You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Juan Marsé<br />
Últimas Tardes Con Teresa<br />
publicidad. Es una coña monumental, una de las inmoralidades más fabulosas de la época,<br />
yo me paso el día tratando a cretinos. Pero, ¿ves, eso está bien pagado, Manolo. Y no<br />
creas que se necesita nada especial, es un trabajo que puede hacer cualquiera, tú mismo.<br />
Figúrate que...” Pasó a exponer alguna de sus ideas publicitarias, pero al parecer iba en<br />
broma (Manolo no acababa de entender su sentido del humor): un singular sistema de<br />
carteles nocturnos en carretera, que debían levantarse al paso de los vehículos por medio<br />
de un contacto automático, algo impresionante (como castillos o globos surgiendo<br />
repentinamente en medio del campo, dijo) y anunciar en los platos de los restaurantes, en<br />
los techos de los mueblés, en los urinarios públicos, en el trasero de las prostitutas, etc.<br />
“Son ideas que salen con estrujarse un poco el cerebro —terminó diciendo—. Lo malo es<br />
que aún no estamos preparados para empresas de esta envergadura, tan europeas.” Las<br />
mujeres se reían. El Pijoaparte se esforzó inútilmente por verle la gracia: le parecían muy<br />
buenas ideas. Además, deseaba volver al tema de su empleo.<br />
Pero un misterioso aleteo en torno a los Bori, un jubileo de fugas contaminadas por el<br />
tedio, estaba empeñado en convertir la noche en un disparate. Mari Carmen decidió que<br />
había que hacer algo. Se bebió mucho vino, y después de cenar, en dos coches (los Bori<br />
tenían un Seat) fueron a tomar unas copas al Bagatela, en la Diagonal. Allí, Teresa deslizó<br />
tres billetes de cien en el bolsillo de Manolo mientras le besaba, y luego propuso ir todos al<br />
bar Tibet, “descubierto por Manolo”, precisó. Al cruzar los barrios altos vieron calles<br />
adornadas e iluminadas, llenas de gente que paseaba o bailaba a los acordes de orquestas<br />
chillonas. “Es la Fiesta Mayor”, aclaró Manolo. Teresa, que iba delante de los Bori, frenó<br />
el coche y sugirió dar una vuelta a pie por las calles más animadas. En la plaza Sanllehy<br />
había un gran entoldado con baile y atracciones. Compraron helados y gorritos de papel,<br />
bailaron y recorrieron varias calles. Finalmente se sentaron en la terraza de una pequeña<br />
taberna y pidieron cuba-libres. La calle se llamaba del Laurel y era una calle corta, con<br />
árboles y un techo de papelitos y bombillas de colores; en el centro, arrimado a la pared de<br />
un convento de monjas, el tablado de la orquesta, y en la puerta de sus casas los vecinos<br />
sentados en sillas y mirando bailar a las parejas, el constante ir y venir de la gente. Manolo<br />
esperó en vano que volviera a debatirse la cuestión de su empleo. Teresa se divirtió mucho,<br />
pero Mari Carmen (que al principio también estuvo muy animada, llegando incluso a bailar<br />
con un jovencito desconocido que la invitó tímidamente) a medida que transcurría la noche<br />
iba cayendo en una inexplicable depresión. En cierto momento, al acercarse Manolo a ellos<br />
por la espalda (volvía de indicarle a Teresa el lavabo del bar), captó una furiosa mirada de<br />
Mari Carmen dirigida a su marido, y la oyó decir: “¿Quieres hacer el favor Te<br />
conocemos, Alberto. Siempre vivirás en la irrealidad, eres un cínico, no piensas hacer nada<br />
por este chico...” Más tarde, cuando Teresa apoyaba la cabeza en su hombro, sentados los<br />
dos a la mesa, observó a la pareja mientras bailaba; Mari Carmen le daba la espalda, su<br />
marido bailaba con los ojos cerrados, los dos apenas se movían, estrechamente abrazados,<br />
incluso parecían desearse, pero luego, muy despacio, iban dando la vuelta y entonces fue<br />
Alberto quien quedó de espaldas: un ojo inexpresivo, de una vacuedad absoluta, espantosa,<br />
el ojo helado de una mujer que no está por el hombre que le abraza ni por el baile ni por<br />
nada, el ojo de un ave disecada o de una estatua asomó por encima del hombro de Alberto<br />
Bori.<br />
—Oye —dijo Manolo a Teresa—. ¿Se quieren mucho Teresa se encogió de hombros.<br />
—Él a ella sí. Se vería perdido sin Mari Carmen. Pero ella... Verás, Mari Carmen está<br />
un poco decepcionada, ¿comprendes<br />
No.<br />
—Alberto es un chico que prometía mucho cuando iba a la Universidad, tenía talento.<br />
Pero se gana muy bien la vida ¿no<br />
Página 185 de 214