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mariscos<br />

Hay melodías gastronómicas bellísimas<br />

al alcance de cualquier hedonista,<br />

o casi. Al alcance de todas las<br />

fortunas, se <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de. Por ejemplo, la melodía<br />

del pan-queso-vino, que a mí me satisface<br />

como modesto melómano de la coquinaria<br />

<strong>en</strong> todas las estaciones, pero que me conmueve<br />

<strong>en</strong> las postrimerías de Noviembre, cuando<br />

los árboles y las yedras se vist<strong>en</strong> de oro, gualda,<br />

bermellón, carmesí, todos los colores de<br />

una inm<strong>en</strong>sa paleta variopinta. Cuando, bajo<br />

las hojas secas con aromas a vida y a muerte<br />

lírica, asoman todavía las sucul<strong>en</strong>tas setas.<br />

Cuando, <strong>en</strong> fin, llegan un bu<strong>en</strong> día los<br />

primeros fríos y con ellos nos at<strong>en</strong>azan esas<br />

deliciosas hambres atávicas, primig<strong>en</strong>ias. Pan,<br />

vino queso, amiguitos del hombre desde los<br />

mil<strong>en</strong>ios idos, que se reclaman <strong>en</strong>tre sí con<br />

ansia, que viv<strong>en</strong> un gozoso m<strong>en</strong>age-à-trois<br />

<strong>en</strong> el paladar y luego desci<strong>en</strong>d<strong>en</strong> cogidos de<br />

la mano hasta las profundidades del estómago.<br />

Espeleólo gos del placer.<br />

Y, <strong>en</strong> estos días de felicidad<br />

adolesc<strong>en</strong>te, uno<br />

su cum be a la gula,<br />

deja que funcion<strong>en</strong><br />

los cangilones de<br />

esta noria interior<br />

hasta la saciedad. Se<br />

trata, como digo, de<br />

una melodía elem<strong>en</strong>tal<br />

y antigua, apta para todos<br />

los bolsillos, aunque uno puede mejorarla con<br />

panes y quesos nobles, o con unos tintos (<strong>en</strong><br />

mi caso, sin vacilación vinícola alguna). Un<br />

Alión, de la Ribera, pongamos por caso, un<br />

Gran Coronas Mas la Plana, del P<strong>en</strong>edés, un<br />

Dos Viñedos, de la Rioja y otros muchos que<br />

se me ocurr<strong>en</strong>, pero que no <strong>en</strong>umero porque<br />

yo comparezco aquí, no para hablar de quesos<br />

y besos, sino de mariscos y albariño.<br />

Que constituy<strong>en</strong>, juntos, una sinfonía<br />

lúdica, quizá la Pastoral. Son m<strong>en</strong>os accesibles<br />

desde el punto de vista económico y sitúan <strong>en</strong><br />

la esquina noroeste de España el epic<strong>en</strong>tro de<br />

tan estup<strong>en</strong>da alianza. Porque, de <strong>en</strong>trada <strong>en</strong><br />

Galicia se come y se bebe con el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to,<br />

y porque el paisaje gallego es comestible y<br />

bebible. Nos contó hace mucho tiempo un<br />

tal Valerio Patérculo, con perdón, que el<br />

c<strong>en</strong>turión Décimo Junio Bruto se asomó con<br />

sus huestes a los acantilados del Finisterre un<br />

bu<strong>en</strong> día a la hora del crepúsculo, y que “al ver<br />

sumergirse el sol como una brasa <strong>en</strong> el límite<br />

del horizonte sintieron un religioso horror y<br />

postráronse de hinojos”.<br />

Sin embargo, y amén de los éxtasis panorámicos,<br />

¿quién, medianam<strong>en</strong>te epicúreo, no<br />

evocaría hoy, contemplando tal espectáculo,<br />

o el que ofrec<strong>en</strong> Corrubedo, o el Roncudo,<br />

claro está, a su pequeña gran majestad el percebe,<br />

un hermafrodita ¡riquísimo!, con todo<br />

el sabor a mar d<strong>en</strong>tro, milagro, milagro. El<br />

percebe, “carallo de home”, arracimado <strong>en</strong><br />

los farallones, arrancado a la mar hasta hace<br />

muy poco, y todavía con grave riego para los<br />

mariscadores de turno. Sabor, olor, placer.<br />

Recién cocidos y cal<strong>en</strong>titos, bajo el paño blanco,<br />

sucul<strong>en</strong>to sudario.<br />

O Grove, o el paraíso<br />

Y, del mismo modo que los paisajes con<br />

mar bravía nos pintan percebes <strong>en</strong> las m<strong>en</strong>inges<br />

