de ver en qué medida el responde a las normas<br />

actuales de la Sagrada Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. Hay tres normas,<br />

hemos dicho, citando al sabio tratado de derecho de los religiosos, de los Padres Claretianos:<br />

a) Este voto debe ser bien delimitado en cuanto a su objeto;<br />

b) Debe agregar algo nuevo a los otros tres votos, o al menos, subrayar un punto particular<br />

de uno de entre ellos;<br />

c) Debe, en fin, concernir al fin específico del instituto.<br />

El cuarto voto:<br />

a) Es bien delimitado en cuanto a su objeto. Sin duda, sobre todo si, al lado de la formula que<br />

le da san Juan Eudes en la Constitución XIV, se quiere considerar también lo que está dicho, en<br />

la primera Constitución, sobre el fin del instituto. Se trata pues, del voto “de ocuparse de<br />

servir, tanto como la obediencia lo destinare, en la conversión e instrucción de las mujeres y<br />

jóvenes penitentes, que etc.”. (OC X, 99 – 100). “Ocuparse en”, actualmente se traduce como,<br />

“emplearse en”. En lugar de “conversión e instrucción”, se dice ahora: “salvación de las<br />

almas”, es menos preciso, como también más general, pero se comprende perfectamente. En<br />

fin, se ha excluido la palabra “penitentes” que, evidentemente, hoy suena bastante mal. De<br />

toda forma, esto es bastante vago todavía. Pero he aquí que todo se precisa por la fórmula de


6<br />

san Juan Eudes en la primera constitución, que la salvación de las almas de la obra se realiza,<br />

“por el ejemplo de una santa vida, por el fervor de sus oraciones, y por la eficacia de sus<br />

instrucciones” (OC X, 80) Las religiosas saben, pues, claramente que, por este voto, están<br />

obligadas, por grandes que sean sus dificultades o su repugnancia personal, a ocuparse, con<br />

toda su alma en el apostolado de sanación, rehabilitación que la obediencia les confía . Ellas<br />

saben también que, aún sí, no están directamente empleadas en esta tarea, el ejemplo de su<br />

santa vida, sus oraciones y sus sacrificios deben tener como permanente intención la<br />

conversión de las personas. Es más toda obra buena, todo acto de generosidad, toda esa<br />

monotonía del deber cotidiano realizado de corazón, todo esto se encuentra transformado en<br />

acto de ofrecimiento y consagración por el cuarto voto.<br />

b) El cuarto voto debe agregar algo a los otros o, al menos, debe subrayar un aspecto de la<br />

profesión ordinaria de los tres votos. De hecho, se puede decir que al cuarto voto de Nuestra<br />

Señora de la Caridad se agrega una intención apostólica particular a los tres votos, y más<br />

especialmente al de obediencia en todo lo que puede ser mandado en vista del trabajo –<br />

directa o indirectamente, en relación con la rehabilitación de las personas. El artículo “Para<br />

vivir mejor nuestro cuarto voto de celo” citado más arriba, muestra bien que cada uno de los<br />

votos ordinarios recibe del cuarto voto una orientación particular, y también que al contrario,<br />

la práctica generosa de los tres votos pone en condición de cumplir mejor el cuarto voto,<br />

considerado entonces, como la coronación de la profesión religiosa. (IOC. Cit. Pp. 34 – 38).<br />

c) Pero sobre todo, el cuarto voto de Nuestra Señora de la Caridad liga indefectiblemente a<br />

las hermanas al fin específico del Instituto. Esta era la preocupación primera del Padre Eudes.<br />

Es por eso el objetivo más evidente, también el más eficaz, del cuarto voto. El recuerda sin<br />

cesar a cada una de la hermanas y al Instituto entero, la urgente necesidad de la fidelidad de<br />

todas a la vocación especial de Nuestra Señora de la Caridad. Esta fidelidad es para las<br />

hermanas la piedra de toque de la santidad religiosa. San Juan Eudes, el “santo severo”, se<br />

expresa con una franqueza total en sus “Deseos particulares”, al comienzo de las reglas y<br />

constituciones:<br />

“Sabed, mis queridas hijas, que, mientras permaneceréis en este santo empleo (La conversión<br />

de almas extraviadas)… seréis las verdaderas Hijas del Santísimo Corazón de la Madre de Dios,<br />

ella os mirará y amará con calidad de tales y os colmará con toda suerte de favores y<br />

bendiciones. Pero si por cualquier pretexto que pueda ser, os alejáis de esta función, perderéis<br />

al instante esta bella cualidad, no tendréis mas el nombre de Hijas del Santísimo Corazón de<br />

María, Madre de Jesús, sino el de las hijas de Belial; la bendición del cielo se retirará de<br />

vosotras, y la maldición se acercará las hermanas al fin específico de su instituto”. (OC. X, 76).<br />

Y Santa María Eufrasia comprendió perfectamente el pensamiento del fundador sobre este<br />

punto. Después de haber citado el pasaje de arriba, agregaba en su conferencia hablando<br />

sobre el <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> (Conf. 6)<br />

“Estas palabras dan miedo, y sin embargo, ellas se encuentran escritas con todas las letras,<br />

ellas están impresas y vosotras las leéis antes de las primeras página de nuestras Santas<br />

Constituciones. Como, pues ¿No sería posible que hubiese un camino medio? ¿O hijas de<br />

María, o hijas de Belial? No, en verdad; un camino medio no es posible, lo mismo que, para<br />

tenernos en pie, no podemos posar un pie en la tierra y tener el otro en el aire, sin caer.


