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para la familia vicentina

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8 Rosario <strong>para</strong> <strong>la</strong> <strong>familia</strong> <strong>vicentina</strong><br />

Mayo: Mes del Rosario 9<br />

nero, de forma que se distinguiera más por esa virtud que por su nombre<br />

entre los demás cristianos y sacerdotes, ¡qué gracia tan importante nos haría<br />

nuestro Señor <strong>para</strong> nuestro estado! Pidámosle que cuando nos pregunten<br />

sobre nuestra condición, nos permitan decir: Es <strong>la</strong> humildad. Que sea<br />

nuestra virtud. Si se nos dice ¿quién va? La humildad. Que sea ésta nuestra<br />

contraseña.” (SVP XI 491)<br />

MEDITACIÓN<br />

“Hágase en mi según Tu Pa<strong>la</strong>bra”. “El que haga <strong>la</strong> Voluntad de Dios, ése<br />

es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3,35). María cumplió como<br />

nadie <strong>la</strong> Voluntad de Dios. Esto vale más que todos los demás dones suyos,<br />

sean cualidades humanas o gracias espirituales. Del mismo modo, por cumplir<br />

<strong>la</strong> Voluntad del Padre, Jesús sufre Su Pasión y Muerte, alcanzándonos<br />

<strong>la</strong> Redención. María “Se turbó, preguntándose qué podría ser éste saludo”<br />

(Lucas 1,29). Prudentísima porque turbada calló, porque obedeció, porque<br />

creyó y supo entregarse como esc<strong>la</strong>va de Dios. ¡Qué modelo <strong>para</strong> nuestra<br />

pa<strong>la</strong>brería, nuestra poca fe y nuestro orgullo!. “Las vírgenes prudentes llenaron<br />

sus lám<strong>para</strong>s de aceite” (Mateo 25,4). María <strong>la</strong> llenó con fe. “Feliz porque<br />

has creído”. La llenó con amor. “Mi Amado es mío y yo soy suya” (Cantar de<br />

los cantares 2,16). La llenó de esperanza. “Guardaba todas <strong>la</strong>s Pa<strong>la</strong>bras de<br />

Jesús en su Corazón” (Lucas 2,51).<br />

Vicente descubre en María, en su Anunciación: Hay que reconocer <strong>la</strong><br />

esencia y <strong>la</strong> existencia de Dios y tener algún conocimiento de sus perfecciones<br />

antes de ofrecerle un sacrificio, esto es natural porque ¿a quién ofrecéis<br />

vuestros presentes?, a los grandes, a los príncipes y a los reyes; a ésos es a<br />

quienes rendís vuestro homenaje. Tan cierto es esto que Dios observó este<br />

mismo orden en <strong>la</strong> encarnación. Cuando el ángel fue a saludar a <strong>la</strong> santísima<br />

Virgen, empezó por reconocer que estaba llena de <strong>la</strong>s gracias del cielo:<br />

Ave, gratia plena: Señora, estás llena y colmada de los favores de Dios; Ave,<br />

gratia plena. Así lo reconoce y <strong>la</strong> a<strong>la</strong>ba como llena de gracia. SV XII, 226-227<br />

/ ES XI, 606.<br />

Santa Luisa de Maril<strong>la</strong>c nos dice: “Todas <strong>la</strong>s almas verdaderamente cristianas<br />

han de profesar un gran amor a <strong>la</strong> Santísima Virgen y honrar<strong>la</strong> profundamente<br />

en su cualidad de Madre de Dios, así como por <strong>la</strong>s virtudes que<br />

Dios le ha otorgado con este fin. Esta cualidad nos obliga a tributarle todos<br />

los días algún honor; y el mayor que podemos ofrecerle es el de unir nuestro<br />

espíritu a <strong>la</strong> intención de <strong>la</strong> Santa Iglesia en <strong>la</strong>s preces con que en cada<br />

tiempo (litúrgico) <strong>la</strong> saluda: regocijándonos y felicitándo<strong>la</strong> por <strong>la</strong> elección que<br />

Dios hizo de El<strong>la</strong> <strong>para</strong> unir en su seno <strong>la</strong> naturaleza humana a su divinidad.”<br />

E. n. 203.<br />

(Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria)<br />

Oración de San Vicente sobre <strong>la</strong> Humildad<br />

“Salvador mío, llénanos de los afectos que te han humil<strong>la</strong>do tanto, que<br />

te han llevado a preferir el oprobio a <strong>la</strong> a<strong>la</strong>banza; llénanos del afecto<br />

que te hacía buscar <strong>la</strong> gloria del Padre por medio de tu propia confusión.<br />

Concédenos que empecemos desde ahora a rechazar todo lo que no<br />

será tu honor y nuestro menosprecio, todo lo que pretende <strong>la</strong> vanidad,<br />

<strong>la</strong> ostentación y <strong>la</strong> propia estima; que procuremos realizar desde<br />

ahora actos de verdadera humildad; que renunciemos de una vez <strong>para</strong><br />

siempre al ap<strong>la</strong>uso de los hombres engañados y engañosos, a <strong>la</strong> vana<br />

imaginación del éxito de nuestras obras; y, finalmente, Señor mío, que<br />

aprendamos a ser humildes de corazón, por tu gracia y tu ejemplo.<br />

(SVP XI 495)<br />

SEGUNDO MISTERIO<br />

La Visitación de <strong>la</strong> Virgen María a su prima<br />

Santa Isabel<br />

“Cuando Isabel oyó el saludo de María, el infante saltó en su seno... Y<br />

el<strong>la</strong> dijo a grandes voces: “¡Bendita Tú entre <strong>la</strong>s mujeres, y bendito el<br />

fruto de tu vientre!”. (San Lucas 1, 41-42)<br />

EL FRUTO DEL MISTERIO: El amor hacia el prójimo<br />

Nos dice San Vicente: “Cuando vayamos a los pobres, hemos de entrar<br />

en sus sentimientos <strong>para</strong> sufrir con ellos y ponernos en <strong>la</strong>s disposiciones de<br />

aquel gran Apóstol de decía: “Me he hecho a todos”, de forma que no recaiga<br />

sobre nosotros <strong>la</strong> queja que antaño hizo nuestro Señor `por boca del profeta:<br />

“Esperé a ver si alguien se compadecía de mis sufrimientos y no hubo nadie”.<br />

Pero ello, es preciso que sepamos entender nuestros corazones y hacerlos<br />

capaces de sentir los sufrimientos y <strong>la</strong>s miserias del prójimo, pidiendo a Dios<br />

que nos dé el espíritu de misericordia, que es el espíritu propio de Dios: pues,<br />

como dice <strong>la</strong> Iglesia, es propio de Dios conceder misericordia y dar ese espíritu…<br />

Así, pues, tengamos misericordia, hermanos míos, y ejercitemos todos

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