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POR EL MUNDO ADELANTE<br />

frente a Mauritania– y Gambia se convirtió en una fiesta. Las entradas se<br />

agotaron para todos los partidos de la selección anfitriona y la federación hizo<br />

una gran recaudación, algo con lo que nadie había soñado siquiera hasta entonces.<br />

El país bailaba de alegría y hasta el presidente del gobierno se convirtió<br />

en un entusiasta hincha que regalaba apretones de manos e incluso abrazos<br />

a diestro y siniestro. La fiebre del fútbol se había desatado en el país.<br />

Ahora sí que no me dejaban tranquilo en las calles de Banjul, pero para vitorearme<br />

y felicitarme. “¡Grande, míster! ¡Ahora a ganar la Copa!”, me gritaban.<br />

Los que no pudieron conseguir entrada para los partidos no dudaban en<br />

desplazarse hasta el estadio de todas formas y se quedaban en el exterior del<br />

recinto siguiendo lo que ocurría en el césped a través de sus transistores y<br />

celebrando los goles a voz en grito.<br />

El poder de las vitaminas<br />

En semifinales, el equipo venció a Malí por un incontestable 4-0, pero, para<br />

mi preocupación, el rendimiento de Paul Gómez no estaba siendo el esperado.<br />

La final estaba a la vuelta de la esquina y Senegal, que contaba con futbolistas<br />

profesionales que jugaban en Francia, se presentaba como claro favorito. Entretanto,<br />

una pregunta me atormentaba: ¿qué le pasa a Paul Gómez Mantuve<br />

una larga conversación con él y descubrí por fin la raíz del problema. Yo<br />

había hecho enviar de Alemania unas píldoras vitamínicas que, más que tener<br />

un objetivo médico real, formaban parte de una estrategia psicológica. Unos<br />

días antes del partido contra Malí empecé a dar las vitaminas a los jugadores<br />

en el desayuno y les dije que aquellas píldoras les dotarían de una gran fuerza<br />

que les permitiría hacer una gran semifinal.<br />

El problema era que alguien se había tomado cada mañana la píldora de<br />

Gómez con el fin de duplicar su efecto. No supimos quién había sido el ladrón<br />

de pastillas, pero eso ya daba igual. Lo que hice a partir de entonces fue<br />

darle personalmente las vitaminas a Paul cada día. Y funcionó. Aquella misma<br />

tarde, Pelé corrió más que nadie, dio varias vueltas adicionales al campo<br />

y desató un bombardeo sobre la portería del guardameta suplente Ali Samba.<br />

Aquello me hizo recuperar el optimismo, y no era para menos. Nuestro Pelé<br />

volvía a ser el mismo justo antes de la final. ¡Viva el efecto placebo!<br />

El día del encuentro cumbre, la euforia se apoderó de todo el país. Aficionados<br />

ataviados con los colores de la selección llegaron de todos los pueblos<br />

y ciudades de Gambia para ver el partido contra Senegal. El locutor de radio<br />

narraba los hechos con tal entusiasmo y locuacidad que su voz se oía hasta<br />

en el banquillo. Muchos espectadores se llevaron sus instrumentos musicales<br />

al estadio y el ritmo de los tambores todavía retumba en mis oídos a día de<br />

hoy. Sin embargo, todo aquel apoyo no sirvió de nada. Aunque Gambia fue<br />

superior durante varias fases del partido, Senegal acabó llevándose la victoria<br />

por 0-1. Con todo, aquella derrota no significó el fin del mundo para Gambia,<br />

cuya selección había hecho felices a sus seguidores. “¡Alá no lo quiso!”, sentenció<br />

el capitán en el vestuario tras el duelo, “pero aun así tenemos que estar<br />

contentos, porque es la primera vez que llegamos a la final de la Copa del<br />

Oeste Africano”. El presidente del Gobierno me invitó a su palco, situado en<br />

la parte alta del estadio: “Gracias, míster, ha prestado usted un gran servicio<br />