7<br />

Es necesario mantenernos en nuestra vocación, en los votos que hemos hecho, de otra<br />

manera, estaríamos perdidas. Tengamos siempre el mismo objetivo, no nos alejaremos del<br />

fin de nuestro Instituto, y entonces poblaremos el paraíso de almas, y nos lo aseguraremos<br />

a nosotras mismas”.<br />

Guía de reflexión del primer día.<br />

1. Destaca subrayando aquello que es novedad para ti. ¿Qué reflexiones te sugiere?<br />

2. Desde tu experiencia, ¿cómo puedes definir lo que el voto de celo ha sido significado en tu<br />

vida de hermana del <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>?<br />

CEBP Provincia Bolivia/Chile<br />

<strong>Noviembre</strong> de <strong>2010</strong>


8<br />

EL CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS<br />

Día 2<br />

EL ESPÍRITU DEL CUARTO VOTO<br />

Lo hemos notado ya, el cuarto voto de Nuestra Señora de la Caridad es llamado corrientemente<br />

hoy, “Voto de Celo”. La fórmula completa sería, por otra parte: el voto de: “celo por la salvación<br />

de las almas”. Monseñor d’Angennes en 1645, lo llamaba el voto de “Caridad y de instrucción”.<br />

San Juan Eudes no emplea esta expresión. Cuando determina el cuarto voto, él indica siempre la<br />

acción precisa que constituye su objeto: “Conversión e instrucción de las jóvenes penitentes”. Sin<br />

embargo, hablando de una manera más general de la vocación de sus hijas, escribe, en los Deseos,<br />

que ellas han sido “elegidas por Dios para trabajar en la salvación de las almas perdidas”. Les<br />

muestra largamente, en la primera constitución la excelencia de este empleo.<br />

En fin, y sobre todo, queriendo darles la razón última de su vocación, el santo indica: “La<br />

ardentísima Caridad hacia las almas…el amor de las almas” y especialmente, de las almas<br />

pecadoras, del cual las hermanas deben estar abrasadas a imitación de Cristo y de su Madre, para<br />

poder ser “coadjutoras y cooperadoras” de la redención”. (OC. X, 71, 80,82). En fin, en los consejos<br />

para la admisión de los sujetos en nuestra Señora de la Caridad, escribe: “No hay que recibir jamás<br />

ninguna joven a la santa profesión, que no tenga un gran celo por la salvación de las almas”. (OC.<br />

XI, 193).<br />

EL CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS ES EL ESPIRITU DEL CUARTO VOTO<br />

El celo por la salvación de las almas, en efecto, puede ser considerado como el fundamento, la<br />

razón última, el motor del cuarto voto; el celo es el espíritu del Cuarto voto. Es bien por eso que se<br />

llama a este voto, un voto de celo, aunque propiamente hablando, el celo no constituye en sí la<br />

materia de este voto.<br />

Como San Juan Eudes, Santa María Eufrasia no emplea la expresión “voto de Celo” sin embargo,<br />

como él, ella reconoce que el celo es el espíritu del Cuarto voto: ver, entre muchos otros, este<br />

pasaje de sus conferencias: “…Os hablamos siempre de nuestro Cuarto voto ¿Pero, podemos<br />

hablaros demasiado de él, podemos hablar demasiado de la salvación de las almas, ya que es eso<br />

nuestra vocación, nuestro único fin? Tratad de cumplir en toda su perfección vuestro cuarto voto.<br />

Este voto se resume en dos palabras: Caridad y Celo. Os invito a reflexionar sobre ello, etc.”<br />

Es, pues del celo por la salvación de las almas del cual yo quisiera hablarles ahora, trataremos de<br />

precisar su naturaleza, sus fundamentos, sus motivos, sus medíos de acción, así como las<br />

obligaciones que comporta para nosotras.<br />

Los principales pasajes donde San Juan Eudes recomienda a sus hijas el celo por la salvación de las<br />

almas son:


9<br />

1. Las constituciones: (OC X, p. 71) La salvación de las almas es lo que María ama por sobre<br />

todo; - p. 76: seréis las Hijas del Corazón de María si permanecéis en este empleo, sino las<br />

hijas de Belial; - pp.81 – 82: excelencia del celo por la salvación de las almas (Nº 1 al 7); en<br />

Nuestra Señora de la Caridad, es el fin del Instituto (Nº 8 al 10).<br />

2. La carta para la fiesta de la Asunción 1656 al refugio de Caen: (OC. X, 511 – 515) el precio<br />

de las almas; el amor de las almas, es la vocación de la Madre de Dios; p. 512: pero es<br />

difícil, las tentaciones del demonio; reconfortarse con el ejemplo de Cristo, de María,<br />

p.513, de Santa Catalina de Siena, de las misioneras canadienses, de Marie de Vallés.<br />

