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TERAPIA PSICOLÓGICA - ResearchGate

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16 STEFANO VINACCIA, FRANCOISE CONTRERAS, CARMENCITA PALACIO, ANDRÉS MARÍN,<br />

SERGIO TOBON, EMILIO MORENO-SAN PEDRO<br />

deformaciones, alteraciones funcionales, atrofia muscular,<br />

en ocasiones con compromisos extra-articulares (Revenson<br />

& Felton, 1998). La artritis reumatoide aqueja aproximadamente<br />

al 1% de la población humana, con una incidencia<br />

mujer-varón de 3:1, y produce síntomas diversos, como<br />

rigidez matinal, fatiga, dolor, incapacidad funcional y depresión<br />

(Ballina & Rodríguez, 2000).<br />

La progresión de la enfermedad lleva a la destrucción<br />

articular, con consecuencias incapacitantes, lo que produce<br />

una reducción progresiva de la movilidad, además de<br />

manifestaciones extra-articulares con afección de los órganos<br />

internos (Anaya, 1999). Esta incapacidad creada por la<br />

artritis se incrementa por lo general en los primeros años<br />

del diagnóstico, para posteriormente volverse más lenta al<br />

final de la vida del paciente; es posible que después de treinta<br />

años de persistencia se acelere otra vez con todos sus<br />

síntomas (Leight, Frics & Parkh, 1992).<br />

Al no conocerse la causa de la enfermedad, el tratamiento<br />

médico de la artritis reumatoide sigue siendo el de<br />

paliar o minimizar el deterioro por medio de diferentes<br />

fármacos que el paciente toma (metotraxate, antimaláricos,<br />

leflonomida y/o agentes biológicos anti-TNF, etc.), los cuales,<br />

a dosis altas y durante tiempo prolongado, pueden provocar<br />

diversos efectos secundarios (Ballina & Rodríguez,<br />

2000).<br />

Una condición como esta, puede potencialmente modificar<br />

la percepción que se tiene de sí mismo, dificultar el<br />

desenvolvimiento autónomo del paciente, generar pérdida<br />

de independencia, producir alteraciones en la autoimagen<br />

con sentimientos de impotencia y desesperanza (Rudy,<br />

Kearns & Turk, 1988; Walsh, Blanchard, Kremer &<br />

Blanchard, 1999), acompañados de afectividad negativa<br />

(depresión y ansiedad), dolor e incapacidad funcional<br />

(Wolfe & Hawley, 1998; Gempp, Avendaño & Muñoz,<br />

2004), que afecta la calidad de vida de las personas, no<br />

solo por la presencia de esta variada sintomatología física<br />

sino por la vulnerabilidad emocional que incrementa la<br />

sensación de malestar y agrava el curso de la enfermedad<br />

(Silman & Horchberg, 1998).<br />

Varios estudios han evidenciado la existencia de factores<br />

psicológicos que inciden y en cierta forma modulan la<br />

experiencia de vivir con una enfermedad crónica como la<br />

artritis, pues pese a sus síntomas e incapacidad funcional<br />

asociada, la forma en que la persona asume su nueva condición<br />

tiene importantes implicaciones sobre la adaptación<br />

del paciente a la enfermedad, su evolución y tratamiento.<br />

Identificar estos factores y comprender la forma en que<br />

interactúan permitirá una mejor aproximación a la enfermedad<br />

crónica, con importantes implicaciones para su abordaje<br />

(Vinaccia, Cadena, Contreras, Juárez & Anaya, 2004;<br />

Tobon, Vinaccia, Cadena & Anaya, 2004 ; Cadena, et al.,<br />

2003).<br />

Dentro de dichos factores psicológicos están las características<br />

de personalidad, que de acuerdo con varios estudios,<br />

favorecen la vulnerabilidad o la resistencia a las enfermedades<br />

(Gispen & Jansen, 2002; Resnick, Kilpatrick,<br />

Best & Kramer, 2001) y puede ejercer influencia positiva<br />

o negativa en el padecimiento de los trastornos de salud<br />

(Peñacoba, Rigueiro, Sanz & Moreno, 2001). Dentro de<br />

esta área, la llamada personalidad resistente o Hardiness,<br />

constituye un constructo psicológico cuyas características<br />

suponen factores protectores, que le permiten al individuo<br />

el mantenimiento de la salud, a pesar de condiciones adversas<br />

o de alto riesgo, y facilitan un mejor afrontamiento<br />

y adaptación a la enfermedad (Peñacoba & Moreno, 1998).<br />

El concepto de personalidad resistente fue definido<br />

como una constelación de características que funcionan<br />

como una fuente de resistencia ante los acontecimientos<br />

estresantes (Kobasa, Maddi & Kahn, 1982), que se va consolidando<br />

a través de las experiencias (Peñacoba & Moreno,<br />

1998).<br />

Los componentes esenciales del constructo de personalidad<br />

resistente son compromiso, control y reto. Kobasa,<br />

Maddi y Kahn (1982) definieron el compromiso, como el<br />

interés hacia el valor de lo que uno es y está haciendo, la<br />

tendencia a implicarse en diferentes situaciones y actividades<br />

(estudio, trabajo y demás interacciones), tiene que ver<br />

con la autoestima e implica la posibilidad de ayudar a otros<br />

a nivel grupal y comunitario. De acuerdo con estos autores,<br />

la posibilidad de interrelacionarse y ayudar a los otros<br />

es vista como una fuente de éxito en el afrontamiento del<br />

estrés, que a su vez contribuye a mantener la salud. El control<br />

fue definido por estos autores como la tendencia a creer<br />

que uno mismo ejerce influencia sobre los eventos y resultados<br />

de sus propias acciones. Los individuos que puntúan<br />

alto en control minimizan las creencias de indefensión ante<br />

los eventos displacenteros y buscan explicaciones sobre el<br />

porqué de los hechos (Boyle, Grap & Younger, 1991). Esta<br />

percepción implica la capacidad de predecir los eventos,<br />

incorporarlos, transformarlos en metas y de alguna manera<br />

dirigirlos hacia su bienestar. Peñacoba y Moreno (1998)<br />

sostienen que el componente de control es una variable<br />

fundamental para la conservación de la salud aun en circunstancias<br />

de fracaso.<br />

El reto por su parte, se basa en la creencia de que el<br />

cambio es la norma de la vida. Los sujetos con esta característica,<br />

perciben los cambios como oportunidad para<br />

desarrollarse, buscan nuevas experiencias y se aproximan<br />

a ellas con flexibilidad cognitiva (Peiró, 1993). Este componente<br />

se relaciona con la capacidad de aceptación al cambio,<br />

aquello que hace parte de una fuente estresante, puede<br />

ser interpretada como una oportunidad, canalizando los<br />

esfuerzos cognitivos y comportamentales para afrontar la<br />

situación.<br />

Mansilla (1993) sostiene que este componente favorece<br />

la salud ya sea a través de la capacidad para percibir<br />

positivamente el cambio, o por la ausencia de esfuerzos<br />

cognitivos para percibir la situación como amenazante, lo<br />

<strong>TERAPIA</strong> <strong>PSICOLÓGICA</strong> 2005, Vol. 23, Nº1, 15 - 24

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