OBRAS COMPLETAS DE MARIO ROSO DE LUNA
OBRAS COMPLETAS DE MARIO ROSO DE LUNA
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INTRODUCCIÓN<br />
“Los casos dificultosos,<br />
tan justamente envidiados,<br />
empréndenlos los honrados,<br />
y alcánzanlos los dichosos.”<br />
Viejo Cronicón castellano del Conde de Salinas<br />
“Ninguna ciencia -dice César Cantú- satisface tan completamente como la Historia la<br />
inmensa necesidad de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello que la Humanidad siente más<br />
imperiosamente a medida que adelanta en su camino. Nuevos nosotros en este mundo, y<br />
sucesores de aquellos que, conociéndolo apenas, lo abandonaron; anillos temporales de la<br />
cadena en la cual, a pesar de la destrucción de los individuos, se perpetúa la especie, ¿cómo<br />
podríamos dirigirnos si estuviésemos atenidos solamente a la propia existencia? En poco<br />
superiores a los brutos y acaso más desgraciados que ellos, guiados por el instinto del placer o<br />
por el imperio de la necesidad, nos pareceríamos al niño nacido a media noche que, al ver<br />
salir el Sol, le creyera acabado de crear en aquel momento mismo. El estudio de los hombres<br />
y de los libros, sin embargo, nos acostumbra a la vida y nos anticipa o ahorra las preciosas<br />
pero siempre caras lecciones de la experiencia. Así, la Historia, que atesora en los libros los<br />
estudios todos relativos al hombre, combina sabiamente estas dos lecciones, y forma la mejor<br />
transición de la teoría a la práctica y de la escuela a la vida... De este modo conseguimos<br />
elevarnos sobre mezquinos intereses efímeros, convenciéndonos de que somos meros<br />
miembros de una fraternidad universal que, con más o menos luchas, errores y caídas, se<br />
dirige a la conquista de la virtud, de la felicidad y de la sabiduría. Dilátase así nuestra<br />
existencia a todos los siglos; nuestra patria, a todo el mundo, pues que nos sentimos<br />
contemporáneos de los grandes personajes y obligados a enriquecer con nuestra propia obra la<br />
herencia sagrada de nuestros padres recibida, de suerte que nos vamos acostumbrando poco a<br />
poco a no confundir lo realmente bueno con lo aparentemente útil, lo bello con lo que sólo<br />
está conforme con nuestras lamentables pasiones o con la rutina establecida. De esta manera,<br />
habituándonos también a respetar tan sólo los oráculos de una rigurosa justicia y de una<br />
generosa y delicada simpatía, aprendemos a dirigir todos nuestros actos por las luces de la<br />
razón y a sentir que la felicidad de todos es nuestra propia dicha.<br />
“Aun cuando la Historia -continúa- no produjese otro bien más que el de mitigar nuestro<br />
cobarde egoísmo, que es gangrena de la sociedad moderna, y de impulsarnos a una<br />
generosidad activa y consoladora, su importancia sería indudablemente grande... Disgustado<br />
el hombre con tantos y tantos beneficios egoístas, hostilidades encubiertas, caricias insidiosas<br />
y compasiones insultantes; aturdido por el constante choque de míseros intereses, entre la<br />
avaricia servil de los unos y la débil negligencia de los otros, entre viejos hastiados que<br />
rechazan todo progreso y jóvenes que le destruyen por acelerarlo, acaba desalentado por<br />
considerar al mundo como dirigido por el ciego capricho del acaso, cuando no como<br />
miserable juguete de una potencia envidiosa, absurda, que se complace en ir esterilizando uno<br />
a uno nuestros más titánicos esfuerzos. Entonces, temeroso o desesperanzado, acaba el<br />
hombre adoptando como ley suprema la del goce ínfimo del ínstante fugaz, diciendo con el<br />
escéptico: “Cojamos las rosas antes de que se marchiten, y gocemos sin tasa hoy, ya que<br />
mañana hemos de morir.” Pero cuando la Historia, inmortal conciudadana de todos los<br />
pueblos en todos los tiempos, abraza con mirada de águila toda la Humanidad, el espectáculo<br />
de su inmensidad sin límites cambia la idea de nuestra breve existencia; la melancolía<br />
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