Frente eso, nosotras somos muy pequeñas – Necesidad de la cruz, p. 511, la enseñanza<br />

del evangelio. Nada que temer del contagio del pecado, p. 515, sed fieles a vuestra<br />

vocación.<br />

3. La carta a las damas de la Misericordia de Rouen, 19 Julio 1612. (OC. XI 35 – 40). Estas<br />

damas pensaban fundar un refugio, San Juan Eudes las alienta a ello, desarrollando los<br />

mismos temas expuestos arriba.<br />

4. Consejos para la admisión de los sujetos: necesidad absoluta que la candidata tenga un<br />

gran celo por la salvación de las almas: carta a Mme. De Camilly, 23 Marzo 1644 (OC XI,<br />

48); manuscrito de Caen, (OC XII, 193 – 194; escrito depuse de 1670). Estos pasajes deben<br />

ser considerados paralelamente con los consejos dados por el Santo a los Sacerdotes, en el<br />

memorial, OC. III, 15 – 17, y a los confesores, OC Iv 151 – 203.<br />

NATURALEZA DEL CELO POR LA SALVACION DE LAS ALMAS<br />

En primer lugar ¿Qué es el Celo por la salvación de las almas?<br />

La palabra “Celo” no es simpática. Hoy se la emplea, en la conversación corriente, solo en un<br />

sentido peyorativo, para significar un ardor hipócrita o imprudente en el cumplimiento de una<br />

tarea: “hacer con celo”, “exceso de celo”, etc. En las obras de espiritualidad, en lugar de “celo por<br />

la salvación de las almas”, - en el lenguaje eclesiástico, o el de la acción apostólica, se emplea con<br />

agrado una expresión más moderna (que dice, por otra parte, la misma cosa): “Espíritu<br />

misionero”.<br />

Como arriba dijimos “celo” viene de una raíz griega que quiere decir: “hervir”. La palabra “zelos”<br />

quiere decir: ardor, emulación, celos. Los celos son en efecto, la tentación permanente del amor<br />

ardiente, pero egoísta, sobre todo. El celoso quiere para él todo el amor de la persona amada.<br />

El celo por la salvación de las almas, es, él también, una amor ardiente por el Señor, pero de<br />

ninguna manera un amor egoísta. Al contrario, la persona llena de celo quisiera hacer participar a<br />

todo el mundo de su amor a Dios y extender al número más grande posible de personas, el<br />

beneficio del amor del Señor. Ella ha tenido la revelación de este amor de Dios; ha comprendido<br />

que Dios es el soberano bien, el único digno de ser amado sin medida, y que quiere hacer<br />

participar a todos y a todas de su experiencia, su alegría, su amor. Es un fenómeno normal, la sana<br />

reacción de un corazón generoso. Es natural querer hacer participar a otros de su propia felicidad.<br />

Para manifestar un acontecimiento feliz, en la vida de una nación, se ordenan regocijos populares.<br />

Cuando Juan y Andrés hubieron encontrado a Jesús, Andrés dijo a Pedro: “Hemos encontrado al<br />

Mesías”, y los llevó a Jesús. (Jn.1, 39vs).He aquí el primer ejemplo de celo apostólico.


10<br />

El celo es pues, una cierta dimensión universal del amor que se tiene a Dios. Es una disposición<br />

interior que empuja a la persona que ama a Dios, a hacerlo amar por todos. Ella desea que el<br />

mundo, toda persona conozca y se inunde del amor de Dios. Ella desea que los pecadores se<br />

conviertan, y que los justos amen más todavía. Por otro lado, el celo por la salvación de las almas<br />

es la expresión del auténtico amor por el prójimo sacado de su fuente que es Dios. Amando a Dios,<br />

la persona llena de celo, ama a aquellos que Dios ama y como Dios los ama. En ella nace el deseo<br />

de hacer triunfar la voluntad divina de salvación universal, tan a menudo expresada en la Santa<br />

Escritura: “¿Tendré yo, pues, placer, con la muerte del pecador – Oráculo del Señor - y no más<br />

bien con verlo convertirse de su conducta y vivir?”. (Ez.18, 23) “Habrá más alegría en el cielo por<br />

un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de<br />

arrepentirse”. (Lc 15,7) “Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al<br />

conocimiento de la verdad”. (1 Tim. “2, 4), etc.<br />

CUATRO FUNDAMENTOS O FUENTES DEL CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS<br />

Precisamente, estas consideraciones nos conducen a formularnos enseguida la cuestión de los<br />

fundamentos, de las fuentes del celo por la salvación de las almas. Podemos resumir el rico y<br />

profundo pensamiento de San Juan Eudes a este respecto diciendo que, para él, la fuente del Celo<br />

es Dios mismo: Dios considerado en su natural bondad comunicativa; Dios considerado en las<br />

tres personas divinas colaborando al nacimiento entero y temporal del Verbo; Dios<br />

rescatándonos por Cristo; Dios, en fin, revelándonos su amor en los Corazones de Jesús y María.<br />