y los jugos gástricos, ¿quién no evocaría<br />

las mayestáticas ostras, las paradigmáticas<br />

almejas y los berberechos contemplando las<br />

aguas de O Grove o de Carril? El gran, inefable<br />

Álvaro Cunqueiro aseguraba muy serio<br />

que “as ostras van b<strong>en</strong> para unhas once despóis<br />

dun día de farra” (once o así tras un día<br />

de juerga), pero “sorbida a modo, cun grolo<br />

de viño cada catro” ( ya sab<strong>en</strong>, con sorbo de<br />

vino cada cuatro). Lo que nos lleva de cabeza<br />

al albariño, aunque antes quisiera hacer una<br />

g<strong>en</strong>eralización: ¿quién no p<strong>en</strong>saría <strong>en</strong> el suntuoso<br />

c<strong>en</strong>tollo (lo mejor de lo mejor, cuando<br />

es “ de verdad” y <strong>en</strong> sazón), el camarón, el<br />

santiaguiño, el “lumbrigante” (bogavante),<br />

la cigala, la nécora, el buey de mar, la langosta<br />

(una reinona), la vieira, la zamburiña<br />

y, por supuesto, el omnipres<strong>en</strong>te pulpo<br />

contemplando el casi siempre apacible y a<br />

las veces atorm<strong>en</strong>tados paisaje de las Rías? Y<br />

Galicia es tan peculiar que, <strong>en</strong> la rosaliana (y<br />

posteriores, ya lo creo) época de las grandes<br />

hambrunas y el desgarro de la emigración, el<br />

campesinado gallego abonaba sus tierras con<br />

ostras, nécoras y demás sucul<strong>en</strong>cias marinas.<br />

Al parecer, ni se les ocurría comérselas, o al<br />

m<strong>en</strong>os eso dic<strong>en</strong> las l<strong>en</strong>guas.<br />

Tampoco descubrieron jamás lo que se<br />

estaban perdi<strong>en</strong>do. El deleite de <strong>en</strong>gullir un<br />

molusco crudo, desnudo, o un crustáceo <strong>en</strong><br />

su punto exacto de cocción y sazón. Ni conocieron<br />

los pobriños ese Shangrila de los s<strong>en</strong>tidos<br />

que produce el riesgo de tales manjares,<br />

s<strong>en</strong>cillos y sublimes como el Dios del Día<br />

Azul, con un bu<strong>en</strong> albariño. ¡Cuidado!, no<br />

me estoy olvidando de otros vinos “mariñeiros”,<br />

como algunos excel<strong>en</strong>tes godellos y los<br />

archifamosos ribeiros de la tierra, ni tampoco<br />

de los chacolís de Guetaria, que pued<strong>en</strong> resultar<br />

adecuadísimos <strong>en</strong> el mismo contexto, pero<br />

t<strong>en</strong>go para mí, acaso por ser hijo (putativo)<br />

de la zona, que los caldos de las tres subzonas<br />

de la D.O. Rías Baixas (Salnés, Rosal,<br />

Condado de Tea, ya sab<strong>en</strong>) constituy<strong>en</strong> el<br />

complem<strong>en</strong>to directo, por antonomasia, del<br />

marisco <strong>en</strong> la mesa. Y, por razones de espacio<br />

y predisposición, permítanme, please, que<br />

continúe refiriéndome al albariño, un vino<br />

“saltarín e algareiro”, <strong>en</strong> palabras del poeta<br />

cambadés Ramón Cabanillas, y que ha mejorado<br />

<strong>en</strong>ormem<strong>en</strong>te desde hace treinta años,<br />

sin que lleve trazas de det<strong>en</strong>er su irresistible<br />

asc<strong>en</strong>sión, Se lo digo yo, que caté junto a<br />

Álvaro Cunqueiro, José María Castroviejo<br />

Las Rías Baixas<br />

gallegas son un<br />

auténtico paraíso<br />

marisquero. Sus<br />

aguas ricas <strong>en</strong><br />

plancton permit<strong>en</strong><br />

el desarrollo de<br />

numerosas especies<br />

de moluscos,<br />

cultivados <strong>en</strong> pateras,<br />

plataformas<br />

flotantes donde se<br />

desarrollan mejillones,<br />

ostras y<br />

vieiras. Laureano<br />

Oubiña, <strong>en</strong> la foto<br />

de la izquierda,<br />

es uno de los<br />

principales y más<br />

prestigiosos cultivadores.<br />

Y <strong>en</strong> los ar<strong>en</strong>ales<br />

de sus playas,<br />

las mariscadoras<br />

cosechan el berberecho,<br />

la navaja,<br />

o las famosas<br />

almejas finas.<br />

25 VINUM DICIEMBRE • 99<br />

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