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Observatorio de Bolivia, Número 27, Año VII, Invierno Sur <strong>2012</strong><br />

para evitar la barbarie (según Hobbes) o como un producto superior de la sociedad (según la perspectiva de<br />

Rousseau o Hegel).<br />

Respecto a la segunda, Norberto Bobbio (1984) la divide en lo que denomina ‘el estado como mal necesario o<br />

como mal no necesario’. La primera opción radica en la existencia de alguna mínima institución reguladora y<br />

garante de determinados derechos (estado mínimo). Se trata de la clásica posición del liberalismo respecto al<br />

Estado. Pese a las lecturas simplistas del liberalismo, que reclama sólo la preeminencia de los derechos<br />

individuales y del mercado sin intervención del Estado, en realidad lo que se defiende es su utilidad para<br />

proteger solamente la propiedad y la libre competencia. Nada más. En pocas palabras, el estado (cuanto<br />

menos mejor) se convierte en árbitro de la sociedad liberal. Esta visión se impuso desde finales de los años<br />

´70 en todo el mundo. Bolivia no escapó a esta situación.<br />

Otra forma de ver al Estado como mal necesario es la visión que se desprende del pensamiento pluralista, en<br />

donde la finalidad de la institución es la de garantizar además de los derechos individuales y de mercado, la<br />

de coordinación de la sociedad e indeterminación entre intereses contrapuestos. Esta visión es paralela a las<br />

posiciones socialdemócratas tradicionales que predominaran en Occidente hasta el final de la década del<br />

´70, cercanas a la lectura positiva antes que a la negativa del estado. La enumeración de funciones del<br />

Estado dadas más arriba suscribe a esta categoría. De esta forma el estado era (o es) depositario de la<br />

soberanía. Así, esta institución gestiona de forma exclusiva una buena proporción de las dimensiones<br />

políticas, económicas e ideológicas de una sociedad.<br />

Sin embargo, en las últimas décadas los estados parece que han perdido poder. ¿Dónde radica, su actual<br />

debilidad? La respuesta puede encontrarse respecto a la relación de éstos con la soberanía. Este concepto<br />

político – jurídico sirve para indicar el poder de mando en última instancia en una sociedad política y, por<br />

consiguiente, para diferenciar a ésta de las otras asociaciones humanas, en cuya organización no existe tal<br />

poder supremo, exclusivo y no derivado. O sea, soberanía está estrechamente vinculada al poder político: es<br />

una racionalización jurídica del poder, en el sentido de convertir la fuerza en poder legítimo, el poder de hecho<br />

en poder de derecho. En su significado moderno, el concepto soberanía surge, a finales del siglo XVI,<br />

acompañado del de Estado, para indicar plenamente el poder estatal único y exclusivo sujeto de la política. El<br />

concepto condujo a una síntesis entre poder y derecho, entre ser y deber ser, una síntesis que siempre es<br />

problemática y posible, dirigida a destacar un poder supremo y absoluto, pero también legal, a tratar de<br />

racionalizar, a través del derecho, el poder último, eliminando la fuerza de la sociedad política.<br />

Sin embargo, como se apuntara antes, en los últimos decenios la plenitud del poder estatal, indicada<br />

precisamente por la soberanía, se estaría debilitando, por lo que el estado casi se ha vaciado y han<br />

desaparecido sus límites. Se volvió incapaz de ser un centro de poder único y autónomo, el sujeto exclusivo<br />

de la política, el único protagonista en la arena internacional. Es necesario, no obstante, dejar en claro que no<br />

desaparece el poder. Lo que se esfuma es una determinada forma de organización del poder, que tuvo su<br />

punto de fuerza justamente en el concepto político – jurídico de soberanía pero ésta ha entrado en conflicto a<br />

través justamente de la crisis del estado moderno.<br />

La oleada neoliberal como coartada justificatoria se convirtió en discurso que argumenta que el estado<br />

moderno es una institución en proceso de disolución debido al impulso homogeneizador de la globalización<br />

que se convierte en culpable de su crisis. En ese sentido el mercado mundial permitió la formación de<br />

empresas transnacionales que tienen un poder de decisión no sujeto a nadie y libres de cualquier control. Si<br />

Todos los derechos reservados. - Pág. 31

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