Dios es bueno, y El comunica su bondad a toda creatura, pero su solicitud se extiende de una<br />

manera particular a la persona humana. Todo su plan está ordenado a procurar su felicidad, su<br />

salvación. Ofrecernos, colaborar con este plan de infinita bondad de Dios y favorecerlo con todo<br />

nuestro poder, he acá la primera fuente, el primer fundamento del celo. Citemos dos pasajes<br />

donde San Juan Eudes desarrolla esta idea. He aquí en primer lugar cómo describe él a la divina<br />

bondad en “El Corazón Admirable”.<br />

“La bondad de Dios es una inclinación infinita que El tiene de comunicarse. Ya que, como un vaso<br />

que está lleno de licor precioso, lo comunica con efusión. Dios, siendo un océano inmenso colmado<br />

de una infinidad de bienes, tiene una propensión indecible a prodigarlos con una liberalidad digna<br />

de su magnificencia…<br />

El se comunica con todo lo que está comprendido en el orden de la naturaleza, por la creación, la<br />

conservación, el gobierno y la conducción de todo el ser natural.<br />

En el orden de la gracia, Él se comunica a las creaturas con razón, por el misterio de la<br />

Encarnación, por todos los otros misterios de su Hijo, nuestro redentor, por los sacramentos… y<br />

varios otros medios por los cuales Él prodiga sus gracias en nuestras almas.<br />

En el orden de la gloria, Él se comunica perfectísimamente a todos los bienaventurados,<br />

revistiéndolos de su gloria… haciendo gozar de todos los bienes que Él posee.<br />

Como el sol, dice San Dionisio, ilumina a todo lo que pueda participar de su luz… así la divina<br />

esencia despliega sus bondad a todas las cosas” (OC VI, 425 – 427).<br />

En su libro “El buen confesor”, el santo muestra con vehemencia que la gran preocupación, la<br />

obsesión de Dios, en su voluntad concerniente a la humanidad es procurar su felicidad, su<br />

salvación:


11<br />

“Si El crea un mundo, es para poblarlos de hombres que allí se hagan dignos de ver un día el rostro<br />

de Dios. Si Él crea la tierra, es con el fin de que ella sea el teatro de los combates de sus hijos contra<br />

los enemigos de sus almas, y para que se dispongan, por el ejercicio de las virtudes, a poseer unas<br />

coronas eternas. Si Él hace un cielo es para sentar allí, con Él en su trono, a los que habrán vencido<br />

a los enemigos de su salvación. Si Él establece una Iglesia en la tierra, es con el fin de dar a todos<br />

los hombres medios fáciles y eficaces para salvarse….Si Él hace un infierno, es para obligar a los<br />

que se conducen más bien por el temor que por el amor, a obrar su salvación con temor y temblor,<br />

y para castigar a los que se pierden, y, mucho más, a los que contribuyen a la perdición de los<br />

otros”. (OC. IV, 186).<br />

Participar de esta voluntad divina de difusión de bien y de felicidad, he aquí, el primer<br />

fundamento del celo. En el sentido de la apóstrofe, citada más arriba, del Santo fundador a sus<br />

hijas: “Queréis ir solas al paraíso y dejar a vuestras hermanas en el camino del infierno, porque sois<br />

tan delicadas que teméis el esfuerzo que hay en tender vuestra mano para retirarlas de Él?” (OC. X,<br />

511). Es en este espíritu, igualmente, que la primera Constitución recuerda: “El más perfecto<br />

ejercicio de la caridad consiste en retirar las almas de la perdición, para conducirlas a la salvación<br />

eterna”. (OC. X, 83).<br />

El segundo fundamento del celo por la salvación de las almas, es la paternidad divina. El Padre<br />

eterno forma su Hijo, y quiere asociarnos a todos y todas a esta “formación de Jesús”. Dios Padre<br />

no tiene otra preocupación que su Hijo. Su “más grande acción”, su “más alta operación”, es de<br />

engendrar a su Hijo en sí mismo; su paternidad, es “su más alta perfección”, “su más excelente<br />

cualidad”. Por la Encarnación, el Padre engendra a su Hijo por segunda vez en el tiempo; pero,<br />

para eso, El asocia a su Paternidad a las otras Personas Divinas, luego a María misma. La vida<br />

cristiana, a su vez, no es otra cosa que la formación de Jesús en nosotros. Entonces, todos los que<br />

ayudan a una persona a vivir cristianamente, reciben participación en la paternidad de Dios. San<br />

Juan Eudes vuelve continuamente sobre esta consideración, para mostrar la grandeza y la<br />

importancia del trabajo apostólico, asociado a la paternidad divina.<br />

En este trabajo colaboran no solamente las personas divinas, si no también María, los santos, los<br />

