Tú, yo y los perros - Universo Romance, el Portal

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CASTALIA CABOTT TÚ, YO Y LOS PERROS Mercedes plateado que estaba estacionado recogiendo una prostituta muy dotada y oxigenada. Y sonrió. No estaba equivocado cuando se le había ocurrido la perfecta solución a su dilema: las chicas malas. Eso buscaba: una chica mala. Si has pasado los últimos 8 años casado con Virtudes Modelo para encontrarla follando con tu ex socio, aprendes al menos dos cosas; uno, las mujeres son infieles por naturaleza y perras por vocación; y dos, para qué te engañas pensando que debes elegir por esposa a la buena, si todas son iguales: chicas malas. En ese momento había tomado la decisión: sólo se relacionaría con chicas malas, al menos sabría perfectamente qué esperar. Su auto entró a la elegante casona del suburbio en Los Ángeles. En el frente, un magnífico y artístico cartel decía ―VETERINARIA EVANS Y ASOCIADOS‖. Debía cambiarlo. Cuando se deshizo de su mujer, se deshizo del socio. Estacionó bajó la pérgola de jazmines y entró. Andrea, su secretaria de toda la vida, lo recibió con una sonrisa y unas pequeñas tarjetas. Taylor las recibió y se encaminó a su consultorio, la secretaria lo siguió detrás. Cuando entró, el caniche saltó del sillón y se lanzó a saludarlo con fuertes ladridos —¡Suelta Brutus, suelta…—, el pequeño caniche siempre le hacía lo mismo, a veces debía acudir a suy profundo amor hacia los animales para no darle una patada que lo llevara tan lejos como a Sylvia. La garrapata se había aferrado a los bajos de su pantalón mientras intentaba saltar hasta él. — Asquerosa rata, no tienes ni idea lo que cuestan estos pantalones… quítate —le dijo extendiendo la pierna, sacudiéndola y alejándolo. Andrea se agachó y tomó al pequeño animalito en sus brazos. —Ven aquí pequeño, deja que tu amo se desayune. Llamó Sylvia, dice que necesita que le devuelvas los diamantes que le Editora Digital
CASTALIA CABOTT TÚ, YO Y LOS PERROS compraste para el quinto aniversario, que su abogado le informó con claridad que no puedes retener un regalo y que… —¿Su abogado ¿No era abogada –preguntó leyendo y tirando las tarjetas sobre la mesa —Si, hemos cambiado, parece. —¿Qué sucede, mi ex socio no puede comprarle diamantes —No como esos. Imagino. –le dijo sonriendo. —Ven amor, vamos —Acarició al caniche y salió con él. Taylor la miró salir. No sólo había dejado a su mujer en la calle, sino que le había quitado hasta el maldito perro. La venganza perfecta. Editora Digital
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