a nuestro pequeño país. El subcampeonato es lo mejor que nos podía pasar,<br />

y le diré por qué. Teniendo en cuenta las fuertes tensiones existentes con<br />

Senegal, una victoria de la pequeña y siempre subestimada Gambia podría<br />

fácilmente haber provocado una guerra civil. A lo largo de toda la frontera<br />

había campesinos senegaleses con picos y arados listos para derribar las vallas<br />

e invadir nuestro país en caso de que su selección perdiera. ¡Podemos estar<br />

orgullosos! Además, desde el primer partido se han vendido todas las entradas<br />

y eso nos ha permitido recaudar el dinero que tan desesperadamente<br />

necesitamos”.<br />

Un potencial desaprovechado<br />

Entonces llegó la hora de la despedida. Los miembros de la directiva de la<br />

federación, que para entonces ya se habían convertido en mis amigos, y casi<br />

todos los jugadores de la selección, me acompañaron al estadio e incluso me<br />

ayudaron a facturar y a pasar el control de pasaportes. Desde entonces he<br />

regresado a Gambia tres veces para ayudar en la formación de entrenadores<br />

y para preocuparme por la cantera de este país africano, que está loca por el<br />

fútbol y promete mucho para el futuro. Actualmente (septiembre de 2014), la<br />

selección gambiana ocupa en la Clasificación Mundial de la FIFA el puesto<br />

148º de un total de 208 combinados nacionales, lo cual no está mal para un<br />

equipo que hace diez años languidecía en las profundidades de la tabla y que<br />

solo cuenta con 800 futbolistas en activo, de los cuales apenas unos pocos<br />

son semiprofesionales. Algunos jugadores gambianos han competido en Europa<br />

en los últimos años, aunque no en las principales ligas. Además, la ciudad<br />

de Banjul se ha convertido en una atracción para muchos turistas, alemanes<br />

incluidos, que no dudan en acudir al estadio de la capital para ver los partidos<br />

de la primera división gambiana, una competición muy bien organizada, y<br />

disfrutar de la pasión con la que se vive el fútbol en África. No obstante, en<br />

lo que respecta al panorama internacional, hay que decir que los equipos<br />

africanos siguen sin explotar todo su potencial.<br />

Por cierto, el enorme trofeo de plata que Gambia recibió en aquel certamen<br />

se sigue guardando hoy en día en el vestíbulo del Ministerio. Y es que<br />

aquella fue realmente una final histórica. Å<br />

LA FIFA EN GAMBIA<br />

A principios de 2002, la FIFA dedicó 500.000 dólares<br />

a la construcción del Centro Técnico de la Federación<br />

Gambiana de Fútbol (GFF), un órgano concebido para<br />

impartir cursos y seminarios destinados al fomento<br />

de la cantera y del fútbol femenino. En 2014 se<br />

invirtió la misma cantidad en la remodelación del centro. A principios de 2006, el<br />

órgano rector del fútbol mundial destinó 400.000 dólares para la ampliación de las<br />

oficinas de la sede central de la GFF, mientras que en 2010 invirtió 500.000 dólares<br />

en la construcción de un campo de césped artificial para el Centro Técnico.<br />

El 30 de abril de 2014, la Confederación Africana de Fútbol (CAF) sancionó a la GFF<br />

con dos años de exclusión de todas las competiciones continentales (incluida la<br />

Copa Africana de Naciones 2015) después de que la selección gambiana alinease<br />

contra Liberia en la competición preliminar del Mundial Sub-20 a cinco jugadores<br />

que sobrepasaban el límite de edad.<br />

Holger Obermann<br />

Ayuda para la autosuficiencia<br />

Obermann<br />

ejerce de pionero en el<br />

interior de Gambia.<br />

Holger Obermann, nacido en la localidad alemana de Kassel en 1936, lleva muchos años trabajando<br />

por el fútbol en cuatro continentes. En una serie de cuatro entregas, “The FIFA Weekly” presenta<br />

en exclusiva varios extractos de su manuscrito “Mein Fussball hatte Flügel” (“Mi balón tenía alas”).<br />

THE FIFA WEEKLY<br />

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