ángeles, y esto debería ser el trabajo continuo de los sacerdotes, de los confesores, de las<br />

religiosas de Nuestra Señora de la Caridad y de todos los cristianos. Formar a Jesús, “es el misterio<br />

de los misterios, la obra de las obras”.<br />

Sin duda, el santo desarrolla este punto de vista, sobre todo cuando se dirige a los sacerdotes,<br />

pero hay un pasaje en este sentido, que se dirige a las religiosas de Nuestra Señora de la Caridad,<br />

en la carta al refugio de Caen para la Asunción de 1656, y que merece ser citado:<br />

“Sí mis queridas hijas, vosotras tenéis solamente, en alguna manera, una misma vocación con la<br />

Madre de Dios. Pues, como Dios la ha elegido para formar a su Hijo en ella, y por ella, en el corazón<br />

de los fieles: también, Él os ha llamado a la santa comunidad donde estáis, para hacer vivir a su<br />

Hijo en vosotras, y para resucitarlo, por medio de vosotras, en las almas pecadoras, en las cuales Él<br />

está muerto…….Oh! mis queridísimas hermanas, qué santa es vuestra vocación…Oh! Qué<br />

prodigiosa es la bondad de Dios respecto a vosotras, de haberos llamado a un instituto<br />

verdaderamente apostólico!” (OC. X, 511 – 512)<br />

El tercer fundamento del celo por la salvación de las almas, es la redención a concluir. Dios ha<br />

empleado en esta obra a su Hijo, el Espíritu Santo, María, los ángeles, pero Él tiene todavía


12<br />

necesidad de nosotras para llevar a término la obra de la salvación que ha comenzado. Es un gran<br />

honor que Él hace de asociarnos en este designio de salvación, que es, como lo muestra<br />

largamente el “<strong>Buen</strong> Confesor”, “La gran obra de Dios, la gran obra de la Iglesia, de los ángeles, de<br />

los Apóstoles, y de todos los Santos del cielo”.<br />

En efecto prosigue él:<br />

“…El Hijo de Dios ha venido a la tierra para operar allí la salvación del mundo. Ha permanecido en<br />

ella treinta y tres años, durante los cuales ha empleado todos sus pensamientos, todas sus<br />

palabras, todas sus acciones, todos sus sufrimientos, toda su sangre, su vida y su muerte para la<br />

salvación de los hombres. Después de esto, Él volvió a su Padre; pero ha querido dejar personas en<br />

su obra para continuar y para terminar su obra. ¿Quiénes son esas personas? Son los sacerdotes…”<br />

(OC. IV, 165 – 166).<br />

Esto es verdad también para las religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, y es exactamente lo<br />

que el santo fundador les dice:<br />

“¡Qué felicidad para vosotras ser elegidas por Dios para estar asociadas con Él en la más grande<br />

de sus obras que es la obra de la Redención de las almas!. Librar a un hombre que está cautivo,<br />

según el cuerpo, de las manos de los bárbaros, es cosa grande; pero liberar a un hombre de la<br />

servidumbre de Satanás es más que si se librara a todos los que está esclavos corporalmente”. (OC.<br />

XI, 37)<br />

Y, por otra parte:<br />

“…Ellas deben emplear su espíritu y su corazón, su cuidado y su industria para hacerse dignas<br />

coadjutoras y cooperadoras de JESUCRISTO en la obra de la Salvación de las almas que Él ha<br />

rescatado al precio de su sangre, y abrasar con afecto todas las penas y dificultades que se<br />

encuentran en esta vocación, por amor a aquel que ha sufrido tantos ultrajes con este objeto”. (OC.<br />

X, 82 – 83).<br />

El cuarto fundamento del celo por la salvación de las almas, es el amor del Sagrado<br />

Corazón de Jesús y María por cada persona. El Corazón del Salvador, en efecto, “está<br />

abrasado de un amor incomprensible por las almas y de un celo ardentísimo por su salvación”. (OC.<br />

IV; 166). Y es lo mismo en el Corazón de María. El santo gusta citar una frase de las revelaciones de<br />

Santa Brígida para mostrar la perfecta armonía de los dos corazones, sobre este punto de vista.<br />

Según la santa, Cristo y su Madre han salvado al mundo quasi uno Corde (como un mismo<br />

corazón). ¿Qué quiere decir esto?<br />

“…es decir que, así como el Corazón de Jesús está todo abrasado de amor por las almas, el Corazón<br />

de María está todo inflamado de caridad por ellas; que, como el Hijo de María se despojó de todo,<br />

hizo y sufrió todo para salvar las almas, la Madre de Jesús se privó también de todo, hizo y sufrió<br />

todo para cooperar a su salvación; que como el Salvador se inmoló en la cruz con suplicios<br />

inenarrables, para la redención de los hombres, su dignísima Madre lo ha ofrecido también en<br />

sacrificio, para el mismo fin, con dolores inconcebibles…”.<br />

Si, pues, se ama verdaderamente al Corazón de Jesús y María, se deberá entrar en su sentimiento<br />

más intimo, y es especialmente a causa de esta armonía, que el fundador supone entre el Corazón<br />

de Jesús y el de María, que él las llama: “Hijas del Corazón de María”. Nosotras ya sabemos,<br />

mientras que ellas se consagraren con fidelidad a la salvación de las almas penitentes, serán Hijas


13<br />

del Corazón de María; si ellas son infieles a este empleo, se convierten en hijas de Belial”. (OC. X,<br />

76). Ellas deben saber que: “el fin particular de su Instituto es imitar la ardentísima caridad por el<br />

cual el amabilísimo Corazón de Jesús, Hijo de María, y de María, Madre de Jesús, está abrasado de<br />

amor hacia las almas”. (OC X, 80). En fin más claramente todavía, en los DESEOS:… “la vocación de<br />

las personas elegidas por la divina majestad para trabajar en la salvación de las almas perdidas,<br />

encuentra “su origen” de una manera particular, en el Corazón de Jesús, todo abrasado de amor a<br />

esas mismas almas, quien es un solo Corazón con el de su Santísima Madre” (OC. X, 71)<br />

GUÍA DE REFLEXIÓN DEL SEGUNDO DÍA.<br />

- DESTACA LO QUE MÁS TE LLEGA, SUBRÁYALO, MEDITALO Y, ORALO.<br />

Comparto con mi comunidad<br />

- ENUMERO LOS 4 FUNDAMENTOS DEL VOTO DE CELO<br />

Seguramente te presentan algunos desafíos, ¿cuáles?<br />

- AL FINAL DE ESTA REFLEXIÓN ¿CON QUÉ TE QUEDAS?<br />

Escríbelo, compártelo y guárdalo en tu corazón.


14<br />

Día 3<br />

CUATRO MOTIVOS DEL CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS<br />

Hemos reflexionado sobre el fundamento, o mejor, la fuente de celo por la salvación de las almas,<br />

es decir, esa poderosa corriente de bondad, de paternidad, de redención y de amor hacia la<br />

humanidad, incluso y sobre todo los pecadores, las pecadoras; corriente que parte del Corazón del<br />

Padre, pasa por el de Jesús y María, y quiere, en el pasaje, arrastrar igualmente la adhesión<br />

ardiente y eficaz de nuestro corazón. Queda ahora reflexionar sobre algunos de los motivos que<br />

según San Juan Eudes, deben determinarnos a dar y a renovar sin cesar, nuestra adhesión a esta<br />

obra de salvación. Señalará cuatro de estos motivos:<br />

1. El valor de la persona<br />

2. La compasión (piedad) para con los pecadores,<br />

3. La sublimidad de las tareas de apostolado,<br />

4. El amor de predilección del Señor y de su Madre por quienes los ayudan a salvar las<br />

almas.<br />

El valor de la persona.<br />

Bien conocemos la célebre frase: “Un alma vale más que un mundo”. La idea es de san Agustín,<br />

comentando a San Juan, en el texto de la Vulgata: “Lo que mi Padre me ha dado (a saber, mis<br />

ovejas) es más grande que todo”. El santo doctor escribe: “Que un impío sea justificado, es mucho<br />

más, diría yo, que el cielo, la tierra y todo lo que se piensa en el cielo sobre la tierra”.<br />

En efecto, una persona ha costado el precio de los sufrimientos y de la sangre de Jesús. Y estos<br />

sufrimientos, el Padre Eudes, cediendo a su inclinación por las enumeraciones, los detalla con<br />

realismo en todos los pasajes donde Él habla de la salvación de las almas.<br />

Este precio lleva, por otra parte, dos consecuencias; en primer lugar, debemos tener una gran<br />

estima por la persona que ha costado tan caro a nuestro Señor, y amarla con un amor que imite el<br />

suyo. Pero, aún más, no hay que asombrarse si se encuentra el sufrimiento en el servicio de las<br />

almas. El santo fundador lo hace notar, a menudo, a sus Hijas:<br />

“Dirigid vuestros ojos a un crucifijo, y veréis lo que Jesús ha sufrido por salvar las almas. Es<br />

razonable que estéis asociadas con Él… para salvar los pecadores… lo que tanto le ha costado, y<br />

que seáis dispensadas por nada?....Toda vuestra vocación que no conduce a llevar su cruz y seguir<br />

a Jesús en el camino por el cual Él ha marcado, buscando las almas perdidas, es solo pura ilusión y<br />

engaño”. (OC: X; 512).<br />

La (compasión) piedad por los pecadores


15<br />

¡Un sentimiento más que invade el Corazón misericordioso del Señor! Hemos citado ya el texto<br />

donde el Santo invita a sus Hijas a tender la mano para no dejar a sus “pobres hermanas en el<br />

camino del infierno”. Y dirigiéndose a los confesores, el santo no deja de excitar su compasión por<br />

las almas que, sin su celo, están condenadas a la pena del infierno” infinitamente más espantoso<br />

que todos los suplicios de la tierra”. Y él termina diciendo: “Tendremos nosotros menos amor por<br />

las almas de nuestros hermanos que los que este furioso (el demonio) tiene de odio contra ellas?<br />

¿Mostraremos nosotros menos fervor por su salvación, que lo que el ejercita de furor por su<br />

perdición?” (OC. IV, 197 – 198)<br />

La sublimidad del trabajo apostólico<br />

Es “la obra de las obras, la más divina de las cosas divinas”…Trabajar en la salvación de las almas lo<br />

apasiona sobre todas las obras naturales y sobrenaturales.<br />

Si se trata de obras naturales, esto se comprende para quien tiene la fe; pero esto se comprende<br />

todavía mejor cuando se ha leído sobre este tema algunos pasajes de san Juan Eudes que sabe –<br />

en ocasión - ser sarcástico. He aquí algunos ejemplos:<br />

“Se mira la toma de una ciudad como una acción brillante y de valentía para el comandante de la<br />

armada. Pero ¿Qué es esto? Cabezas destrozadas, sangre derramada, murallas caídas. Pero<br />

expulsar el pecado, que es el enemigo de Dios, de un alma para restablecerla en su posesión y<br />

bajo la obediencia de su verdadero rey, es ganar una victoria mucho más completa y el máximo de<br />

la gloria de un soldado cristiano”. (OC. XI, 206).<br />

“Construir palacios y museos, hacer armadas y marchar a su cabeza, dar batallas, ganar victorias,<br />

sitiar ciudades, tomarlas, saquearlas, conquistar provincias y reinos, he acá las grandes acciones de<br />

este mundo. Pero, ¿Qué es todo eso? Eso es solo…, viento, humo y vanidad… y muy a menudo<br />

efectos del orgullo y la ambición…. Pero enseñar a un niño a hacer bien la señal de la cruz, dar al<br />

último de todos los hombres la más pequeña instrucción para su salvación, es cosa más grande<br />

delante de Dios que todas las cosas dichas”. (OC. IV, 189 – 190)<br />

Aún si se trata de obras sobrenaturales, sea las obras de misericordia que tienden a aliviar más el<br />

cuerpo que el alma; o las obras milagrosas cuyo efecto es modificar el curso de los<br />

acontecimientos naturales: o las austeridades, la contemplación y el martirio, he aquí, parece,<br />

acciones, el martirio sobre todo, que bien muestran un valor incomparable. Y. . ., sin embargo San<br />

Juan Eudes, haciendo un llamado a la autoridad de la Santa Escritura de los Padres, sobre todo San<br />

Juan Crisóstomo y de los Santos, sobre todo Santa Teresa de Ávila y Catalina de Siena, muestra<br />

bien que convertir a un pecador es más grande a los ojos de Dios que todas esas acciones heroicas.<br />

En fin, ultimo motivo que debe inflamarnos a trabajar en la salvación de las almas, es la<br />

predilección especial por la cual son objeto, por parte de Jesús y María, los y las que se emplean<br />

generosamente en ello. Dios las y los ama. Dios las y los colma de gracias en este mundo, y<br />

“¿Cuales son las coronas que Él les prepara en el cielo?”.(OC. IV, 195). El Santo desarrolla a<br />

menudo estos temas que son clásicos. Pero lo hace con un matiz de profetismo cuando se dirige a<br />

sus hijas de Nuestra Señora de la Caridad:<br />

“Sabed mis muy queridas hermanas que, mientras vosotras permanezcáis en este santo empleo<br />

que os asocia de una forma maravillosa con el Salvador y su preciosísima Madre, ella os colmará<br />

con toda suerte de favores y de bendiciones. Yo suplico a la Madre de Misericordia,… que seáis


16<br />

encontradas a la hora de la muerte según el corazón de Dios, que depositéis vuestra alma en el<br />

seno y el corazón de vuestra buenísima Madre, y que reposéis eternamente con ella y con su hijo…”<br />

(Deseos, OC. X, 76 – 77)<br />

“…Mientras que ellas se aplicaran a los ejercicios de un tan gran Instituto, Dios las bendecirá con<br />

sus grandes bendiciones espirituales y temporales, no habiendo personas en el mundo que Él ame<br />

más que aquellas que cooperan con Él en la salvación de las almas. (Primera Constitución). OC. X,<br />

82.<br />

“Lo que habéis empleado para complacer a Satanás es perdido, pero lo que daréis para Jesucristo<br />

os será devuelto al céntuplo, desde este mundo, y os obtendrá la vida eterna, en el otro, según la<br />

promesa infalible del hijo de Dios”. (A las damas de la misericordia de Rouen, OC. XI, 38)<br />

DE NUESTRO CUARTO VOTO BROTA NECESARIAMENTE UNA ESPIRITUALIDAD.<br />

El Padre Eudes propone la espiritualidad del cuarto voto basada en la imitación del amor ardiente<br />

de los Corazones de Jesús y María. Había intuido la devoción al Corazón de María al mismo tiempo<br />

que fundaba “Nuestra Señora de la Caridad del Refugio” (1641)<br />

La devoción al Corazón de Jesús lo conmovió profundamente mientras escribía las constituciones<br />

definitivas de la Orden de Nuestra Señora de la Caridad.<br />

Santa María Eufrasia, por inspiración del Espíritu Santo y en fidelidad a las necesidades de la<br />

época, aporta dos dimensiones nuevas al Carisma del Padre Eudes:<br />

1. Dio al Cuarto Voto una orientación evangélica, la de Jesús <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>. Intuyó la naturaleza de<br />

su carisma mientras contemplaba las Escrituras y nos ofrece la imagen de Jesús que se llama a<br />

sí mismo “el <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>” (Cf. Jn. 10,11) como modelo de nuestro “ser” y de nuestro “hacer”.<br />

En el Antiguo Testamento se encontró con un Dios <strong>Pastor</strong>…”He visto sus sufrimientos, vendré<br />

a salvarlos, porque mi compasión se mueve hacia ustedes. Yo mismo seré su <strong>Pastor</strong>…”. En el<br />

Nuevo Testamento meditaba en Jesús <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> con un corazón humano, el cual, del seno<br />

del Padre nos representa su amor tierno y misericordioso. “Yo soy el <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>. El <strong>Buen</strong><br />

<strong>Pastor</strong> da la vida por sus ovejas” (Jn. 10,11). “Mi Padre no quiere que ninguno de estos<br />

pequeños perezca” (Mt. 18, 6-10)<br />

Santa María Eufrasia tuvo la inspiración de vivir y dar vida a un modo de apostolado inspirado<br />

e impulsado por el espíritu de misericordia, entendida como caridad, amor que alcanza al<br />

otro, a la otra, quienquiera que sea en su propio drama. La misericordia como el mayor amor:<br />

el amor que perdona “hasta setenta veces siete”; el amor que cura: “Tus pecados te son<br />

perdonados. Toma tu camilla y anda”(Mt. 9, 1-7). Como también dio una espiritualidad para<br />

sus hermanas, que consiste en “hacer nuestros los pensamientos, el corazón, la actitud de<br />

Jesús <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>”, porque en realidad a través del Cuarto Voto, somos llamadas a “vivir en<br />

unión con Jesús <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> y a continuar su misión redentora en la Iglesia” (Const. integrada 2)<br />

2. La segunda contribución específica de Santa María Eufrasia al carisma de San Juan Eudes, fue<br />

dar una dimensión mundial al celo, lo que realizó mediante la inspiración y realización del<br />

Generalato. El gobierno centralizado de la Congregación está al servicio del carisma, es decir,


17<br />

del celo universal y de la misericordia de Jesús <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>. El Generalato realiza la unidad y la<br />

autenticidad de la vocación del <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong>, unidad en la caridad a través de una comunidad<br />

mundial. A ello se refería cuando nuestra fundadora decía: “Nuestro celo debe abrasar el<br />

mundo, debe inflamar todo el mundo para Dios”<br />

Conclusión<br />

La fórmula de nuestro Cuarto Voto ha sufrido modificaciones a través de los tiempos. Nuestro<br />

carisma es dinámico y a través de los años la formula se ha ido adaptando a los cambios y<br />

realidades.<br />

La fisonomía particular de las hermanas del <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> se encuentra en la imagen de Jesús <strong>Buen</strong><br />

<strong>Pastor</strong>. Esta fisonomía ha tomado forma y vida en la persona de nuestra fundadora, Santa María<br />

Eufrasia, por impulso del Espíritu Santo. La primacía del amor es evidente en toda la vida y en<br />

toda la acción apostólica de nuestra fundadora. Basta recordar que nuestra Congregación nació de<br />

su amor inmenso: “Soy de todos los países donde hay almas que salvar”(Conf. 6)<br />

Guía de reflexión<br />

1. ¿Qué ideas te impactan en el texto Nº 40 del Leccionario Propio de la Congregación de<br />

Jesús y María, París, 1977, pp. 113-115?<br />

2. Busca frases o acciones sobre el celo en el texto de Juan Eudes del 3 de junio de 1667,<br />

en la fiesta de la Ascensión, con motivo de la primera profesión solemne en Caen.<br />

3. Reflexionar y compartir el celo de nuestras hermanas<br />

Recordar en grupo ejemplos que nos han impactado de nuestras Hermanas con las<br />

que hemos convivido.<br />

BIBLIOGRAFIA<br />

Santa Ma. Eufrasia Pelletier Instrucciones y Conferencias; Ed. 1991, Bogotá<br />

José María Ory (cj)<br />

Los Orígenes de Ntra. Señora de la Caridad<br />

Celam Aparecid<br />

Documento Conclusivo; Ed. Salesianos 2007, Stgo.<br />

Clar Plan Global 2006-2009<br />

Clément Guillon (cjm)<br />

En todo la voluntad de Dios; Centro Carismático<br />

Minuto de Dios, Bogotá<br />

Hna. Rosa Virginia Warning (rbp) Hago también el voto de celo<br />

Jacques Arragains (cjm)<br />

La vida religiosa en la Escuela de san Juan Eudes-<br />

Voto de celo.<br />

Hna.Ma. Eufrasia Degris (rbp) Desde nuestra santa Madre hasta nosotros lo<br />

esencial no cambia; Angers 1972<br />

Congregación <strong>Buen</strong> <strong>Pastor</strong> Constituciones y Estatutos 1985,<br />

2009


18<br />

Escrito sobre el Celo<br />

Hna. María Leticia Cortés. CEBP<br />

<strong>2010</strong> Chile

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